Arturo nació en Winchester en septiembre de 1486. Su nacimiento supuso la consolidación de la dinastía Tudor en el trono de Inglaterra. Su padre, había accedido al trono en 1485 tras la batalla de Bosworth que ponía el punto final a la guerra de las Dos Rosas, y había casado con Isabel de York consiguiendo de ese modo unir las dos casas reales que habían combatido por el poder y convirtiéndose en Enrique VII de Inglaterra.
No cabe duda por tanto que el nacimiento de Arturo supuso una gran felicidad para sus padres, en él se aunaban las dos rosas y el símbolo de los Tudor. La rosa blanca y roja tenía ya heredero. Fue nombrado duque de Cornualles desde su nacimiento y dos meses después tras su bautismo en la Catedral de Winchester se le nombraría Príncipe de Gales.
Algunos historiadores sostienen que Arturo fue un niño débil y enfermizo, pero otros, como P. Jones, consideran que no existe evidencia para hacer tal afirmación y que, además, los Reyes Católicos no habrían consentido iniciar una alianza matrimonial con una de sus hijas si así hubiese sido. De lo que no cabe duda es que su educación fue esmerada. Sus tutores J. Rede y B. André le instruyeron en latín y griego y parece ser que leía a los clásicos desde muy temprana edad. Era un joven rubio, pálido y de aspecto frágil, de carácter reservado y tímido, muy estudioso y al que gustaba cazar y pasear a caballo.
Tenía Arturo dos años cuando se inician las negociaciones para su futuro matrimonio con la Infanta española Catalina de Trástamara, hija de los Reyes Católicos. D. Rodrigo González de Puebla y D. Juan de Sepúlveda, ambos doctores en derecho serán los encargados por parte de Fernando y de Isabel de la negociación. Por su parte, Enrique VII habilitará a John Weston y a Henry Ainsworth, entre otros, para concluir ese tratado de alianza. Las negociaciones fueron arduas pero a ambos Reinos les interesaba llegar a un acuerdo y éste se firmará en Medina del Campo en 1489, a pesar de lo cual, se continuará negociaciando sobre la dote matrimonial y sobre como asegurar mejor los intereses de Catalina en Inglaterra.
Arturo había llegado ya a la edad de 14 años y por lo tanto estaba en disposición de hacer efectivo el matrimonio, pero no será hasta un año después que la Infanta Catalina emprenda viaje desde Granada hacia Londres. Los preparativos para la boda hace ya más de dos años que se han iniciado cuando la Infanta llega al puerto de Plymouth. La comitiva se dirigírá hacía Londres, pero, tanto el rey como Arturo, ansiosos por conocer a la novia, acudirán a su encuentro en la pequeña localidad de Dogmersfeld. Esta sería la primera vez que Catalina y Arturo se vieran en persona y parece ser que además de los distintos discursos en latín hubo danzas y música y los cronistas reflejan que Arturo "danzó agradable y honorablemente". Al Príncipe le gustó su prometida. La Infanta tenía el pelo rojizo, era de tez blanca y presentaba un buen color en sus mejillas. Físicamente parecía más inglesa que española, lo cual no es de extrañar teniendo en cuenta su ascendencia.
Catalina de Aragón- Juan de Flandes-Museo Thyssen-Bornemisza
El banquete nupcial se llevó a cabo en la Gran Cámara del palacio de los obispos de Londres y cuentan que fue esplendido. Tras él se realizó el último de los rituales, la preparación del lecho nupcial, que, según costumbre, corrió a cargo de nobles ingleses y españoles. Por ellos serían acompañados los príncipes hasta el tálamo. Una vez instalados en el lecho, los nobles saldrían de la cámara dejándolos solos. Los festejos duraron hasta el 29 de noviembre y hubo música, canto y Justas Reales. Parece ser que los Reyes Católicos regalaron a su hija por sus esponsales una hermosa ventana de vidrieras flamencas que se encuentra en la iglesia de Sta Margarita de Londres, pero dado que ésta no llegó a Inglaterra hasta 1509 se presentan dudas respecto a si el regalo se realizó por los esponsales con Arturo o por su posterior enlace con Enrique.
Tapiz conmemorativo de los esponsales de Catalina y Arturo-Oxford
Poco sabemos de cómo trascurrió su vida durante los cinco meses que duró su matrimonio pero si sabemos que fue un invierno muy frío y húmedo. A finales de marzo, Arturo enferma. Un proceso febril parece consumir sus fuerzas. La joven esposa no se separa del lecho del paciente, pero también ella comienza a tener fiebre, por lo que es apartada de su lado.
Finalmente Arturo fallece. Era el 2 de abril de 1502. Las causas de su muerte se desconocen. Algunos hablan de que pudo morir como consecuencia de una tisis pulmonar, dado que Catalina dijo tras la muerte del príncipe que el matrimonio no había sido consumado debido al estado enfermizo de Arturo. También se ha especulado con la idea de que fuera la llamada “enfermedad del sudor ingles” lo que le produjera la muerte. Esta enfermedad, muy contagiosa y de alta mortalidad, afectó a Inglaterra durante algunos años en distintos brotes epidémicos, uno de los cuales se produjo en 1502.
Tres semanas después de su muerte y en procesión funeraria, el cuerpo de Arturo fue trasportado desde el castillo de Ludlow hasta la catedral de Worscerster aunque no existe certeza de que fuera enterrado allí. Catalina, convaleciente - no sabemos si de la misma enfermedad que llevó a la tumba a su esposo- no acudió a la ceremonia.
Algunos historiadores apuntan que Enrique VII quiso honrar a su muy querido primogénito y según la Sociedad Arqueológica e Histórica de Canterbury, la Christchurch Gate (entrada principal a la catedral) que fue construida entre 1504 y 1521 se habría erigido en honor al príncipe. En esta entrada aparecen los escudos de los Príncipes de Gales y además, dos cabezas de piedra que han sido identificadas como Arturo y Catalina. No obstante, sobre este punto hay controversias entre los distintos historiadores.
Christchurch gate- Catedral de Canterbury
La muerte de Arturo supuso que su hermano Enrique fuera entronizado pocos años después como Enrique VIII y supuso también un gran cambio politico y social.
La muerte de Arturo complicó sobremanera la existencia a su viuda. Condenada a casarse con Enrique VIII de Inglaterra, será humillada y abandonada por su marido, quien la repudió para casarse con Ana Bolena, tras dar a luz cuatro niños que nacieron muertos y una niña, que sería la futura reina de Inglaterra, María I, María Tudor, más conocida como “María la sanguinaria” (Bloody Mary).
ResponderEliminarUn saludo.
A nuestra Catalina no le dio su cuñado y marido una buena vida. Tampoco sus padres querían verla de regreso a España. No debió ser fácil.
EliminarSaludos
No ha sido Inglaterra, como muchos todavía afirman, una nación secularmente adversa a España. Por otra parte, el retrato de Doña Catalina rebosa una natural dignidad e inteligencia.
ResponderEliminarMis saludos.
Tienes razón el retrato rebosa dignidad, inteligencia y tristeza.
EliminarSaludos
A pesar del acercamiento entre los dos reinos, los british ya pirateaban nuestros barcos cargados con mercancías de colonias. Un clásico.
ResponderEliminarSaludos
La política matrimonial intentaba aumentar los acuerdos entre los reinos. Gracias por tu comentario.
EliminarSaludos
La historia es un juego de dados donde no todos ganan. Un placer esta lectura. Un saludo.
ResponderEliminarHola Ambar:
ResponderEliminarNingún primogénito o hijo de los reyes ingleses que llevara el nombre de Arturo subió al trono. Salvo el Arturo de la leyenda, no ha habido otro rey.
El sudor inglés. Es posible que un hantavirus hubiese sido el culpable. Una sociedad no muy limpia, con individuos tampoco muy higiénicos...Hace tiempo en el otro blog escribí sobre ella. Justo como refieres, hubo una epidemia en 1502 por lo cíclica que era, lo que hace más probable que fuese viral. este es el link: http://caracasylondresmedieval.blogspot.com.es/2011/10/cuestion-de-olores.html
Besos
El gran pecado de Catalina fue no engendrar varón. Asunto importante hoy, aunque menos, pero entonces, primordial.
ResponderEliminarFue una muy digna reina, pese a todo lo que tuvo que sufrir.
El cuadrito de Juan de Flandes, que he visto, está muy bien, pero el de Sittow, creo que está en Viena, aunque no lo he visto al natural, es el que más me gusta.
Un saludo, Ambar.
No tuvo suerte Catalina. Se muere su marido y el matrimonio con Enrique VIII ya sabemos como terminó.
ResponderEliminarUn saludo.
Cualquier niño podía considerarse enfermizo y débil, tímido y retraído ante el físico y la fogosidad de su hermano Enrique que, aunque niño, ya daba muestras de su lozanía. ¿Fiebres? Tantos eran los males de entonces, las epidemias malditas y los conatos de peste, que cualquiera de los males, incluso un resfriado, pudo llevarse al príncipe al otro mundo.
ResponderEliminarUn saludo
Ambar, siempre me asusta el pensar que a los 14 años ya te podían casar, ¿ te imaginas? no tendrían infancia, ni conocerían los juegos , y perderían pronto la inocencia de una de las mejores épocas de la vida...como dice Punset, cualquiera tiempo pasado fue peor...
ResponderEliminarUn gran abrazo
Que vida tan complicada, si para los reyes todo era decidido por otros, no quiero ni pensar como seria la de las personas del pueblo, que dependían de lo que querían los poderosos.
ResponderEliminarY me asombra que a los dos años de nacer ya estuviesen maquinando el matrimonio de un niño, que aunque estaba destinado a ser rey todo fuese por ensanchar tierras, y tener alianzas por que si, nada tenia que ver con los sentimientos, por eso casi todos fueron desgraciados en el amor, los casaban y a procrear, y después cada uno hacia su vida, sobre todo el rey (creo yo)
Otra entrad magnifica. Un beso.