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miércoles, 24 de mayo de 2023

Felipe de Edimburgo





Nació en Grecia, en el palacio de Mon Repós,  en la isla de Corfú. Era el año 1921 y todo parecía indicar que para sus padres, Andrés de Grecia y Alicia de Battenberg, y para el resto de la familia real griega la vida empezaba a ser más tranquila. Fue solo un espejismo, las aguas no sólo no habían vuelto a su cauce sino que estaban más turbulentas que nunca. Su padre fue acusado de alta traición y obligado a exiliarse junto a su familia  para salvar su vida. Tan dura fue la situación que el pequeño Felipe  abandonó el país metido en una caja de frutas hasta llegar al HMS Calypso, el barco de la Armada británica que los sacó del país.



D. Felipe junto a sus padres y hermanas


No fueron mejores los años que siguieron, vivieron de la caridad de sus familiares en una pequeña casa  a las afueras de Paris que les fue cedida por Marie Bonaparte, cuñada de sus padres y fue en Paris donde Felipe recibiría su primera educación. 


Todavía se complicaría más la vida del pequeño Felipe. Su madre, que había sufrido una fuerte crisis nerviosa por la que fue ingresada en una clínica de Suiza, no estaba en condiciones de cuidar de él. Su padre no presentaba las condiciones emocionales que requería una paternidad cuanto menos responsable y se apresuró a deshacerse de sus vástagos para vivir la disoluta vida que  deseaba y que consideraba que le correspondía. Sus hermanas, mucho mayores que él, se fueron casando con nobles alemanes que, además, eran cercanos al nazismo y Felipe fue enviado a Inglaterra para que sus parientes maternos se hicieran cargo de él.

 


Su abuela materna, Victoria de Hesse-Darmstadt, era nieta de la reina Victoria I del Reino Unido y vivía en el Palacio de Kensington desde que quedara viuda del príncipe Luis de Battenberg. El príncipe Luis había obtenido la nacionalidad británica, había servido en  la Marina Real, había  sido nombrado marqués de Milford Haven y  había cambiado su apellido por el de Mountbatten que, aunque era la traducción al ingles de Battenberg, no tenía un sonido germánico y hay que tener en cuenta que en la Inglaterra de aquellos años se había desatado una autentica animadversión hacia todo lo alemán. Fue en el  palacio de Kensington y junto a su abuela  - que suplió a la figura materna - y sus tíos Jorge y Louis - que intentaron suplir la paterna - donde Felipe pasó unos años tranquilos hasta que fue enviado, cuando cumplió los 12  años,a la Gordonstoun School para su formación.




A pesar de la austeridad y de la férrea disciplina del internado Felipe se encontró bien allí y siempre ha defendido que gracias a la exigencia del centro consiguió tener la formación adecuada para poderse enfrentarse a los retos que le depararía la vida.


La prematura muerte de su tío Jorge hizo que el menor de sus tíos, Lord Louis Mountbatten, se convirtiera en su mentor y en una de las figuras más importantes de su vida. Al cumplir los 18 años ingresó, con el apoyo de su tío, en la  Marina Real británica, graduándose un año después como el mejor cadete de su promoción. En 1942 fue ascendido a teniente de navío y al terminar la 2ª Guerra Mundial fue designado instructor de la Escuela de Suboficiales en Corsham. 


Felipe era alto, atlético y guapo y eso es lo que vio Isabel - la que un día sería reina del Imperio británico -  cuando a la edad de 13 años le fue presentado este pariente lejano que por aquel entonces acababa de cumplir los dieciocho. Dicen que Isabel se enamoró en aquel instante, si también lo hizo Felipe no lo sabemos pero no hay que olvidar que ella no era más que una niña de 13 años por más que también fuera Princesa Real.




Dicen sus biógrafos que fue Isabel la primera en escribir una carta a aquel joven rubio que le había impresionado tan vivamente. Faltaba apenas un año para que se iniciara la Guerra y según nos cuentan durante el tiempo que ésta duró los jóvenes mantuvieron una relación epistolar constante que hizo surgir el amor en ambos.


El idilio no fue recibido con entusiasmo por la Familia Real a pesar de los antepasados en común que tenían y de los títulos que a él le adornaban. Felipe era, tal vez, demasiado guapo, demasiado nórdico y además sus progenitores eran un auténtico desastre. No era, pues, una carta de presentación aceptable para el rey Jorge. El hecho de que Felipe fuera  sobrino de Lord Louis Mountbatten no parecía atenuar las reticencias del monarca. Isabel no claudicó y finalmente consiguió lo que, desde que tenía 13 años, deseaba.


La boda tuvo lugar en 1947, en la Abadía de Westminster. Previamente Felipe había tenido que cambiar su apellido por el de Mountbatten como ya hizo su abuelo y renunciar a sus posibles derechos al trono danés y al griego, acordándose también que los hijos de la pareja llevarían el apellido Windsor que era el que correspondía a la dinastía reinante en el Imperio británico. El día anterior a la celebración del matrimonio le fue concedido por Jorge VI el tratamiento de Alteza Real y los títulos de duque de Edimburgo, conde de Merioneth y barón Greenwich. 





Tras la boda se instalaron en una residencia cercana al palacio de Windsor hasta que tres años después pasaron a residir de forma definitiva, o eso creía el duque, al palacio de Clarence House. De manera intercalada y en varias ocasiones, se trasladaron durante algunos meses a Malta donde el duque había sido destinado por la Marina. En 1948 nació su primer hijo, Carlos, dos años después lo haría su hermana Ana. 


En 1952 la pareja, cumpliendo con sus deberes partieron para realizar una gira por Australia, Nueva Zelanda y Kenia. Fue  durante este viaje cuando se produce la muerte del rey Jorge VI. De inmediato iniciaron el regreso a Londres y ya todos los miembros de la comitiva rendirían a Isabel la pleitesía que le correspondía como nueva reina.


A partir de ese momento empezarían algunos problemas. Felipe, probablemente influido por su tío Louis Mountbatten, deseaba que una nueva dinastía ocupara el trono británico: “la dinastía Mountbatten” y dado el amor que Isabel le profesaba pensó que sería fácil conseguirlo. Ejerció una fuerte presión sobre ella, argumentando que sería el único hombre en el país cuyos hijos no llevaran su apellido, también decía que no se le consideraba  que era poco menos que una “ameba” y provocó tal distanciamiento en las relaciones matrimoniales que Isabel empezó a flaquear y a pensar que tal vez su esposo tuviera razón. No contaba Felipe con la férrea oposición de dos personas que no estaban dispuestas a permitir que la debilidad de la reina relegara el apellido Windsor. Esas dos personas eran:  su abuela, la reina Mary y Winston Churchill, el Primer Ministro. 


  

Coronación de Isabel II



Algo cambió a partir de entonces porque a la enérgica personalidad de Felipe le costaba digerir que tenía que ocupar un segundo plano, que  tenía que caminar dos pasos por detrás de su esposa  y, además, parece probable que no contara con la firmeza de Isabel a la hora de considerar  que su deber como reina estaba encima de cualquier otra cosa.


Las salidas nocturnas de Felipe frecuentando un club del Soho fueron cada vez más frecuentes y los rumores de infidelidad no tardaron en salir a la luz publica, rumores que se vieron avivados cuando, en 1956, Felipe emprendió una gira en solitario por la Commonwealth que lo mantuvo alejado de Londres durante seis meses. Para acallar los rumores Buckingham tuvo que emitir un comunicado en el que se negaba el supuesto distanciamiento de la pareja. La reina Isabel posiblemente por la misma razón o tal vez para contentar a su esposo concedió a Felipe el titulo de "Príncipe del Reino Unido". Corría el año 1957. 


A pesar de todo la fama de mujeriego le acompañaría siempre. La lista de amantes que se le atribuyó era larga pero de ninguna de estas relaciones hubo pruebas. En cualquier caso parece ser que la reina perdonó todos y cada uno de sus escarceos. Si existió, no obstante, una dama que se convirtió en su íntima amiga y compañera: Lady Penny. Ella, 30 años más joven que él, era la esposa del nieto de Lord Louis Mountbatten, el tío de Felipe que tanta influencia había tenido en su vida y fue el dolor lo que hizo que su amistad floreciera. Lady Penny perdió en 1991 a la mayor de sus hijas cuando apenas contaba cinco años y a consecuencia de un cáncer.  El intento del duque de Edimburgo por mitigar el dolor de ella hizo crecer gran amistad entre ambos y Penny se convirtió en la confidente del marido de la reina Isabel II hasta el día de su muerte.


 

D. Felipe y Lady Penny



La relación con sus hijos no fue la deseada si exceptuamos la que mantuvo con la princesa Ana, su única hija. Cuando nació Carlos, el primogénito, su padre intentó educarle con la severidad y el rigor que, según creía, le darían la dureza necesaria para afrontar los retos que  le esperaban teniendo en cuenta que estaba destinado a ser el futuro rey del Reino Unido. Se equivocó y su relación fue conflictiva y en algunas ocasiones incluso tormentosa. Padre e hijo tenían un carácter diametralmente opuesto y esto supuso una decepción para D. Felipe que había soñado con tener, al menos,  un papel predominante en la educación de los hijos. Con su segunda hija, Ana, la relación fue completamente distinta. La personalidad, gusto y aficiones de ambos eran mucho más cercanos y cariñosos. Con sus otros hijos, Andrés y Eduardo, fue mucho menos severo e incisivo que con Carlos. De sus nueras y de su relación con ellas se ha escrito mucho, tal vez demasiado.

 




Lo que tal vez se conozca menos es su faceta de mecenas y coleccionista. Mantuvo una larga amistad con el pintor Edward Seago quien, tal vez, influyó en los gustos estéticos del duque. Adquirió para la Royal Collection Trust muchas obras de artistas contemporáneos sobre todo británicos y de la Commonwealt como Sidney Nolan, Barbara Hepworth y Mary Fedden entre otros. También  el príncipe Felipe era aficionado a pintar y de su obra el cuadro más conocido es uno pintado en 1965 : "La reina en el desayuno".




La salud de D. Felipe, duque de Edimburgo siempre fue buena o al menos no trascendió otra cosa que no fuera su buena forma física, su deportividad y su energía. No obstante, quince años antes de su muerte ya arrastraba algunos problemas cardiacos, según parece, de origen coronario puesto que en el 2011  tuvo que someterse a una angioplastia. En 2012 fue ingresado unos días por una infección urinaria y un año después ingresó de nuevo por un problema abdominal.

 

En mayo de 2017 el palacio de Buckingham anunció que le príncipe Felipe se retiraría de la vida pública en otoño de ese mismo año. Un mes después fue ingresado en el hospital Rey Eduardo VII, como consecuencia de una infección no especificada y  ese mismo año también se le realizó una intervención quirúrgica de cadera. Dos años después logró salir ileso de un aparatoso accidente de tráfico y parece ser que, después del mismo, el duque entregó voluntariamente su carnet de conducir.


En 2021 su salud se complicaría ingresando de nuevo en el hospital Eduardo VII por consejo de su medico personal pero una vez allí sería trasladado al  hospital San Bartolomé, especializado en cardiología. Tras ser intervenido quirúrgicamente era trasladado nuevamente al hospital de procedencia donde en marzo recibiría el alta médica.


D.Felipe se trasladaría para completar su convalecencia al castillo de Windsor donde, finalmente, falleció el 9 de abril a los 99 años de edad.


Según consta en el certificado de defunción el príncipe Felipe murió a causa de “su avanzada edad” y el jefe del servicio médico de la casa real, Sir Huw Thomas, así lo certifica.


No sabemos si el príncipe Felipe puede ser considerado el mejor de los maridos tampoco sabemos si fue un esposo ocasionalmente infiel pero lo que si parece claro es que Isabel II  tuvo en él a un leal vasallo. 





El duque de Edimburgo era un hombre enérgico, fuerte, atractivo y a veces poco diplomático. Su infancia - siempre determinante en cualquier persona - había sido dura porque había estado impregnada de un sentimiento de  desamparo emocional, una sensación de no ser querido por nadie, ni por su madre, presa de una crisis nerviosa en aquel momento, ni por su padre inmerso en una vorágine de de fiestas y eventos en la que no cabían las responsabilidades de la paternidad. Probablemente la primera vez que el príncipe Felipe sintió que se le quería fue durante el tiempo que pasó con su abuela y con sus tíos en Londres y tal vez por ello también se encontró bien al llegar a la Gordonstoun School, porque, a pesar de la dureza de los  métodos empleados para la educación de los alumnos, Felipe de Battenberg  sentía que su persona era importante para todos aquellos que querían hacer de él un hombre capacitado para hacer frente a cualquier avatar que se le presentara en la vida.


Cabe suponer que al final de su existencia le habría gustado tener menos escándalos, sobre todo teniendo en cuenta los protagonizados por su nieto Harry y su hijo Andrés, pero había aprendido a lidiar con lo que la vida le había ofrecido en cada momento. Como él dijo en cierta ocasión siempre fue "un pragmático".




Sus restos descansan en la Capilla de San Jorge del Castillo de Windsor.


martes, 7 de marzo de 2023

Carol II de Rumanía

 





Carol, que nació en octubre de 1893, fue el primero de los hijos del príncipe heredero Fernando de Rumanía y de su esposa la princesa María y el primero de los reyes  Hohenzollern que nacía en suelo rumano. La educación que recibió durante su infancia corrió a cargo de su tío abuelo, el rey Carol I, que consideraba que los padres del futuro heredero del reino de Rumanía eran demasiado jóvenes para encargarse de ello. Como Carol I no había tenido hijos volcó en el pequeño todos sus deseos de paternidad y le mimó en exceso ante el enfado de la madre de la criatura. 


El resultado fue un adolescente vanidoso, caprichoso, mujeriego, amante de las juergas y que bebía en exceso. La fama de "playboy" le acompañaría siempre. Con el fin de remediar en lo posible el desaguisado de su educación el rey Carol I hizo que el joven cursara estudios militares en Potsdam y  que posteriormente se le nombrara oficial del regimiento de guardias prusiano.


Carol Hohenzollern


En 1918 se enamora de una joven, Zizi Lambrino, hija de un general del ejercito, y se casa con ella en la catedral de Odessa para lo cual abandonó el ejercito sin el permiso oportuno lo que le llevó a ser considerado un desertor. El matrimonio indignó a sus padres y al gobierno que se apresuraron a solicitar su nulidad y aunque esta se produjo en 1919, Carol siguió viviendo con Zizi. Pocos meses después nacía Mircea, el único hijo de la pareja. El enamoramiento de Carol duro poco y, aunque Zizi siguió viviendo con su hijo en Neuilly, Carol desapareció de sus vidas.


Su madre, María, que ya era reina en aquel momento, decidió que había llegado la hora de buscar una buena esposa para su hijo. Invitó a la familia real griega a pasar unos días en Bucarest y consiguió  que tanto Carol como  la princesa Helena de Grecia accedieran a unir sus vidas. La intención de este matrimonio arreglado era que el joven sentara la cabeza pero además y sobre todo, una alianza dinástica entre Grecia y Rumanía.


Helena de Grecia


Apenas siete meses después de la boda nacía el único hijo de la pareja, Miguel. Tras su nacimiento vino el enfriamiento de la relación marital. Eran seres diametralmente opuestos, Helena era lo que podríamos llamar una dama de alta cuna y Carol descubriría que las mujeres que realmente le gustaban eran aquellas de baja cuna: apasionadas, informales, amantes de las diversiones y poco responsables…como él.


En 1925 conoce a la que será el amor de su vida, Elena Lupescu, más conocida como Magda, que era hija de un farmacéutico judío. La relación fue tan pasional y escandalosa que se vio obligado a renunciar al trono en favor de su hijo Miguel y salir de Rumanía camino de París del brazo de su amada Magda con la que, además, recorrería todos los lugares de moda de la alta sociedad europea.


En 1927 muere el rey Fernando I y sube al trono su nieto como  Miguel I. Al ser Miguel un niño de poco más de cinco años se constituye un Consejo de Regencia que resultó ser totalmente ineficaz.


En junio de 1930 Carol regresa a Bucarest y con el apoyo del partido Nacional Campesino es reconocido rey por el Parlamento. Dos años antes se había efectuado su divorcio de la princesa Helena. El gobierno del país intentó en vano la reconciliación de ambos cónyuges por el bien de la nación pero la sombra de Magda Lupescu, pendiente de llegar a Rumanía en cuanto su amado la llamara,  impidió que ésta se llevara a cabo. Madame Lupescu regresó a Rumanía y se convirtió en el ser más odiado por los rumanos que además de  considerarla una mujer fatal pensaban que  representaba "la encarnación del mal".


Magda Lupescu


En los años siguientes el país continuó sumido en graves problemas económicos y sociales y, ante el descontento de los ciudadanos con los partidos políticos existentes, Carol fue acumulando cada vez más poder.  Se comienza en ésta época a impulsar la industrialización del país que, por desgracia para los rumanos, no resultó competitiva frente a la industria extranjera y además conllevó una gran corrupción de los poderes públicos. Carol  y su familia estuvieron implicados en muchas sociedades industriales.


Los gobiernos se sucedieron y el rey alentó las escisiones de los partidos políticos para conseguir sus propios fines. Durante este periodo se aprobaron contra los judíos algunas medidas, tales como limitar su derecho a la propiedad, su ciudadanía, su educación y todo ello  a pesar de que se consideraba que Magda Lupescu tenía origen judío.


En febrero de 1938 Carol II abolió la Constitución, prohibió los partidos políticos y dio comienzo la dictadura real que tanto deseaba. Por fin él estaba en el lugar donde consideraba que tenía derecho a estar.  A partir de ese momento no habría en el país más que un único partido, las organizaciones juveniles  serían controladas por el poder o sea por el rey que además podría  podía promulgar decretos-leyes para hacer y deshacer a su antojo. Rumanía pasaba a estar sometida por un régimen que poseía todas las características del fascismo contemporáneo.


Carol II de Rumanía


Este régimen dictatorial duraría menos de lo que Carol había soñado. Pocas semanas después de iniciada la Segunda Guerra Mundial su hombre de confianza, el primer ministro Călinescu, caía en una emboscada donde fue asesinado a tiros y, aunque las represalias fueron terribles, el rey se sentía perdido sin su ministro. 


Finalmente el 3 de septiembre se produjo una sublevación en todo el país y se exigió la abdicación de Carol II. Abdicó tres días después, tiempo suficiente para poder cargar de objetos valiosos el tren que le llevaría, junto a su amante Magda, hacia el exilio. Su hijo Miguel fue nombrado sucesor al trono; padre e hijo jamás se volverían a ver.


Primeramente recalaron en Portugal desde donde partieron hacia  Mexico. Como eran dueños de una gran fortuna pues Carol poseía acciones en más de 40 empresas entre las más importantes del mundo, tenían un altísimo nivel de vida. Unos años después se trasladaron a Brasil y allí en un hotel de Rio de Janeiro se casaron tras 22 años de relación.


Portugal fue el ultimo destino, concretamente Estoril, una pequeña ciudad costera  que se había convertido en el lugar elegido por gran parte de la realeza en el exilio, y donde habían comprado un palacete


Carol y Magda en el exilio


Según cuenta Magda Lupescu en sus memorias, fue en su residencia de Estoril donde Carol encontró la muerte el 4 de abril de 1953 como consecuencia de un repentino ataque cardiaco. Su hijo Miguel, que jamás le perdonó las humillaciones que infringió a su madre, no acudió a su funeral.


Carol II,  "el rey playboy", desarrolló  un culto a su personalidad que fue aumentando a medida que avanzaba su reinado. Fue un rey manipulador que no cejó hasta conseguir el poder absoluto, por encima de quien fuera y cayese quien cayese. Se consideraba a si mismo el "rey de la cultura", el más grande de todos los reyes Hohenzollern, un ser "elegido" por Dios para crear una "Nueva Rumanía". Se equivocó.


Fue un generoso mecenas de las artes, no cabe duda, si bien es verdad que muchas obras de arte le acompañaron en su exilio dorado y, según los rumores, acabaron siendo subastadas para seguir financiando el alto nivel de vida de su viuda, Magda Lupescu.


Sus restos mortales, que seguían en Portugal, fueron repatriados a Rumanía en 2003 y depositados en  el  monasterio de Curtea de Argeș, el cementerio tradicional de la realeza rumana.

lunes, 6 de febrero de 2023

Alicia de Battenberg

 








Se ha hablado poco de la princesa Alicia de Battenberg teniendo en cuenta que su hijo, el duque de Edimburgo, su nuera la reina Isabel II del Reino Unido y  aquellos de sus nietos que eran hijos de ambos ocupaban casi a diario alguna página de los periódicos o de las revistas de gran parte del mundo. Alicia fue un personaje complejo cuya difícil vida se desarrolló en un espacio y en un periodo de tiempo muy convulso.


Nació en 1885 en el castillo de Windsor en presencia de su bisabuela, la reina Victoria I. Su madre era Victoria de Hesse y su padre, Luis de Battenberg, fue un príncipe alemán que adquirió la nacionalidad británica a muy temprana edad y en cuya Marina Real sirvió como oficial.


La primera en detectar que la niña era lenta  en aprender y no  hablaba fue su madre. Tras los estudios médicos pertinentes a la niña se le diagnosticó una sordera congénita. Es fácil imaginar el enorme disgusto de sus progenitores pero, a pesar de la dificultad que su especial condición le suponía, Alicia logró aprender a leer en los labios y a hablar en inglés y en alemán. Sus primeros años los pasó entre Darmstadt, Londres y Malta, donde su padre había sido enviado.


Alicia y Andrés de Grecia y Dinamarca



Con poco más de diecisiete años conoció en Londres, durante la coronación de Eduardo VII, al príncipe Andrés de Grecia y Dinamarca, del que se enamoró de inmediato. Un año después contraían matrimonio en Darmstadt y después se instalaban en Grecia. Andrés continuaba con su carrera militar y ella se dedicaba a las tareas caritativas propias de su posición. Durante los once primeros años de matrimonio Alicia dio a luz a sus cuatro hijas, el varón, Felipe, no llegaría al mundo hasta 1921.


Cuando en 1912 estalló la guerra de los Balcanes, Andrés fue nombrado Teniente Coronel del Regimiento de Caballería y su esposa  trabajó en la fundación de hospitales de campaña y, como enfermera, atendiendo a los heridos de guerra. Fueron tiempos difíciles para Alicia y para toda la familia de la que ya formaba parte. Su suegro fue asesinado y su cuñado Constantino, como hijo mayor de Jorge I, ascendió al trono. 


Cuando estalló la  Primera Guerra Mundial, Grecia fue declarada oficialmente neutral y Constantino I  se convirtió en el adalid de esa posición política que resultó contraria a la del gobierno de la nación y que dividió al país en dos facciones, por un lado los partidarios del rey y por otro los que pensaban que el gobierno estaba en el lado adecuado. El Cisma  producido en el país heleno y la presión de los Aliados que apoyaban al gobierno de Venizelos llevarían a Constantino I y a toda la familia  real a exiliarse en Suiza.


Este primer exilio no duraría mucho puesto que, en 1920, la monarquía sería restaurada y todos regresarían a Grecia al amparo del rey Constantino I. El príncipe Andrés, Alicia y sus hijos se instalarían en Corfú, en el palacio de Mon Repós. Allí nacería el último de los hijos de la pareja y el único varón, Felipe, que años más tarde habría de convertirse en consorte de Isabel II, reina del Reino Unido.


Alicia y su hijo Felipe


No duraría la tranquilidad ni la alegría, si es que la hubo, puesto que el príncipe Andrés, que había vuelto a ocupar un alto cargo como militar tras la derrota griega en Asia Menor fue acusado de alta traición, arrestado, sometido a un consejo de guerra y considerado culpable. Se salvó de la muerte pero fue desterrado para el resto de su vida y toda la familia se trasladó a París donde su cuñada, Marie Bonaparte, les cedió una modesta casa a las afueras de la ciudad.


La vida de Alicia acababa de dar un cambio tan radical que, probablemente, hizo tambalear su mente. Vivían de la caridad de sus parientes, su marido cada vez más distanciado de ella se dedicaba a escribir unas memorias destinadas a lavar su imagen como militar y Alicia se volcó en la religión y en la caridad hacia las familias griegas más necesitadas. Su religiosidad iba en aumento y en 1928 decidió ingresar en la iglesia ortodoxa griega. Poco después empezó a manifestar que oía voces divinas y que le habían sido otorgados poderes curativos. Tras una  fuerte crisis emocional que le provocó una depresión fue diagnosticada de esquizofrenia  paranoide por el doctor Ernst Simmel en Berlín. 


Sigmund Freud


Sigmund Freud, gran amigo y maestro de Marie Bonaparte,  fue consultado sobre el caso de la princesa Alicia y llegó a la conclusión de que los problemas de Alicia eran debidos a la "frustración sexual" que le producían unos niveles hormonales excesivos. Según afirma Dany Nobus, profesor de Psicología Psicoanalítica de la Universidad de Brunel en Londres en su  artículo "La locura de la princesa Alicia; Sigmund Freud, Ernst Simmel y Alicia de Battenberg en Kurhaus Schloss Tegel " fue Sigmund Freud quien recomendó un tratamiento de "castración" que consistió en someter sus ovarios a una intensa radiación de Rayos X. Los resultados fueron terribles, la radiación  provocó  en Alicia una menopausia temprana  además de algunos problemas de salud que arrastraría durante toda su vida.


Clinica Bellevue


Corría el año 1930 y Alicia fue internada por su familia en   la Clínica Bellevue de Kreuzlingen en Suiza, clínica que estaba dirigida por el doctor Ludwig Binswanger, amigo personal de Freud. Su esposo, el príncipe Andrés la abandonó  para terminar dedicándose a una licenciosa vida en la Costa Azul francesa. Sus hijas se fueron casando con miembros de la nobleza alemana y su hijo, de corta edad todavía, fue enviado a Inglaterra para ser educado al cuidado de sus parientes británicos. Alicia quedó sola y abandonada en aquel prestigioso sanatorio. Pasaron más de dos años antes de que su familia - tras varios intentos de fuga  frustrados por su parte - le permitiera salir de su encierro. Años difíciles y tristes sin duda.


Una vez liberada  se dedicó a viajar por varios países de Europa con poco dinero y ocultando que era princesa. Finalmente en 1935 regresa a Grecia y se instala definitivamente en Atenas. Intentó recuperar a su hijo Felipe que todavía era muy joven, pero su hermano, Lord Mountbatten, la convenció de que el porvenir del muchacho estaba en la Royal Navy del Reino Unido y que era mejor que él siguiera cuidando de su sobrino.


Funeral de Cecilia y su familia


Hasta dos años después no se reunió con su familia de nuevo y seguramente hubiera preferido no hacerlo puesto que el motivo fue el funeral por muerte de su hija Cecilia, del esposo de ésta y de sus nietos, fallecidos todos ellos en un terrible accidente de aviación.


De regreso a Atenas vivió modestamente en un apartamento de apenas dos habitaciones, dedicándose a colaborar con la Cruz Roja y ayudando a los más menesterosos que deambulaban por las calles. En 1941 los nazis ocuparon Grecia y poco después empezaron las deportaciones de los judíos hacia campos de concentración polacos. El hecho de que sus yernos lucharan en el lado alemán le procuró una cierta tranquilidad y se sintió menos observada por los nazis que ocupaban su ciudad. Se había trasladado a una casa de tres pisos de su cuñado Jorge y fue allí donde mantuvo escondidos a varios miembros de la familia Cohen que se salvaron de ser deportados gracias a su valentía, ya que para entonces las fuerzas de ocupación empezaban a sospechar de sus actos.


Enlace matrimonial de Isabel y Felipe



En 1947, su hijo, Felipe, le comunica que va a contraer matrimonio con la princesa Isabel, heredera al trono británico. Alicia le entregó una tiara, una de las pocas joyas que aún conservaba, para que con ella mandara confeccionar el anillo de compromiso.


Estuvo en la boda real y volvió a Grecia donde tras vender el resto de sus joyas fundó la Hermandad Cristiana de Marta y María, un convento con orfanato y geriátrico situado en un barrio pobre de las afueras de Atenas. Allí dedicándose a los pobres pensaba pasar el resto de su vida. No lo permitió el destino y el golpe de estado en Grecia de 1967 la obligaría a dejar Atenas para volar a Londres a petición de la propia reina Isabel II. En el Palacio de Buckingham vivió los dos últimos años de su vida.


Murió el 5 de diciembre de 1969 a los  84 años de edad. Nada dejó puesto que nada tenía, lo que en algún momento le perteneció lo había entregado  a los más necesitados.  Fue enterrada en  la Capilla de San Jorge en el Castillo de Windsor, aunque su deseo era ser enterrada en Jerusalén. 


Diecinueve años después, en 1988, su hijo cumplió su deseo y  sus restos fueron trasladados a  la Iglesia de Santa María Magdalena, en el Monte de los Olivos, cerca de Getsemaní, en Jerusalén.


Iglesia de Sta María Magdalena



Los trastornos mentales de Alicia comenzaron durante el exilio de ella y su familia en Francia, un exilio que trastocó su existencia  y condicionó su conducta como consecuencia, tal vez, de una exaltada personalidad que dificultó su adaptación a una nueva vida. Un diagnóstico quien sabe si  erróneo, la condujo a un tratamiento terrible y exagerado de consecuencias imprevisibles. La suya fue una vida impregnada de espiritualidad, de fervor religioso  y dedicada a los más necesitados. 


 Alicia de Battenberg fue honrada póstumamente en 1994 como "Justa entre las Naciones", el más alto honor israelí para los no judíos que arriesgaron sus vidas durante el Holocausto.