Carlos de Austria y Portugal - Sanchez Coello - Museo del Prado
Hay quienes dicen que éste príncipe fue mal gestado y peor parido. Y quizá no les falte razón. Fue el fruto del matrimonio entre Felipe II, en aquella época príncipe de Asturias, y de Dª María Manuela de Portugal. Ambos cónyuges tenían dieciséis años cuando se celebraron los esponsales y existía mucha prisa por asegurar la descendencia por lo que María Manuela fue sangrada en varias ocasiones con el fin de aumentar su capacidad de procrear.
El 8 de julio de 1545 nació el ansiado heredero. El parto se desarrolló de mala manera a decir de los cronistas y tras largas horas de sufrimiento de la princesa nació Don Carlos que, además de venir "mal colocado" o quizá por esto mismo, causó la muerte de su madre.
Ya desde muy pequeño D. Carlos dió muestras de rarezas pues, parece ser que mordía los pechos de sus nodrizas hasta hacerlas gritar de dolor y no logró decir ni una palabra hasta pasados los tres años. El diplomático veneciano Badoero informaba al Senado de su país: "El príncipe D. Carlos tiene doce años. Su cabeza es desproporcionada con respecto a su cuerpo, su complexión es débil y anuncia un carácter cruel. Cuando le llevan liebres u otras piezas de caza, su mayor placer consiste en que las asen vivas. Arranca los ojos a los pajarillos que caen en sus manos. Es colérico y sumamente obstinado"
Unos años después el embajador del rey de Bohemia, barón Dietrichstein describe al príncipe ya adolescente: "Tiene la piel amarilla, uno de sus hombros es más alto que el otro y su pierna derecha más corta que la izquierda. Come mucho y con avidez, no hace ningún ejercicio y cuando se propone alguna cosa la persigue con ardor. Al ver que su padre no le hace ningún caso ni le concede autoridad alguna anda medio desesperado". En ésta última frase es posible que radique la autentica razón de los problemas que habrían de desarrollarse con el tiempo.
D.Carlos, Príncipe de Asturias - Sanchez Coello - Museo del Prado
Aquel príncipe, huérfano de madre, separado de su padre, que había contraído nuevas nupcias con María Tudor, y que se encontraba en Inglaterra o en los Países Bajos y olvidado de su abuelo que se había retirado a Yuste, creció sin cariño y sin dirección y se convirtió con el tiempo en el protagonista de una tragedia familiar.
Cuando Felipe II regresa a España en 1559 su hijo tenía catorce años. Lo encuentra enfermo de fiebres y con aspecto macilento.
D. Carlos había sido prometido hacía tiempo a la hija del rey de Francia, Isabel de Valois pero, D. Felipe, puesto que ya estaba viudo de María Tudor, decide desposar él mismo a Dª Isabel. Es posible que este acontecimiento supusiera un duro golpe para el príncipe.
Isabel de Valois tenía una edad aproximada a la del príncipe, era simpática y afectuosa y acogió a éste con amistosa ternura. Fue quizás la única vez que D. Carlos se sintió querido. Jerónimo de Moragas dice "Carlos se sintió comprendido y agradecido y amó a Dª Isabel como aman los perros."
Pero esta relación fue entendida de distinto modo por quienes les rodeaban y fue también el inicio de la publicidad negativa que ha perseguido a Felipe II. Algunas calumnias se esparcieron desde los Países Bajos y otras fueron los enemigos del Rey las que las hicieron circular desde España. Esta situación dio lugar siglos más tarde a la opera de Verdi, "D. Carlo" que a su vez se basaba en el drama de Schiller "Don Karlos, infant von Spein".
Isabel de Valois - Juan Pantoja de la Cruz - Museo del Prado
El príncipe continuaba con su enfermiza constitución por lo que en 1561 los médicos aconsejan un cambio de aires y D.Carlos es enviado al palacio de Alcalá de Henares, en cuya Universidad se instruía en Latín y en otras materias, acompañado de D.Juan de Austria y de Alejandro Farnesio. Es allí donde, persiguiendo a una criada que le había resultado atractiva y que no se dejó convencer por sus requerimientos, cayó rodando por unas angostas escaleras sufriendo heridas de distinta consideración, la peor de ellas en la cabeza. Lo recogieron maltrecho y lo curaron, pero a los tres días apareció la fiebre, la herida se había infectado y se produjo una erisipela que se extendió por la cara y el pecho. Como es lógico se celebraron muchas consultas de médicos y se pensó en la trepanación, terapia que parece ser que realizó Vesalio, médico de cámara de Felipe II. A pesar de ello la gravedad continuaba y se recurrió entonces a la "terapia de las reliquias" instalándole en su cama el cadáver de un franciscano llamado Diego de Alcalá y que había muerto en olor de santidad muchos años antes. Fuera por lo que fuese, el príncipe se curó y fray Diego de Alcalá fue beatificado.
Universidad de Alcalá de Henares
A partir de entonces D. Carlos regresa a Madrid y desde ese momento las fiestas se suceden y empieza a mostrarse caprichoso en su vestimenta y en el uso de joyas gastando gran cantidad de dinero. Además, empieza a mostrarse colérico ante las cosas que no eran de su agrado. En una ocasión intentó que un zapatero que no había confeccionado sus zapatos a su gusto se los comiera. Desafiaba y cruzaba apuestas con los cortesanos de su entorno y su espíritu era cada vez más competitivo y así pasaba los días cometiendo distintos desafueros. Como nada escapaba al conocimiento de D. Felipe, esta conducta de su hijo acaba provocándole un descontento y un despreció que los separa todavía más. Este mal entendimiento entre padre e hijo era la comidilla de todas las cortes europeas que eran puntualmente informadas por sus embajadores.
D. Carlos se fue convirtiendo en un ser cada vez más violento y el intento de rivalizar con su padre le llevaba a cometer actos propios de un demente. Un día obligó al caballerizo de su padre a ensillarle el caballo favorito de éste y lo montó de tal modo que el pobre animal murió a los pocos días. Otro día abofeteó a dos amigos de D Felipe a quienes además llegó a amenazar con un puñal. No obstante junto a estos actos hay que mencionar otros radicalmente opuestos y que traducían una gran generosidad, ya que, se hacía cargo de la manutención de muchos niños abandonados y pagaba las deudas de algunos encarcelados. Cara y cruz de este extravagante personaje.
D.Carlos empezó a tener en su mente una única obsesión "Flandes."Ansiaba el gobierno de los Países Bajos como fuera y a cualquier precio. De hecho escribió a varios grandes de España solicitando dinero para iniciar su anhelado viaje y diciendo a quien quisiera oírle que su padre era el ser al que más detestaba. Cuando supo que el duque de Alba había sido nombrado lugarteniente de su Majestad en Flandes se abalanzó sobre él gritando "Soy yo quien debe partir, vos no iréis porque yo os mataré". El duque era hombre fornido y no tuvo ningún problema para quitarse de encima al enclenque príncipe. Llegado a éste punto Felipe II consideró que era ya el momento de acabar con tanta locura.
A las once de la noche del 19 de Enero de 1568 el Rey vestido con casco y coraza y acompañado de miembros de su corte entró en los aposentos del príncipe. Ordeno que fueran recogidos todos sus papeles, registrados todos sus muebles y retiradas todas las armas y objetos metálicos. La furia del príncipe llegó al paroxismo, insultó a su padre y lo llamo tirano. Felipe con rostro gélido se limito a responder: "dada vuestra conducta no os trataré como padre sino como rey".
El Rey ordenó después que se pusiera vigilancia en la puerta de los aposentos de su hijo y que nadie entrara en ellos sin su consentimiento.
Isabel de Valois se enteró de los acontecimientos a la siguiente mañana y solicitó a D. Felipe permiso para ver al príncipe pero le fue denegado. El embajador francés informó a su gobierno que la Reina lloró amargamente.
Como era de esperar estos sucesos provocaron un autentico escándalo en España y fuera de ella. Los embajadores acreditados en Madrid informaron de los hechos a sus gobiernos que quedaron conmocionados ante la frialdad de Felipe II. Uno de los más grandes historiadores de la época, Gachard, escribe: "Es muy difícil saber si la actitud de Felipe II denotaba la firmeza de carácter propia del justo o simplemente dureza de corazón y ausencia de sentimientos paternales". Gachard sigue escribiendo: "Su Majestad ha decidido excluir al Príncipe de Asturias de la sucesión a la corona y mantenerlo recluido hasta el fin de sus días".
Retrato de Felipe II - Sofonisba Anguissola
Calculador como era y dándose cuenta de la mala impresión que éstos hechos habían provocado, D. Felipe envió cartas al Papa y a las cortes europeas contando su versión de los hechos y argumentando que la resolución de recluir a su hijo había sido tomada "por motivos tan justos y razones tan urgentes que le resultaba imposible dejar de tomarlas si quería cumplir con sus obligaciones como rey, convencido como estaba de que era lo más conveniente para el servicio de Dios y el bien de los reinos".
Dándose cuenta el príncipe de cual era su destino decidió que debía morir. Como no tenía armas ni instrumentos que le permitieran el suicidio consideró que lo mejor era dejarse morir por inanición y así inició una huelga de hambre. Informado el rey de las intenciones de su hijo sólo respondió "ya comerá cuando le apriete el hambre" Y así fue. D. Carlos volvió a comer y lo hizo de manera compulsiva como era propio a su carácter y persistieron sus rarezas y su desesperado comportamiento.
A mediados de Julio, seis meses después de su reclusión, le fueron servidas al príncipe unas perdices con gran cantidad de especias, parece ser que fueron de su agrado puesto que se las comió enteras. Al poco sintió mucha sed y para saciarla bebió gran cantidad de agua fría. Por la noche se vio acometido por grandes dolores abdominales y vómitos que no cesaban a pesar de los purgantes y de los distintos remedios que le administraron. El príncipe hizo llamar a su confesor para preparase a morir y tras dictar su testamento solicito ver a su padre. Aunque parezca increíble Felipe II no acudió a la llamada de su hijo.
D.Carlos, Príncipe de Asturias, murió el 24 de Julio de 1568. El Rey, que no acudió a confortarlo en sus últimos momentos, ordenó solemnes funerales y la corte estuvo de luto durante un año.
Esta muerte dio lugar a muchos rumores recogidos en la "leyenda negra" contra el monarca español y se llegó a decir que el príncipe había sido envenenado por orden de su padre. Estas acusaciones hace tiempo que fueron desmontadas pero dice el historiador Gachard "No sólo se mata con el hierro, el veneno o el garrote. Las torturas morales son también un suplicio y Felipe II podrá ser difícilmente justificado ante la posteridad de las que le hizo sufrir al desgraciado D. Carlos".
A día de hoy la causa de la muerte de D. Carlos sigue siendo de origen desconocido.