Isabel de Portugal. Tiziano. Museo del Prado
El rey de Portugal, D. Manuel "El Afortunado", había tenido la desgracia de quedar viudo de la infanta Isabel, hija primogénita de los Reyes Católicos, y de perder también al único hijo que su esposa le había dado. Como interesaba a D. Manuel seguir teniendo una buena relación con los reyes de Castilla y Aragón y necesitaba herederos, consideró solicitar a los Reyes Católicos la mano de su hija María, que le fue concedida de buen grado por los monarcas. Poco podía imaginar la infanta María cuando se dirigía a Portugal para desposarse con el que fuera su cuñado que, años más tarde, una de sus hijas volvería a su tierra natal para convertirse en reina y emperatriz.
Fue alumbrada Doña Isabel en Lisboa, un 25 de octubre de 1503. Era una niña hermosa, segunda de los hijos de los reyes, y fue educada con esmero por su madre quien también fomentó en ella el gusto por la suntuosidad en sus atuendos y en las joyas con las que se adornaba.
Cuando contaba catorce años murió su madre, quedando ella al cuidado de sus hermanos. La hermosa niña se estaba convirtiendo en una autentica belleza: esbelta, grácil y airosa, de cabellos rubios y grandes ojos de mirada inteligente, causaba admiración a todos los que la contemplaban.
Tardó poco D. Manuel de Portugal en contraer nuevas nupcias, a pesar de la gran prole que le había dado Dª María, y contrajo matrimonio con una sobrina de la que fuera su esposa, Dª Leonor de Austria, hija de Juana "La Loca" y hermana por tanto de Carlos I. Tuvo de ella dos hijos, aunque solo uno sobrevivió, y murió pocos años después. Subió al trono portugués el hermano de Isabel, Juan III, quien quiso contar con los consejos de Dª Leonor, la reina viuda, reteniéndola a su lado. Esta situación desencadeno no pocas habladurías y para cortar con ellas D. Carlos exigió a su hermana el regreso a España.
Corría el año 1525 y D. Carlos I había sido ya coronado Emperador de Alemania en Aquisgrán. Las Cortes de Toledo urgían al Rey para que tomase esposa puesto que convenía afianzar la Corona con un heredero. Había tenido ya D. Carlos algunos amoríos y tenía una hija bastarda reconocida por él pero su fama de hombre galante excedía a la realidad. Se inicia la búsqueda de esposa y se considera la posibilidad de un doble pacto con Portugal: el rey D. Juan desposaría a Catalina, la hija póstuma de Felipe "El Hermoso", que vivía recluida en Tordesillas, y D. Carlos contraería matrimonio con la hermana del rey portugués: Dª Isabel. No fue ajena D. Leonor a estas negociaciones que finalmente fueron aceptadas por D. Carlos.
El Emperador Carlos V. Tiziano. Museo del Prado
La boda se celebró por poderes a finales de octubre de 1526 y no sería hasta el 11 de marzo del siguiente año que ésta se celebraría en los Reales Alcázares de Sevilla. No sabemos si influyó el embrujo de ésta ciudad o si fue la magia de la Alhambra de Granada, en la que pasaron su "luna de miel" pero, lo cierto, es que el amor entre ambos surgió de inmediato. Tanto deseaba el Emperador hacer feliz a su esposa que hizo plantar en el Mirador de Lindaraja y en su honor unas nuevas flores traídas de Persia: los claveles.
Cuando en noviembre de aquel mismo año los Reyes se encaminaban hacia Valladolid Dª Isabel estaba ya en su tercer mes de gestación y es en esta ciudad donde viene al mundo su primer hijo, Felipe, tras un largo y laborioso parto en el que no se oyó a la Reina emitir ni una sola queja. Tan sólo trece meses después y ya en Madrid, Isabel alumbraría una niña a la que se le impondría el nombre de María. No estuvo presente el Rey en este parto, ya que, asuntos urgentes lo retuvieron en Aragon. Tras el alumbramiento se le presentaron a Dª Isabel unas calenturas tercianas que la dejaron muy debilitada y que, a decir de los madrileños, se curaron por la gran cantidad de agua milagrosa de la fuente de San Isidro que bebió la Reina.
Alhambra. Mirador de Lindaraja
Han transcurrido pocos meses desde este alumbramiento cuando D. Carlos marcha a Italia dejando a Isabel como regente. Su sensatez y su talento hacían de ella, en opinión del Rey, la perfecta gobernadora y no cabe duda de que así era ya que, aunque no tenía formación en política cuando llegó desde Portugal, su inteligencia, el profundo amor que sentía por su esposo y el adiestramiento de Carlos, la convirtieron en una experta. No en vano corría por las venas de ambos la sangre de dos grandes estadistas: sus abuelos, los Reyes Católicos.
Fue durante esta ausencia de D. Carlos cuando Dª Isabel alumbraría a su tercer hijo, un varón al que llamaron Fernando y que moriría pocos meses después sin que su padre hubiera llegado a conocerle.
Larga fue esta ausencia del Emperador que no llegó al puerto de Barcelona hasta 1533. Tan impaciente estaba Dª Isabel por volver a ver a su esposo, que ya llevaba varios meses en Barcelona con sus hijos y es allí donde enfermaría por segunda vez de tercianas o paludismo. Quedó muy debilitada tras estas fiebres que a punto estuvieron de costarle la vida. Una vez restablecida acompaña a su esposo a las cortes de Monzón pues, a pesar de que era muy recatada, le gustaba ser vista por el pueblo y mostrarse ante ellos bien vestida y enjoyada.
A Dª Isabel le gustaba ser nombrada por su titulo de emperatriz, probablemente por respeto a su suegra, Dª Juana, a la que ella consideraba la Reina. Acudió en distintas ocasiones a visitarla a Tordesillas y en alguna de estas visitas llegó a llevar a sus hijos pero, no han quedado testimonios de cómo se desarrollaban estas entrevistas.
De nuevo se encontraba Isabel sola. El Emperador había partido hacia Túnez para librar otra de sus múltiples batallas y es en esta ciudad donde se entera del nacimiento, en el verano de 1535, de su nueva hija, una infanta que nació en Madrid y a la que se llamó Juana. A pesar de que el alumbramiento fue normal Isabel estuvo enferma durante la gestación. Fueron unas fiebres de las que no se especifica la causa pero que si son descritas en las cartas que el cardenal Tavera escribe al emperador.
El emperador Carlos V y su esposa Isabel. Tiziano. Museo del Prado
Ante la incomodidad del gran Alcazar de Madrid, cuyas obras todavía no habían concluido, la Emperatriz había acabado por instalarse en Toledo, ciudad que le gustaba mucho, y donde se instala la corte, fijando Dª Isabel su residencia en el palacio de los Condes de Fuensalida. Allí el ambiente renacentista empieza a impregnar los salones y los poetas Garcilaso de la Vega y Juan Boscán no son ajenos al cambio producido. Tampoco es ajeno a este refinamiento el duque de Gandia, Francisco de Borja, que tocaba prodigiosamente el órgano.
La admiración y la devoción que el duque de Gandia sentía por la soberana era notorio pero, si realmente llego a amarla nunca se supo. El duque era un hombre casado que jamás hubiera puesto en peligro su permanencia en la corte de Toledo. Ya se intuía en él la vocación religiosa que desarrollaría años más tarde.
Era el verano de 1538 cuando regresa el Emperador. No le gustaba mucho a D. Carlos la residencia en Toledo pero, puesto que las obras en el Alcazar continuaban se mantuvieron allí. Se da cuenta entonces D. Carlos de la estricta educación que Dª Isabel imparte a sus hijos a los que parece estar educando más para la vida monacal que para ser príncipes y princesas. Se decide entonces, siguiendo las costumbres europeas, que el Príncipe de Asturias, D. Felipe, que ya tiene once años, pase a tener casa propia y en la elección del cargo de Mayordomo Mayor del príncipe surgen algunos desacuerdos entre los cónyuges.
El Emperador permanecía en España y Dª Isabel se sentía feliz por ello. En la primavera de 1539 se organizaron fiestas, bailes y justas y el ambiente era alegre en la corte. La emperatriz se hallaba de nuevo embarazada y se esperaba el alumbramiento para el inicio del verano, pero el parto se adelantó tras sufrir la soberana un cuadro febril. Parió un niño muerto y fue asistida tan solo por una comadrona, Dª Quince de Toledo, mujer experimentada que, tal vez por esto, quiso llamar de inmediato a los médicos de su majestad ya que la Reina presentaba una gran hemorragia. A los tres días la fiebre se agudizó por - según las crónicas - gripe y neumonía, así lo hacen constar en cartas escritas al Emperador - que se encontraba en Madrid junto a su hijo Felipe - los doctores Villalobos y Alfaro, que eran quienes la asistían y que no parecían temer por su vida. Sin embargo la fiebre persistió, el cuadro continuó agravándose y finalmente se produjo la muerte. Hoy se piensa que probablemente la causa del fallecimiento fue una infección puerperal.
Palacio de Fuensalida. Toledo
Aunque avisado con urgencia, ni el Emperador ni el príncipe pudieron ver a Dª Isabel con vida. D. Carlos no quiso verla muerta. Medio enloquecido se refugió en el monasterio de Santa María de Sisla y allí permaneció varios meses sin querer ver a nadie. El duque de Gandía, Francisco de Borja, no se separó del cadáver de la Emperatriz y acompañó al féretro desde Toledo hasta Granada. Junto a él caminaba el príncipe de Asturias, D. Felipe, que fue el único al que no se vio derramar ni una sola lagrima.
No volvió a casarse el Emperador y, aunque tuvo otras relaciones amorosas, no quiso que ninguna otra mujer se sentara a su lado en el trono del Imperio.
Dª Isabel murió el 1 de mayo de 1539 en el palacio de Fuensalida, tenía treinta y seis años.
La vida era corta, aunque muy intensa. Morir de parto o de unas fiebres eran moneda corriente. Por no hablar de la enorme tasa de mortalidad infantil y de mortinatos.
ResponderEliminarMe has hecho recordar algunos episodios de la serie de la que en breve van a seguir emitiendo capítulos de una segunda parte, con el rey ya viudo. No está mal la serie, en líneas generales, aunque el rey es demasiado "guapo" y su mandíbula no presenta la prominencia típica de los Austrias.
Un abrazo, Ambar.
En la serie se han permitido algunas licencias históricas así que es lógico que también se hayan permitido embellecer al protagonista y liberarlo de ese prognatísmo tan marcado en los Austrias.
EliminarSaludos
Es posible que esas fiebres fuesen paludismo. He estado leyendo documentos sobre está enfermedad en Europa y para el siglo XV y XVI, era bastante frecuente aparentemente en el sur de España. En su estadía en Sevilla (más que en Granada, más fría su temperatura), puede que haya tenido contacto con el mosquito. La forma de plasmondium falciparum (más frecuente en África que el ovale, que es básicamente americana)y las aparición de la fiebre (en período tercianos, es decir, cada tres días) inducen a pensar en ello. El organismo se habitua mejor al falciparum que al ovale, de ahí haya podido "aguantar" la enfermedad mas tiempo.
ResponderEliminarBesos
Buen diagnóstico Dr. López, efectivamente nuestros antepasados llamaban tercianas a las fiebres intermitentes que aparecían cada tres días y se acompañaban de escalofríos. Hoy sabemos que son debidas al plasmodium
EliminarBesos
El motivo que llevó a la tumba a la emperatriz parece que no está muy claro, pero lo que sí sé es que es lamentable que una mujer de su talla muriese tan pronto, por corta que fuese la esperanza de vida, pues aun pudo haber cumplido un buen papel en los reinos de las Españas.
ResponderEliminarSaludos.
Sin duda, en el poco tiempo de vida del que dispuso dio muestras de ser una gran reina.
EliminarSaludos dissortat
Tristeza causa su vida dentro de todo, pues enamorada bien estuvo y poco cerca de él pudo estar, bien joven murió pero bien que pudo reinar.
ResponderEliminarMe ha gustado leer el detalle de lo de los claveles traídos de Persa.
Un abrazo.
Lo de los claveles es curioso, quién iba a decir que unas flores traídas de Persia se convertirían en casi un símbolo de Andalucía.
EliminarBesos
¡Hola Ambar!!!
ResponderEliminarEs una interesante historia ésta, aunque también triste. Claro está que por aquel estocen la gente moría joven era notoria la falta de medicamentos, ni pobres ni ricos se salvaban y la Emperatriz que merecía y debería vivir, tampoco tuvo suerte.
Gracias por traernos ésta historia y muy bien descrita. Ha sido un inmenso placer pasar a leerte, de este modo sé un poco más sobre la vida de la importante Isabel de Portugal.
Te dejo mi cálido abrazo, mi gratitud y mi estima siempre.
Besiños, Marina.
Me alegra que te haya gustado.
EliminarGracias Marina
Murió a una edad tan temprana, muy joven, aunque en aquella época no resultara tan extraño que se pudiera morir de diferentes enfermedades y por lo que había leído se sentían muy unidos. La muestra es que Carlos I no quiso volverse a casar y le afectó profundamente.
ResponderEliminarUn saludo.
Para un rey debía ser casi un milagro que la mujer con la que te veías obligado a desposarte te gustara, imagínate lo que debía ser enamorarse de ella.
EliminarSaludos Valverde
En granada hay una cruz blanca que señala el lugar donde se entregaron los restos mortales de la emperatriz a los que la acompañaran hasta la capilla Real. Felipe II con solo doce años y Francisco de Borja habían presidido la comitiva desde Toledo. Saludos Ambar.
ResponderEliminarIgnoraba completamente lo de la cruz blanca. Gracias por la aportación.
EliminarBesos Leonor
Ahora que vuelve a emitirse la serie de Carlos rey emperador, al leerte se que todo lo que aquí describes lo veré en unos días, y es que la historia da gusto leerla y verla de la forma en la que hoy en día se puede, y tus letras acompañan mucho en ese aprendizaje mío continuo. Un placer leerte de nuevo. Un beso.
ResponderEliminarMuchas gracias Lola por el comentario.
EliminarBesos
Siempre me impresiona lo joven que moría la gente antes, si ella era reina y tendría acceso a todos los cuidados y medicinas, que quedaba entonces para el pueblo raso, sin dinero, posibilidades ni conocimientos de nada...
ResponderEliminarUn fuerte abrazo Ambar y todo lo mejor para el Nuevo Año
Sobrevivían los fuertes, el indice de mortalidad era muy alto y las mujeres tenían el riesgo añadido de la maternidad.
EliminarYo también te deseo lo mejor para el nuevo año. Un abrazo
Frente a lo que dice el doctor ahí arriba en comentarios poco hemos de añadir los demás. En auqella época en que la medicina estaba en mantillas (por no decir igual que en la Edad Media) por cualquier cosa se iba de cabeza a la muerte aunque se fuese príncipe, rey o emperador y casi siempre se hacía mención a las fiebres o a la peste, los males del siglo, que hoy día podríamos identificar y atajar fácilmente.
ResponderEliminarUn beso
Los pasos de la medicina siempre han sido lentos, mucho más lentos de lo que los médicos y los pacientes quisiéramos, pero han sido constantes y lo continúan siendo y por eso hemos avanzado.
ResponderEliminarBesos Carmen
Poderoso caballero es don dinero, pero aún así, la enfermedad y la muerte no perdonan.
ResponderEliminarLa Medicina avanza, cada año que pasa se está aumentando la calidad de vida de las personas mayores y debemos dar gracias por haber nacido en esta época.
Agradezco mucho tu comentario. Estoy resucitando después de la nostalgia pasada en estas Navidades, pronto publicaré y volveremos a darnos un fuerte abrazo entre letras.
Cariños.
kasioles
La enfermedad no perdona nunca y aunque la medicina avance cada día también es cierto que aparecen nuevas enfermedades relacionadas con este medio ambiente que vamos destruyendo poco a poco.
EliminarBesos kasioles
Y legendaria y poeticamente, a Francisco de Borja, que cubrió el cortejo hasta Granada y debió identificar el cadaver de la emperatriz, tan bella en vida, desfigurada ya a su llegada a Granada, dicen que se le oyó decir aquello de "Nunca volveré a servir a señor que se me pueda morir", y tomo los hábitos.
ResponderEliminarQue casi se me pasa la entrada, con lo bonita que es. Un saludo Ambar.
Eso dicen que exclamo al contemplar el cuerpo corrupto de su admirada reina. Francisco entro en la Compañía de Jesus cuando enviudó, siete años después de la muerte de la emperatriz pero, siempre dijo que su conversión se produjo el día en que Dª Isabel murió.
EliminarSaludos
Mi querida amiga, despues de unos dias de descanso vuelvo a la normalidad, y aprender historia gracias a tus entradas, Mil besicos y que este nuevo año sea para ti el mejor del mundo
ResponderEliminarLo mismo te deseo María. Gracias por la visita.
EliminarBesos
Agradeciendo tus letras, vuelvo para dejarte un fuerte abrazo y desearte un feliz fin de semana.
ResponderEliminarKasioles
Gracias Kasioles.
EliminarBesos
apasionante documentacion llena de reseñas donde la historia se desvela para el lector muchas gracias por compartirla, desde mis horas rotas un fuerte abrazo AMBAR.
ResponderEliminarGracias a ti por pasar por este espacio.
EliminarSaludos
Un placer visitar tu blog.
ResponderEliminarMe encanta la historia y ahora con la series de Televisión Española, me he puesto al día recordándola.
Un saludo.
Gracias por tu visita, siempre serás bienvenida.
EliminarSaludos
Una muerte temprana.
ResponderEliminarHas descrito esta historia de una manera estupenda. Muy interesante.
Un placer visitarte.
Un beso.
Me alegra que te haya gustado. Gracias por tu visita.
ResponderEliminarBesos
Las relaciones entre España y Portugal siempre han sido viajes de ida y vuelta. Blanca Suárez estaba estupenda en la serie Carlos, Rey Emperador (que es una excelente manera de acercarnos la Historia a los que no tenemos ni idea). Un saludo.
ResponderEliminarLas series históricas, si están bien realizadas, siempre son positivas aunque los guionistas se permitan algunas licencias para atrapar el interés del espectador. La serie sobre el emperador Carlos V tiene una buena fotografía, un magnífico vestuario, una buena escenografía y unos interpretes creíbles, francamente creo que es una buena serie.
ResponderEliminarSaludos
Una gran pérdida y una gran pena para
ResponderEliminarCarlos, que muriera tan joven y para
Francisco de Borja que tanto la apreciaba.
Que buena interpretación la de Blanca Suárez
en la Serie de Carlos, Rey Emperador que
disfruté mucho por lo bien hecha que está.
Besos
La serie esta perfectamente ambientada, el vestuario es fantástico y del mismo modo los complementos y el mobiliario.
ResponderEliminarBesos
Con el interés de leer su correo y he aprendido mucho sobre la historia de los personajes de la luz detalles. Saludos.
ResponderEliminarEsta entrada - que ya fue publicada en enero de este año - se ha "autopublicado" nuevamente probablemente como consecuencia de un error.
ResponderEliminarPues, agradezco ese error porque disfruté de su re-lectura.
ResponderEliminarBesotes
Apasionante historia de una formidable mujer, gracias por compartirla
ResponderEliminarLuz&Felicidad
Isaac
Gracias a ti por el comentario.
EliminarSaludos