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miércoles, 10 de noviembre de 2021

Enrique IV de Castilla, "El impotente"

 




La vida de este rey, nacido en 1425, no fue fácil. Se vio rodeado de intrigas casi desde el mismo momento en que vio la luz del día y tuvo que lidiar con ellas con una pobre salud y una inteligencia, según parece, bastante escasa. Tampoco la genética se lo puso muy fácil : hijo de primos carnales padecía - según Marañón que hizo, en un extraordinario trabajo, la biografía clínica del personaje - displasia eunucoide ligada a la acromegalia. 

 Enrique era un hombre alto, desgarbado, con una cabeza demasiado grande para su cuerpo, de piel blanca, de voz dulce y aflautada y con una predilección especial por los animales, los bosques y los sitios solitarios. En él se sucedían los momentos de entusiasmo con otros de abulia y desánimo. Como es lógico estas características desconcertaban a todos aquellos que le rodeaban, aunque algunos, buenos conocedores de su carácter, supieron aprovechar en su propio beneficio esas peculiaridades.

Sus padres, Juan II de Castilla y María de Aragón, presentaban una falta de entendimiento que probablemente también influyó en el pobre Enrique por lo que cabe pensar que su infancia fue cuanto menos triste. 

Enrique, cuyas hermanas habían muerto antes de que el cumpliera los cuatro años, tuvo como compañero de juegos a Juan Pacheco, un joven cinco años mayor que el príncipe, inteligente y ambicioso, que consiguió en pocos años tener una enorme ascendencia sobre el heredero. Con apenas 22 años Pacheco ya fue nombrado camarero mayor del príncipe. 



Blanca de Navarra - José Moreno Carbonero (1880)


Como era normal en la época, el matrimonio de Enrique se concertó pronto y por supuesto por razones políticas. La elegida fue Blanca de Trastámara y Evreux, infanta de Navarra y de Aragón y hermana del príncipe de Viana. El enlace se produjo en 1440, cuando Enrique tenia 15 años y su flamante esposa apenas un año más. Existe documentación fehaciente para afirmar que el matrimonio no llegó a consumarse jamás y así lo atestiguaron bajo juramento ambos contrayentes cuando años más tarde Blanca fue repudiada por Enrique IV, aunque éste aseguró estar hechizado y ser ésta la causa de no poder copular con su esposa. Empieza entonces a correr el rumor de que el príncipe era impotente. 

Mientras tanto Juan Pacheco seguía su imparable ascenso en la corte. En 1445 tras la primera batalla de Olmedo entre castellanos y los infantes de Aragón, fue nombrado marqués de Villena. A partir de entonces la obtención de títulos y prebendas se sucederían de manera continua. 

D. Juan, viudo desde hacía dos años, se casa en segundas nupcias con Isabel de Portugal. Con ella tuvo dos hijos: Isabel - que años más tarde heredaría el trono y sería llamada La Católica - y Alfonso.  Cuando nace Isabel su hermanastro, el príncipe Enrique, tenía ya 26 años.

Juan II  moriría en 1454 y Enrique sería proclamado rey. La reina viuda y sus hijos Alfonso e Isabel, que contaban, en aquel entonces  tres años la mayor y apenas uno el pequeño, fueron enviados a Arévalo donde permanecerían recluidos. A partir de ese momento Juan Pacheco tomaría las riendas del gobierno con la aquiescencia de Enrique, convirtiéndose así en el valido del nuevo rey. 

Se había concertado ya un segundo matrimonio para Enrique puesto que la sentencia de divorcio de su primera esposa, Blanca de Navarra, se había firmado en 1553 y apremiaba la llegada de herederos. La elegida, Juana de Avis, hermana del rey de Portugal, era mujer de enorme belleza y atractivo aunque, como ambos eran primos, tuvieron que solicitar la bula papal. La boda se celebró en 1555 y aunque era costumbre en Castilla que al consumarse el matrimonio estuvieran en la cámara real un notario y varios testigos del acto no fue así en esta ocasión ya que, Enrique, previamente, había derogado esta ley. Tal vez por ello los rumores sobre su impotencia crecían día a día. 


Juana de Avis


Desde 1456 hasta 1461 el gobierno del Castilla estuvo en manos del marques de Villena, cuyo poder en señoríos y rentas era enorme y en inteligencia y habilidad política muy superior al rey. El resto de los nobles, sintiéndose amenazados, formaron una Liga en contra del valido pero Pacheco haciendo gala de una enorme astucia y falta de escrúpulos hizo recaer todas las culpas en el arzobispo Alonso de Fonseca y se incorporó a la Liga con el mayor cinismo. Afianzando su posición muchos de los nobles que formaron parte de la Liga entraron en el consejo de Estado. 

En este periodo entraría también en escena Beltrán de la Cueva. Perteneciente a la nobleza,  aunque de inferior rango, ingresó como paje en el servicio real gracias a la petición que su padre le hizo al rey. El joven paje supo granjearse muy pronto las simpatías de Enrique y al poco tiempo ya ocupaba el cargo de mayordomo. El ascenso a partir de ese momento fue meteórico llegando a convertirse en el primer duque de Albuquerque. Contaba Beltrán con el apoyo de la poderosa familia de los Mendoza, por haber matrimoniado con una de las hijas de dicha familia, y con el respaldo de la reina Juana. 

El marqués de Villena y el resto de los nobles sintiéndose amenazados organizaron de nuevo La Liga dotándola de un mayor contenido político, decididos a impedir que Beltrán se convirtiera en el nuevo valido de Enrique. 


Beltrán de la Cueva


Mientras tanto, en la Corte, seguían creciendo los rumores sobre la impotencia del rey. Enrique, tal vez para acallar las habladurías o tal vez porque ese fuera su deseo, mantenía escandalosas relaciones con algunas mujeres. Como ni de su esposa ni de ellas lograba descendencia los rumores no hicieron sino aumentar. 

Vista la situación, los nobles exigieron al rey, que ante la ausencia de hijos, su hermano Alfonso, de siete años de edad, fuese nombrado heredero. Enrique, que no deseaba realizar ese nombramiento, trató de reaccionar ante la exigencia de los nobles estableciendo una alianza con Carlos, Principe de Viana - legitimo heredero del Reino de Aragón y que tenía derecho a titularse Rey de Navarra - ofreciéndole, para contar con su apoyo, a su hermana Isabel como esposa. La temprana muerte del Principe de Viana vino a cambiar el tablero político. 

Así estaban las cosas cuando la reina Dª Juana anuncia que esperaba descendencia y sería en febrero de 1462 cuando alumbraría a una niña a la que se impuso el nombre de su madre: Juana. 

Enrique IV reunió a las Cortes para que juraran a la recién nacida como Princesa de Asturias y por tanto heredera al trono. En su alegría por el nacimiento concedió a Beltrán de la Cueva el condado de Ledesma y este hecho despertó las habladurías de quienes decían que a Beltrán se le estaban pagando "otros favores". Se empezó a decir que el rey era homosexual, que la reina era una adúltera, que la hija nacida del matrimonio no era en realidad hija del rey sino de Beltrán y se terminó apodando a la niña "Juana, la Beltraneja”. 



Juana "la Beltraneja"

El marqués de Villena, instigó de nuevo a La liga para reactivarla intentando con ello contrarrestar el poder adquirido por Beltrán acusando a éste de todos los males del reino y de tener una influencia nociva sobre el rey. A la Liga se fueron uniendo cada vez más nobles. 

Finalmente el 5 de junio de 1465 los nobles siguiendo a Pacheco organizaron una representación que pasaría a la historia como "la farsa de Avila". Se colocó, junto a las murallas de la ciudad, un estrado con la figura de un pelele que representaba a Enrique IV y mientras se le iba despojando de la corona , el cetro y demás atributos reales se leía un manifiesto en el que se le acusaba de ser homosexual, de haber forzado a la reina a yacer con Beltrán de la Cueva para obtener un heredero, negándole por lo tanto a la pequeña Juana toda legitimidad. Al grito de "al suelo puto" tiraron el monigote del rey y nombraron al pequeño Infante Alfonso nuevo rey de Castilla entronizándole como Alfonso XII. 

Se desencadenó una guerra civil y durante los tres años que siguieron a la "farsa de Avila" Castilla tuvo dos reyes y una lucha fratricida. Finalmente se iniciaron las negociaciones entre el marqués de Villena, el arzobispo Fonseca y Enrique IV. El pacto de reconciliación consistió en poner sobre la mesa a los tres posibles herederos del rey y buscar en los posibles matrimonios las alianzas que contentaran a todos. Así pues, el infante Alfonso se sometería al rey Enrique pero sería nombrado heredero con la condición de que se casara con Juana (para algunos la ilegitima hija de la esposa del rey). La infanta Isabel debería casarse con el hermano del marqués de Villena - consideraba Pacheco que de ese modo tenía otras riendas de las que tirar . Afortunadamente para Isabel el "novio" murió repentinamente - parece ser que de apendicitis - cuando se dirigía a la Corte. 

A pesar de las negociaciones y su aprobación por aquellos que representaban a cada uno de los bandos las contiendas entre los partidarios de Enrique y quienes querían a Alfonso como rey continuaban. Mientras tanto la esposa de Enrique IV, la reina Juana, que había sido entregada como rehén a los Fonseca había andado en amoríos con un joven y había quedado embarazada. Este hecho agravaría aún más la situación de su hija. 

Nadie contaba con que se produjera en el verano de 1468 la inesperada muerte del infante Alfonso. Muchos dijeron que se había producido por la peste, otros que envenenado por el propio Pacheco ya que de este modo se acercaban las posturas entre Enrique y el marqués de Villena y se acababa la dualidad existente. En recientes investigaciones realizadas sobre los restos óseos del príncipe queda patente que la peste no fue la causa de su muerte y que tal vez los que opinaban que fue envenenado no andaban lejos de la realidad. 

Isabel  "la Católica"

Para evitar los conflictos bélicos desencadenados, Pacheco y Fonseca ofrecen al rey una solución: Isabel sería nombrada Princesa de Asturias como heredera al trono de Castilla y debería casarse con Alfonso V de Portugal. Juana ( la única hija de Enrique) casaría con el heredero del rey portugués asegurando así el que en el futuro también fuera reina. 

 Isabel aceptó firmar el acuerdo por el que era nombrada Princesa de Asturias haciendo que este reconocimiento se fundamentara en el derecho que ella poseía ya que el rey Enrique nunca pudo estar  legítimamente casado con Dª Juana  puesto que uno de los términos de la bula papal no se había ejecutado y por lo tanto ésta, según los términos en los que había sido concedida, quedaba sin efecto. 

 En este acuerdo conocido como El tratado de los Toros de Guisando, Isabel hizo reconocimiento de obediencia a Enrique como legítimo rey. Todo el tratado fue confirmado y legitimado en nombre del Papa por Antonio de Veneris, nuncio de Paulo II. 

Sin embargo Isabel que, en contra de lo que pensaba Pacheco,  no tenía un carácter dócil y desde luego no era persona sumisa, se negó a casarse con el rey portugués y además rechazó a todos los candidatos que le propusieron afirmando que tan solo se casaría con Fernando, el hijo y heredero del rey de Aragon, incumpliendo de este modo uno de los compromisos. El enlace matrimonial se celebró en Valladolid en 1469. 

La boda causó la indignación de Enrique IV y de Pacheco, proponiendo éste último anular el tratado de Guisando y reconocer a la pequeña Juana como hija legítima y consecuentemente nombrarla heredera del Reino Castilla. El intento del marqués de Villena y del rey fracasó y el reino sin apenas gobierno por parte de Enrique cayó en el caos y la anarquía. Mientras tanto Isabel y Fernando cosechaban cada vez más adeptos entre la nobleza y las ciudades pues se consideraba que eran los únicos que podían ofrecer estabilidad a Castilla. El nuevo Papa, Sixto IV, intervino sellando una alianza entre Isabel y Fernando y la Sede romana. Finalmente en las navidades de 1473 Enrique e Isabel se reconciliaron. Pacheco se retiraría tras este acto falleciendo poco después. 



Los Toros de Guisando

No sabemos si la enfermedad que acabaría con la vida de Enrique IV se inició un mes después de la reconciliación o había empezado mucho antes aunque los síntomas más dolorosos y graves se iniciaron entonces. Instalado en Madrid los dolores abdominales lo consumían y tan solo cuando la enfermedad se lo permitía salía a pasear por los bosques del Pardo debiendo regresar, en algunas ocasiones, tumbado en un camastro. 

Falleció durante las primeras horas del 12 de diciembre de 1474, cuando faltaban pocos días para que hubiera cumplido 50 años. Los cronistas de la época dijeron que la muerte se debió a un "flujo de sangre" aunque los síntomas que describieron apuntan a una litiasis biliar o renal o incluso a un cáncer de colon. Pero lo cierto - escribe Marañon - es que los trastornos descritos se acoplan también a los del envenenamiento; tal vez por arsénico, el más usado en aquella época y en cuya fase final hay una intensa gastroenteritis sanguinolenta. Aunque la opinión del ilustre médico no puede ser ignorada se debe advertir que no existe ningún dato documental que avale su teoría. 

Murió sin dejar testamento. Su cadáver fue colocado sobre unas viejas tablas y llevado sin pompa alguna a hombros de gente, a la que se había pagado para hacerlo, hasta el el Monasterio de Santa María del Paso. El Cardenal Mendoza tuvo a bien oficiar una postrera ceremonia antes de acudir a Segovia para colocarse al lado de Isabel. 

Triste muerte para un rey de triste vida y del que no existen datos para poder afirmar que fuera impotente, que no lo fuera o que solo lo fuera episodicamente como afirman algunos historiadores incluido el propio Marañon. Tampoco existen datos de que la acusación de homosexualidad correspondiera a la realidad o a los intereses políticos. En cualquier caso lo que si parece cierto es que su personalidad, consecuencia de las alteraciones biológicas que sufría, le convirtieron en un personaje fácilmente manejable por los demás.



Posteriormente el cadáver de Enrique IV fue trasladado al Monasterio de Guadalupe.

viernes, 22 de octubre de 2021

Antonio María de Orleans y Borbón

 




Nacido en ilustre cuna, este personaje nieto de reyes, tanto por parte materna como paterna, y sobrino de la entonces reina de España, Isabel II, abrió los ojos en el sevillano palacio de San Telmo en 1866, siendo nombrado Infante de España desde ese mismo momento. 

Antonio María no hizo honor a su noble cuna ni a sus ilustres apellidos y dio muestras a lo largo de su vida de un carácter voluble y frívolo que marcaría su existencia. Probablemente en la formación de ese carácter intervendrían factores externos durante su infancia que serían determinantes, porque los apellidos añejos y teñidos de alcurnia no siempre van acompañados de hidalguía, honestidad y autentica nobleza.

Hijo de María Luisa de Borbón, hermana de Isabel II, y de Antonio de Orleans, duque de Montpensier, su nacimiento coincidió con la etapa conspiradora de su padre, que no cesaba en su empeño de destronar a su cuñada para ceñir en su propia cabeza la Corona de España. El duque llegó a financiar con su  dinero, para así lograrlo, algún episodio de la revolución de 1868, aquella que recibió el nombre de "La Gloriosa" por los españoles que se sentían contentos de mandar a Isabel II al exilio. No le salió bien a Montpensier la jugada y el duque y su familia fueron obligados a abandonar España en julio de ese mismo año. 

 Los duques y sus hijos se instalaron en Francia, en el Castillo de Randán. Antonio María contaba apenas dos años y sería en el país vecino donde recibiría su primera educación. 

En 1874 se produjo en España la restauración de la monarquía en la persona de Alfonso XII y los Orleans Borbón se apresuraron a regresar y a volver a ocupar el palacio de San Telmo de Sevilla. Antonio María tenía ocho años y se supone que el resto de su infancia fue, como poco, entretenida dado el gran numero de hermanos que tenía. 

Los estudios no se le daban demasiado bien y su interés por ellos era escaso por no decir que casi nulo. Tampoco fue brillante su paso por el ejercito a pesar de que, bajo el ala protectora del rey, recibió la Orden del Toisón de Oro y se incorporó al Regimiento de Húsares de la Princesa. 

Los Montpensier habían logrado casar a una de sus hijas, Mercedes, con el rey de España y dada la desgraciada muerte de esta reina a los pocos meses de contraído el matrimonio aspiraban a que Antonio María se casase con algún miembro de la Familia Real. 

Eulalia de Borbón

De la Familia Real española tan solo la infanta Eulalia podía ser candidata ya que la infanta Paz estaba casada y la infanta Isabel era viuda y contaba con muchos más años que Antonio María. Eulalia estaba soltera y se daba la circunstancia de que el propio rey AlfonsoXII había considerado que el matrimonio de Antonio María y Eulalia era conveniente a los intereses de la Corona. En su lecho de muerte el rey consiguió arrancarle a la infanta la promesa de que se casaría con el de Orleans. 

Ni ella quería ni él tampoco pero, los deseos y razones de la familia se impusieron y ambos se sintieron obligados a unir sus vidas sin amor, sin cariño y sin ni siquiera respeto del uno por el otro. La boda se celebró en el Palacio Real de Madrid en marzo de 1886, pocos meses después de la muerte de Alfonso XII. Fue una ceremonia triste, sin apenas celebración, con unos contrayentes de aspecto frío que más parecían ir al matadero que al matrimonio. 

Ni Eulalia ni Antonio María estaban enamorados y además su personalidad y carácter eran totalmente opuestos. La infanta Eulalia era inteligente, culta, liberal, feminista, independiente y cosmopolita. Por el contrario su esposo era hombre de escasa inteligencia, mujeriego y libertino, amante de los lujos, generoso con las mujeres y tremendamente despilfarrador.

Las desavenencias matrimoniales de la pareja se produjeron muy tempranamente a pesar de los cual tuvieron tres hijos: Alfonso, Luis Fernando y una niña que nació muerta. Los dos hijos sufrieron de manera muy profunda la mala relación de sus padres especialmente el menor de ellos, Luis Alfonso, al que el rey Alfonso XIII llegó a quitarle su condición de Infante de España y a prohibirle la entrada en territorio español debido a su escandaloso comportamiento. 

Alfonso y Luis Fernando con su madre


Antonio María no tardo mucho en tener amantes, con una de las cuales - una hermosa andaluza que comenzó trabajando como empleada en la limpieza domestica y que tras enamorar a Antonio se convirtió en vizcondesa - tuvo una relación de varios años. A esta andaluza, llamada Carmen Gimenez no le faltaron los lujos y, como todos los nuevos ricos, hacía gala de su recién adquirida riqueza por las distintas ciudades europeas que visitaban. Antonio María, ante la ausencia de hermanos varones, había pasado a heredar a la muerte de su padre la inmensa fortuna del duque de Montpensier y la gastaba a manos llenas junto a su amante. En Madrid, cuyas gentes siempre estaban dispuestas a los chascarrillos, se la empezó a llamar"la Infantona". 

Este romance de Antonio María había llegado como era lógico a oídos de Dª Eulalia quien - a pesar de que también tenía relaciones extramatrimoniales conocidas - se sentía ofendida no tanto por ser la esposa humillada sino porque el derroche de dinero del que hacía gala su marido la estaba dejando en la ruina. 

En 1885, huyendo de la Corte madrileña, que se sentía aterrada ante esa conducta tan escandalosa, fijaron su residencia en Paris donde ambos se sentían más libres para continuar con sus devaneos amorosos. 

Carmen Gimenez Flores

No obstante, el matrimonio, cumpliendo con sus deberes para con la Corona, viajó por toda Europa a pesar de que su vida conyugal fuera de hecho inexistente. En Londres, en 1887, fueron los embajadores de la Familia Real en el Jubileo de la reina Victoria de Gran Bretaña. En 1893 y con ocasión de la Exposición Universal de Chicago la reina Regente, María Cristina, les envió en misión especial a Cuba y a Estados Unidos. 

El carácter pusilánime y medroso de Antonio María se puso de manifiesto cuando estalló la guerra de Cuba en 1898. Para evitar ir al frente fingió estar enfermo y se desvinculo del Ejército y de todas las responsabilidades que como miembro de la Casa Real le correspondían. 

La separación de la pareja se produce definitivamente en 1900, aunque no aparecían juntos desde hacía ya cinco años. Fue la propia infanta Eulalia, harta de que su esposo malgastara además de su fortuna la asignación que como infanta de España le correspondía, quien solicitó la separación legal. 

Antonio María, derrochador como era, dilapidó en poco tiempo el resto de la fortuna de su padre y también las propiedades italianas recibidas como herencia de la duquesa de Galliera. Sus amantes, tanto Carmen como Louise Chardonnet, recibieron regalos por valor de muchos millones de pesetas y los viajes y los lujos se llevaron el resto de su herencia hasta dejarlo arruinado. 

En 1919 y ante la perdida de casi todo el patrimonio familiar, fue inhabilitado legalmente por sus hijos y conducido a España donde se le recluyó en una de sus propiedades en Sanlúcar de Barrameda. Consiguió escapar  de su aburrido encierro y dirigirse de nuevo a Francia. Permaneció solo y en la más absoluta miseria en su casa de Neuilly-sur-Seine hasta su fallecimiento ocurrido el 24 de diciembre de 1930. No parece que su muerte causara el disgusto de nadie. 

Fue enterrado en el Panteón de Infantes del Monasterio de El Escorial.

lunes, 4 de octubre de 2021

Leopoldo III de Bélgica

 




Este príncipe, del que se ha dicho que durante su reinado dividió y traicionó a Bélgica, vino al mundo el 3 de noviembre de 1901 en Bruselas. Era hijo de Alberto I y de Mª Gabriela de Baviera y se convirtió en heredero al trono a la muerte de su tío-abuelo, el indigno Leopoldo II. 

En sus comienzos consiguió dar la sensación a sus conciudadanos de que se trataba de un hombre valiente y esforzado ya que con apenas catorce años se enroló en el ejercito belga, siendo el más joven de los voluntarios que combatieron contra los alemanes en la Primera guerra Mundial. 

Terminada la contienda se trasladó a Inglaterra para continuar sus estudios en el Eton College. Posteriormente - y con el propósito de completar la educación de quien, llegado el día, se convertiría en rey - pasó por la escuela militar de su país alcanzando el grado de subteniente del ejercito. También realizó viajes por el extranjero como parte de la educación. 

En noviembre de 1926 contrajo matrimonio con la princesa Astrid de Suecia, quien pasaría a ganarse el afecto de los belgas incluso antes de la boda. Era bella, elegante, deportista, dulce, cercana al pueblo y estaba enamorada de Leopoldo del mismo modo que el príncipe lo estaba de ella. 

Esta boda, contraída por amor, llenaría de alegría al pueblo belga a pesar de lo difícil que resultaba poner de acuerdo a un pueblo, relativamente nuevo en su formación ( 1830) y constituido mayoritariamente por dos comunidades étnica y lingüísticamente diferentes : en el norte, la región de Flandes, donde se habla neerlandés - lo que en términos coloquiales denominamos flamenco - y el el sur, Valonia, cuya lengua es el francés. Se instauró en el nuevo Estado, como forma de gobierno, la Monarquía Parlamentaria y Constitucional y se determinó que Bruselas fuera la capital del nuevo Reino. 



Los príncipes Leopoldo y Astrid cumplieron con el deber de procrear - tarea que en su caso no debió resultar ingrata - y un año después de la boda nacía la primera de sus hijas. Posteriormente lo harían dos varones: Balduino y Alberto. Ambos acabarían ocupando el trono de Bélgica.  

En 1934 el padre de Leopoldo fallecía tras un desgraciado accidente que conmocionó al país y este hecho provocaría, mucho antes de lo esperado, la subida al trono de los príncipes. 

Aun esperaba a la familia real y al pueblo belga otra desgracia. Apenas un año después de su ascenso al trono el rey Leopoldo inició, junto a su esposa, un viaje de placer por Suiza. El coche en el que viajaban, conducido por el propio Leopoldo, chocó frontalmente contra un árbol. Como consecuencia la reina Astrid moría prácticamente  en el acto. 

Los belgas quedaron desolados, habían respetado y querido al rey Alberto del mismo modo que habían admirado y querido a la reina Astrid y en poco más de un año habían perdido a ambos. 

El pueblo belga despidió a su querida reina abarrotando las calles al paso del cortejo fúnebre con sus restos, en respetuoso silencio, con lágrimas en los ojos y lanzando flores a su paso. 

No tuvo fácil Leopoldo esos primeros años de su reinado y cabría añadir que tampoco fueron fáciles los siguientes. 

La caída de valores en la bolsa de Estados Unidos conocida como el crack del 29 había provocado en Europa un declive económico que también tuvo su repercusión el Bélgica. Como consecuencia la industria, el comercio y la agricultura se vieron afectados, las exportaciones disminuyeron y la tasa de paro aumentó. Durante este periodo los partidos de la extrema derecha vieron crecer sus escaños en el Parlamento. Por otra parte la Alemania nazi iniciaba en 1939 la invasión de Polonia lo que provocaría la 2ª Guerra Mundial. 

Alemania invadió Bélgica el 10 de mayo de 1940. Leopoldo, en su condición de jefe supremo del ejercito  se puso al mando de las tropas belgas que combatieron ferozmente a los alemanes . A los pocos días de iniciarse la lucha los belgas se vieron obligados a replegarse en el río Lys, donde presentaron su ultima batalla. Habían pasado 18 días desde que se inició el combate cuando el rey Leopoldo se rindió personalmente a  las fuerzas alemanas en una acción contraria a los deseos de su gobierno. El primer ministro belga, Pierlot, criticó duramente al rey en una transmisión a través de la radio llegando a decir que la decisión del rey había sido "un evento sin precedentes históricos". Leopoldo también fue duramente criticado por el primer ministro francés. 




El rey pasó a ser un prisionero de los alemanes, mientras su gobierno partía hacia el exilio. Se le recluyó en el Castillo Real de Laeken, con bastantes comodidades. Mientras tanto la persecución de los nazis a los judíos belgas continuaba, al igual que en el resto de los países ocupados, de forma implacable. 

Apenas un año después, y mientras seguía prisionero, Leopoldo contrajo matrimonio con Lilian Baels, una joven de 24 años hija de un político conservador belga y asidua visitante del Castillo de Laeken durante aquella época. La mayoría de los belgas no entendieron que su rey pudiera contraer matrimonio mientras el país continuaba ocupado y sus compatriotas judíos eran deportados y conducidos a campos de exterminio. Para muchos belgas este matrimonio constituía también una traición al recuerdo de la amada  reina Astrid. A Lilian Baels , que nunca fue proclamada como reina, se le concedió el titulo de “Princesa de Rhéty. 



En 1944 y tras el comienzo desembarco de Normandía, el rey y su familia son trasladados por orden de Hitler a una fortaleza en Sajonia y pocos meses después a Austria. De allí serían liberados, por el ejercito de Estados Unidos, en 1945. 

Al termino de la guerra el príncipe Carlos, hermano del rey, es nombrado regente por el Parlamento belga que acusaba a Leopoldo de ser "incapaz para reinar" por el hecho de haber capitulado ante el ejercito alemán y por no haber seguido al gobierno legitimo de su país al exilio. Es posible que el hecho de que tanto la prensa británica como la francesa hubiera tachado en su día a Leopoldo  de "rey traidor"  influyera en la decisión del Parlamento. Leopoldo se instaló  en Suiza a la espera del resultado de la investigación que se había iniciado sobre su presunta "deslealtad" aunque no abdicó. 

El Parlamento, cuya investigación no había llegado a conclusiones rotundas, convocaría en 1950 un Referéndum sobre el retorno del rey. Aunque  el referéndum no era vinculante, el resultado fue favorable a  Leopoldo por lo cual fue llamado por el gobierno  para ocupar de nuevo el trono.

Pese a todo, cuando el rey regresa se producen graves altercados en Bélgica, tan graves que ocasionan tres muertos y numerosos heridos . En Valonia el rechazo al rey fue masivo. Así las cosas Leopoldo, ante el temor de que se desatara una guerra civil en Bélgica, decide abdicar en favor de su hijo Balduino. Se establece que conservará su título y que vivirá en el castillo de Laeken mientras su hijo permanezca soltero. 




Cuando Balduino contrajo matrimonio con la española Fabiola de Mora, el rey Leopoldo se trasladó con su familia al castillo "d’Argenteuil" ubicado en la población de Waterloo, a pocos kilómetros de Bruselas. Allí se dedicó a lo que realmente le gustaba: la antropología social y la organización de expediciones científicas. 

Leopoldo falleció el 25 de septiembre de 1983 como consecuencia de una insuficiencia cardiaca y tras ser sometido a un by pass. Fue enterrado en el Panteón Real de la iglesia de Laeken.

miércoles, 15 de septiembre de 2021

Catalina de Medici

 





Vilipendiada y odiada por muchos, considerada maquiavélica por algunos y justificada por otros, los historiadores no acaban de ponerse de acuerdo sobre este personaje. En lo que todos parecen coincidir es en considerar que, como reina, fue una de las figuras más destacadas de Francia. 

Nació en Florencia en 1519, el día 13 del mes de abril, en el seno de la familia más importante de la ciudad. Su padre era Lorenzo II de Medici, convertido en duque de Urbino por obra y gracia de su tío el papa León X. Su madre, Magdalena de la Tour de Auvernia condesa de Boulogne, pertenecía a una de las familias más ilustres de la nobleza de Francia. 

Ignoramos si su nacimiento supuso una alegría pero lo que si sabemos es que llegó acompañada de la desgracia para su familia. Su madre moriría de fiebres puerperales a los pocos días de su nacimiento y su padre murió de sífilis veinte días después. 

Catalina pasó de la tutela de su abuela, que murió apenas un año más tarde, a la de su tío, el papa León X, que también murió y después a la de otro de sus parientes Medici, el papa Clemente VII quien, por diversas razones, la fue recluyendo en distintos conventos en uno de los cuales, el de la Santissima Annunziata delle Murate, pasó tres años que, según el historiador Mark Strage, fueron los más felices de su vida. 

Catalina no era ni esbelta ni bella a tenor de las descripciones que de ella tenemos: bajita, de rasgos duros y ojos saltones lo cual, en aquella época y siempre que la joven fuera de noble cuna, no era impedimento para tener varios pretendientes. De entre todos ellos el papa Clemente VII - que era el que mandaba en estas cuestiones - eligió al duque de Orleans, Enrique,  segundo de los hijos del rey de Francia. 

Apenas tenía catorce años de edad cuando en 1533 se celebraron los esponsales. A ella le gustó Enrique pero parece ser que a Enrique no le gustó ella. El joven príncipe estaba platónicamente enamorado de una dama veinte años mayor que él: Diana de Poitiers y el acercamiento a su esposa no le satisfacía en absoluto. 


Boda de Catalina de Medici con Enrique II (Jacopo Chimenti Empoli, Galería Uffizi, Florencia)


Tres años habían pasado desde su matrimonio cuando el hermano mayor de Enrique falleció al tomar agua fría tras jugar un partido de tenis, convirtiéndose Catalina, de ese modo, en la heredera consorte al Reino de Francia. A partir de ese momento que la pareja engendrara un hijo se convirtió en una cuestión de Estado. 

Catalina, gran aficionada a la magia blanca, a los adivinadores y a los magos probó todos los remedios y sortilegios que los charlatanes de turno le aconsejaban, por muy asquerosos que estos fueran, pero los hijos no llegaban. Su posición en la corte se tambaleaba, todos aconsejaban al delfín que la repudiara ya que la infertilidad se le atribuía a ella puesto que el príncipe tenía ya una hija ilegítima. 

Pasaban los años, Enrique se exhibía junto a Diana de Poitiers sin ningún disimulo y Catalina se desesperaba. Por fin, a los diez años de matrimonio quedó embarazada de su primer hijo. Parece que esta circunstancia se produjo gracias al médico Jean François Fernel, que encontró la causa de la infertilidad y le halló remedio, aunque la mayor parte de la gente atribuyó el embarazo a los conjuros de Nostradamus. 

Deseosa Catalina de asegurase mediante su descendencia el lugar que legítimamente le correspondía, llegó a tener hasta diez hijos aunque tan solo seis llegaron a la edad adulta. 

Cuando Enrique se convirtió en rey, tras la muerte de su padre, no permitió que Catalina tuviera ninguna actividad política pero ella, que era una mujer prudente y sabía obrar con disimulo, consiguió tener una gran influencia en las costumbres y usos de la Corte y conocer a fondo a los nobles que la integraban. Era culta y una gran amante de las artes y como tal se convirtió en una de las grandes mecenas del siglo XVI. Le gustaba rodearse de pintores, músicos, literatos, orfebres y arquitectos. Era refinada en sus gustos; introdujo el tenedor como instrumento en la mesa con lo que se dejó atrás la costumbre de comer con los dedos y además en sus ágapes hacía que la mesa se cubriera con una lienzo blanco. 


Enrique II


Corría el mes de abril del año 1559, Catalina y Enrique celebraban la boda de su hija, Isabel de Valois, con Felipe II de España. Durante los festejos Enrique participó en una justa con tan mala fortuna que una lanza le penetró por el ojo dañando también el cerebro. Murió veinte días después dejando a Catalina viuda. 

El hijo primogénito fue entronizado como Francisco II y lo primero que hizo Catalina como reina madre fue sacar a Diana de Poitiers de la Corte, obligándola a devolver el castillo de Chenonceau y todas las joyas que Enrique le había regalado. Creo que es fácil imaginar la satisfacción que sentiría Catalina tras tantos años de ninguneo y ofensa. 

Pero no empezaba con ello un periodo de tranquilidad para Catalina cuyo hijo, enfermizo y con apenas 15 años, tenía difícil, como rey, dar soluciones al ambiente de intolerancia religiosa desatado en Francia y que amenazaba con volverse cada vez más violento. Fue entonces cuando empezaron a asomar las dotes políticas de Catalina que intentó y consiguió, al menos momentáneamente, apaciguar los ánimos. 

Pero el destino no le era favorable y Francisco II moría apenas un año y medio después de haber subido al trono. El segundo en la linea de sucesión tenía 9 años y subió al trono como Carlos IX, tan niño era que todavía solicitaba de su madre que durmiera con él. Catalina fue nombrada regente y demuestra durante este periodo su capacidad como gobernante. 

Las tensiones entre católicos y hugonotes eran cada vez mayores a pesar de los intentos pacificadores de Catalina que llega, mediante el Edicto de la Tolerancia a proclamar la libertad de culto con el fin de apaciguar los enfrentamientos porque consideraba que las llamadas “ Guerras de Religión” en Francia debilitaban el poder de la monarquía. 

No sirvió de nada. En agosto de 1572 y tras intrigas, acercamientos y luchas de ambos bandos se produjo la más sangrienta de las situaciones en lo que la historia ha conocido como "la matanza de San Bartolome". La sangre de miles de hugonotes fue derramada por los católicos y con esta sangre se escribió gran parte de la leyenda negra que acompañaría a Catalina a lo largo de la Historia. 


Retrato de Catalina de Medici (François Coulet, c. 1580. Museo de Art Walters, Maryland, Estados Unidos)


Vio morir a Carlos IX y subir al trono a su hijo Enrique III el único de sus hijos que se coronaba siendo un adulto y que estaba dispuesto a gobernar solo y sin la influencia materna. Fueron años convulsos, las diferencias religiosas y las luchas por el poder eran cada vez más encarnizadas. 

Quienes no apreciaban a Catalina, que eran muchos, la llamaban " la reina negra" y no solo porque le gustara vestir ese color desde que quedara viuda sino porque se le atribuían prácticas de magia y se la consideraba instigadora y responsable de muchas de las guerras civiles desencadenadas por su  desmedida ansia de poder. Para muchos, Catalina era una madre posesiva, una envenenadora, una mujer diabólica e intrigante y esa imagen de ella ha traspasado los siglos. 

Hoy, algunos historiadores consideran que hubo y ha habido mucho de leyenda negra y que en el fondo lo que Catalina buscaba era la paz, porque esa era la manera de asegurar que los Valois permanecieran en el trono. Luchaba por su familia de la única forma que sabia hacerlo, su ambición era perpetuar la dinastía. Se equivocó en muchas ocasiones para conseguir esa paz y la seguridad de los suyos, pero atribuirle toda la responsabilidad de las luchas religiosas y de la división del país es, seguramente, injusto. 

No podemos olvidar que fomentó, siguiendo la tarea emprendida por su suegro, el Renacimiento francés; que intervino en la remodelación del Palacio de Fontainebleau y en la construcción del Palacio de las Tullerias, que trajo a Francia las ideas humanistas italianas, la cultura y sobre todo las artes. 

Catalina, que había emprendido una gira por Francia con el fin de intentar, hablando con unos y con otros, apaciguar los ánimos empezó a sentirse enferma varios meses antes de su muerte que se produjo en Blois en enero de 1589 como consecuencia de una pleuresía. 

Fue enterrada en Blois. Años más tarde su cadáver fue trasladado a la Basílica de Saint-Denis en Paris y por último en 1789 sus restos fueron arrojados por las turbas revolucionarias a una fosa común de reyes.

viernes, 12 de marzo de 2021

Estefanía de Bélgica







Estefanía fue el tercer fruto de un matrimonio de conveniencia. Su madre, Enriqueta, era una Archiduquesa de Austria cuya vida discurrió feliz hasta que fue obligada a casarse con un ser demoniaco que acabaría convirtiéndose en uno de los mayores genocidas de la Historia : Leopoldo II.  
Nació en el Castillo Real de Laeken en 1864, un año antes de que su padre fuera coronado Rey. Como consecuencia del desgraciado matrimonio de sus padres su infancia fue también muy infeliz. Su padre, egoísta, cínico y cruel como era, menospreciaba a sus hijas por el simple hecho de ser mujeres y su madre, una mujer amargada y deprimida, fue la encargada de su educación que fue férrea en cuanto a las materias que se le impartieron. La muerte de su único hermano varón convirtió el gélido ambiente familiar en algo todavía más lúgubre.

El heredero al trono de Austria, el Kronprinz Rodolfo de Habsburgo, hijo del Emperador Francisco José y de la Emperatriz Isabel ( Sissi ) visitó Bélgica en 1880. El Emperador consideraba que Estefanía al ser hija de reyes y católica era una esposa conveniente y el matrimonio también convenía a Leopoldo II que deseaba el prestigio que pudiera otorgarle el emparentar con la principal rama de los Habsburgo. 

Rodolfo de Habsburgo


Estefanía dio gracias a Dios cuando vio a Rodolfo. Sus 16 años no pudieron resistirse a un príncipe tan guapo y con tan buenos modales y se enamoró de inmediato. Se daba la circunstancia de que su hermana mayor, ya casada, residía en Viena y Estefanía pensó que un mundo maravilloso se abría ante ella, un mundo de alegría y no de rencores y odios como aquel en el que ahora vivía. 

El compromiso se anunció de inmediato pero dada la inmadurez de la novia se decidió esperar un año para celebrar la boda. Durante este tiempo Estefanía mejorará su alemán, aprenderá húngaro y todo lo relativo al protocolo, nada sencillo, de la Corte austriaca. 

La boda se celebró en 1881 y cuando Estefanía llegó a la cosmopolita Viena con su aspecto infantil su figura nada grácil y su poca gracia en el vestir todas las mujeres del circulo del Kronprinz respiraron aliviadas. Rodolfo, aunque no estaba profundamente enamorado si sentía un especial interés en lograr que el matrimonio llegase a buen puerto e intentó conducir a su esposa hacia sus aficiones e intereses. El problema radicaba en que ambos eran diametralmente opuestos. En Rodolfo la genética materna de los Wittelsbach prevalecía y era, al igual que Sissi, hipersensible, nervioso y con tendencias depresivas Tenía grandes deseos de aprender y una enorme curiosidad por la cultura siendo sus ideas  profundamente liberales y anticlericales. Estefanía, por el contrario, era muy tradicional y conservadora. Las ideas anticlericales de Rodolfo la descomponían. 

No gozó la joven princesa de las simpatías de su suegra. La adorada Sissi se refería a ella como "esa gordita flamenca" o "el dromedario", pero a pesar de la falta de empatía con su nuera encontró en ella una manera de librarse de los compromisos a los que su rango la obligaba, y dejaba en manos de Estefanía inauguraciones, presidencias y todo tipo de actos públicos que ella detestaba. 


Estefanía y su hija Elizabeth


La pareja se había instalado en el palacio de Laxemburg y seria allí donde en 1883 nacería su primera hija, una niña a la que pondrían como nombre Elizabeth. Su nacimiento no había sido recibido con gran entusiasmo por no tratarse de un varón pero dada la juventud de la Princesa se esperaba que concibiese muchos hijos y en conseguirlo estaba la principesca pareja cuando, un año después,  Rodolfo enferma. El diagnostico es terrible, se trata de una enfermedad venérea. Los médicos examinan a Estefanía y la conclusión a la que llegan no puede ser peor, ha sido contagiada por su esposo y ha quedado estéril. 

Su matrimonio no era perfecto, ninguno había encontrado en el otro al compañero ideal pero, cuando esto sucede, Rodolfo decide no volver al lecho de su esposa al que, según parece, sólo visitaba con el fin de procrear. Estefanía por su parte siente una autentica aversión por ese Komprinz que la había dejado estéril. La idea del divorcio era impensable para la católica Corte de Viena y para la católica Princesa.

Estefanía se dedicaría por completo a ejercer su papel de Primera Dama y Rodolfo volvería a las correrías nocturnas de su época de soltería. Así, hablando tan solo de cara a la galería, realizaban las visitas protocolarias. En uno de esos viajes Estefanía conoce al conde Artur Potocki con quien se dice que inició una relación romántica que no paso del plano platónico.

En enero de 1889 la vida de Estefanía cambiará por completo. El día 30 Rodolfo y su amante María Vetsera son encontrados muertos en el pabellón de caza de Mayerling. Se especularía con la posibilidad de que fuera un asesinato de Estado o bien de que se tratara de un suicidio pactado entre los amantes. La carta que Rodolfo escribió a Estefanía y en la que decía "yo camino con calma a la muerte, lo único que puede salvar mi buen nombre" daría pie a la idea del suicidio. 

En el verano de 2015 la Biblioteca Nacional de Austria ha comunicado el descubrimiento de tres cartas de despedida que María Vetsera escribió a su familia antes de morir y que parecen confirmar que lo ocurrido en Mayerling fue un suicidio pactado entre los amantes. 

Estefanía y su segundo esposo.


Tras la muerte de su esposo a Estefanía le entra, al igual que a su suegra, la fiebre viajera. Deja a su pequeña hija bajo el cuidado de su abuelo Francisco José y se dedica a recorrer Europa. Así conocerá a Elemér Lónyay un conde húngaro con quien iniciará una relación que acabará en boda en 1900. El enlace le haría perder todos los títulos y privilegios que ostentaba en la Corte austriaca y la custodia de su hija que permanecería en Viena al cuidado de su abuelo. 

La pareja se establecería en el Castillo de Oroszvar en Eslovaquia y aquí tendrían una vida plácida salpicada por algunas situaciones negativas como el tener que reclamar junto a su hermana la herencia de su padre, Leopoldo II, o el tener que desheredar a su hija - con la que ya no mantenía ningún contacto - como consecuencia de la desaprobación que le produjo los intentos de divorcio de ésta. 

En 1935, Estefanía, publicaría sus memorias con el titulo " Debería ser Emperatriz". Esa publicación  supuso un gran escándalo en Viena. 

El matrimonio, ya anciano, seguiría viviendo en su castillo a pesar de las sugerencias de sus amigos para que lo abandonaran una vez iniciada la Segunda Guerra Mundial En 1945 y ante la llegada de los rusos son trasladados a la abadía benedictina de Pannonhalma que en aquel momento estaba ocupada por la Cruz Roja. 

En este centro pasaría la princesa las últimas semanas de su vida. En agosto de 1945 sufrió un accidente vascular cerebral que le causaría la muerte el día 23 de ese mismo mes.

martes, 19 de enero de 2021

Petronila de Aragón









En el año 1134 moría Alfonso I de Aragón y de Navarra apodado “El Batallador “ y no cabe duda de que las batallas le siguieron hasta la tumba. El Rey Alfonso I no tuvo descendencia y dado que un profundo sentimiento de ser parte de la “Cruzada” le había acompañado toda su vida decidió que también le acompañase después de su muerte de tal modo que, en su testamento, repartió el reino entre tres ordenes militares: la del Temple, la de San Juan del Hospital y la del Santo Sepulcro. 

No estuvieron de acuerdo los nobles aragoneses con el testamento y decidieron que quien debía ocupar el trono era Ramiro, el hermano del fallecido rey, que llevaba viviendo en un monasterio desde su tierna infancia.

Ramiro, al que lógicamente apodaron “El Monje”, tenía 48 años y ninguna gana de ser entronizado y por tanto los nobles se apresuraron a encontrar una esposa para él, con el único fin de que engendrara un heredero para el Reino. La elegida fue Inés de Poitou y, a pesar de algunos inconvenientes que surgieron, ambos esposos cumplieron con la tarea encomendada y nueve meses después de la boda nacía Petronila.

Desde el momento en que, tras el fallecimiento de su hermano, los nobles le instaron a tomar la Corona y dejar los hábitos, la conciencia de Ramiro II se había debatido entre lo que consideraba su deber para con Aragón y sus obligaciones como cristiano. El hecho de que antepusiera el Reino a su espíritu religioso no significaba que no se sintiera en pecado. 

Para Ramiro II fue una gran decepción el sexo de la criatura porque, según la costumbre imperante en Aragón, una mujer podía recibir el Reino pero no podía ejercer la potestad de gobernarlo y tan sólo un hombre, aunque éste fuera el yerno del rey, podía ejercer la “potestas”. Así pues, quien desposara a Petronila recibiría como dote el gobierno de Aragón. 

Ramiro tardó muy poco en empezar a buscar un marido para la recién nacida. Como era de esperar no faltaron candidatos entre los reinos vecinos para casarse con la pequeña pero ninguno fue aceptado porque ni Ramiro ni los nobles estaban dispuestos a que Aragón fuese “engullido” por Castilla o por algún otro reino. 


Ramiro II

Finalmente Ramiro II se decidió por el que consideraba el más débil entre todos los candidatos ya que no poseía ningún reino: el Conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV. El candidato contaba 24 años de edad, Petronila, su prometida, apenas tenía un año. 

Una vez firmado el documento a Ramiro II le faltó tiempo para retirarse a un monasterio donde cumplir penitencia por sus pecados, sometiéndose de este modo a los deseos del Papa, quien desde el primer momento había estado en desacuerdo con la decisión de Ramiro. Inés de Poitou tampoco se quedó para cuidar de su hija, regresó a su tierra y en el monasterio de Fontevraud pasó el resto de su vida. 

Como los padres de Petronila, siguiendo su religiosa vocación, la habían dejado sola se decidió que la persona más indicada para educarla era la reina Berenguela, casada con Alfonso VII de Castilla y hermana del prometido de la niña, el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV. 

Petronila se instaló en Castilla y Berenguela inició su educación. Pronto surgirían las intrigas de los castellanos y probablemente de la propia Berenguela para casar a la tierna niña con Sancho, el hijo del rey de Castilla. Los aragoneses se alarmaron y con la excusa de que el clima no sentaba bien a la criatura se la llevaron de vuelta a Aragón. Pero no sería allí donde acabaría su educación sino el en Palacio de los condes de Barcelona. 

El compromiso matrimonial, que había sido firmado en 1137, no se materializó hasta 1150 fecha en la que se celebró la boda en la ciudad de Lérida. Da comienzo a partir de entonces el reinado de la pareja aunque, y siguiendo las cláusulas del documento firmado por Ramiro y por Ramón Berenguer tan sólo Petronila ostentaría el título de Reina de Aragón y condesa consorte de Barcelona otorgándose a Ramón el título de Príncipe de Aragón. 

Contaba Petronila 16 años de edad, y habían pasado veinte meses desde que se celebró la boda, cuando espera su primer hijo. Más madura de lo que pudiera esperarse para su edad y ante el temor de no sobrevivir al parto, la reina-niña decide hacer testamento, legando el Reino de Aragón al hijo que naciese. Con ello Petronila demostraba ser completamente consciente de su papel como Reina, demostraba que se consideraba la transmisora de la “potestas” aún cuando no pudiese ejercerla y que entregaba el poder a quien consideraba su legítimo sucesor. También contempla la posibilidad de que el fruto de su vientre fuera una niña y deja dispuesto, en caso de que así fuera, lo mismo que su padre dispuso para ella. 

Petronila y Ramón Berenguer IV - Filipo Ariosto

Este hijo, al que se llamó Pedro, no llegaría a la edad adulta pero si lo hizo su hermano que nació cinco años después y al que se llamó indistintamente Alfonso y Ramón. Este segundo hijo de Petronila llegaría a ocupar el trono como Alfonso II y sería el primer titular de la Corona de Aragón que era el resultado de la unión del Reino con el Condado, manteniendo ambos sus leyes y respetándose mutuamente puesto que este era el pacto al que se había llegado en el documento firmado por Ramiro II y Ramón Berenguer. 

Aún tendría la reina otros tres hijos, dos varones, Pedro y Sancho y una niña, Dulce. Pero poco sabemos de su vida ya que una vez asegurada la descendencia el silencio la envuelve hasta que se produce de manera súbita la muerte de su esposo. 

Era el mes de agosto de 1662 cuando muere en tierras extranjeras Ramón Berenguer. Sin tiempo de hacer testamento escrito, el conde de Barcelona realiza declaración verbal de sus últimas voluntades que fueron trasmitidas por quienes le asistieron en aquel momento y publicadas en Huesca meses después. El heredero era su hijo Alfonso pero dada la edad del niño necesitaba un tutor, que no podía ser Petronila, viuda a los 28 años de edad, puesto que las leyes de Aragón no lo permitían. 

Las cosas, por tanto, se presentaban de la siguiente manera: Alfonso, que contaba entonces cinco años, era el nuevo Conde de Barcelona y además poseía la “potestas” para gobernar Aragón. Las intrigas sobre quien ejercería la tutoría del pequeño y el descontento general entre la nobleza fueron el desencadenante que hizo que, según algunos historiadores — siempre intérpretes debido a la pobreza de las fuentes — la reina convocase una asamblea para nombrar un consejo de regencia que junto a Fernando II de León, elegido finalmente como tutor del joven conde, ayudaría a éste en el gobierno de Aragón. 

Dos años después, en 1164, la reina abdica definitivamente en su hijo, convirtiéndose éste en rey de Aragón con el nombre de Alfonso II. A partir de ese momento Petronila se retira a Besalú en Gerona, lugar que le había sido cedido por su esposo en su testamento.

Poco más se sabe, la Reina silenciada murió diez años después en silencio y según parece en Barcelona. Nada sabemos de las causas de su muerte que ocurrió en el mes de octubre cuando contaba apenas 38 años. 

Se creía, lógicamente dado el lugar de su muerte, que Petronila había sido enterrada en la Catedral de Santa Eulalia pero, Juan Bassegoda , arquitecto de la catedral de Barcelona y antiguo profesor de la Real Cátedra Gaudí, publicó en marzo de 2001 un artículo en el que ponía en duda que fuera en éste lugar donde pudiera hallarse el sepulcro de la reina aragonesa. Dado que los estudios de ADN no han sido realizados, seguiremos con la duda y alimentando la nebulosa que envuelve la vida y la muerte de una reina concebida única y exclusivamente para mantener la integridad del reino de Aragón.