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lunes, 10 de julio de 2023

María de Edimburgo Reina consorte de Rumanía

 





Corría el mes de  octubre de 1875 cuando la familia real británica celebraba la llegada al mundo de la princesa María disparando los cañones en la Torre de Londres y en Hyde Park. Su padre era  Alfredo de Sajonia-Coburgo-Gotha, duque de Edimburgo, y su madre la gran duquesa María Aleksándrovna de Rusia, por tanto, la criatura que llegaba al mundo era nieta de la reina Victoria I del Reino Unido  y del zar Alejandro II de Rusia. 


María, a la que la familia llamaba Missy, pasó la primera etapa de su infancia en Eastwell Park, la casa de campo de sus padres ya que a su madre no le gustaba la vida en la residencia de Londres y su padre, totalmente entregado a su carrera militar en la Marina, estuvo prácticamente ausente de la vida de sus hijos durante esos primeros años.


Su educación no fue muy sólida, eso si, su madre como buena rusa que era les hizo aprender francés aunque no prestó demasiado atención a otras materias.


Cuando Missy cumplió los once años la familia se trasladó a Malta ya que su padre había sido nombrado comandante en jefe de la Flota del Mediterráneo. Sería en Malta donde se enamoraría por primera vez de un capitán de la Marina que estaba a las ordenes de su padre. Amores idealizados por ser los primeros pero sin proyección alguna.


Es  en 1889 cuando se produce un nuevo cambio en la vida de Missy, su padre hereda el ducado de Sajonia-Coburgo-Gotha y toda la familia se traslada de nuevo, esta vez a la ciudad de Coburgo.


Princesa María de Edimburgo - John Everett Millais


En Coburgo la educación de María y de sus hermanos se amplió. La duquesa, que era muy germanófila contrató una institutriz alemana que impuso una educación más estricta. 


Con el paso de los años Missy se había convertido en toda una belleza y los pretendientes empezaron a merodear a su alrededor. Uno de ellos fue su primo Jorge ( que se convertiría en Jorge V del reino Unido) pero se vio rechazado por María, tal vez, porque dicha unión no contaba con el beneplácito ni de su madre ni de su tía.


Apareció entonces en escena Carol I de Rumanía, un estado que había logrado su independencia por el Tratado de Berlin  en 1878 tras la guerra ruso-turca, y que había alcanzado el estatus de Reino unos años después coronando para ello al príncipe alemán Carol de Hohenzollern. A Carol, que no tenía hijos, le urgía encontrar esposa para su sobrino Fernando puesto que  la continuación de la dinastía en el trono rumano se había convertido en una de sus prioridades. A la madre rusa de Missy le gustó la idea por lo que se organizó el encuentro de ambos jóvenes en una cena de gala y el compromiso fue sellado poco después.


La boda se celebró en enero de 1893 en el castillo de Sigmaringen mediante tres ceremonias: una civil, otra anglicana, - religión de María - y otra católica - religión de Fernando - aunque se les había puesto como condición que educaran a sus hijos en la fe ortodoxa, mayoritaria en Rumanía. 




Los primeros años de matrimonio fueron difíciles. La diferencia de edad, Fernando era diez años mayor que María, de educación y el hecho de que el amor no había sido considerado necesario cuando se firmó el compromiso, pasaron factura a la pareja.  Además, para el rey Carol, la mujer solo tenía dos roles: el principal  era tener hijos que perpetuasen la dinastía y el secundario ser respetuosa, educada, amable y no opinar de nada que no fueran los niños y la moda. 


A María, que poseía un carácter abierto y alegre, le costaba adaptarse a la vida en la Corte de Rumanía, su personalidad provocó no pocas controversias, a pesar de lo cual cumplió con el principal de sus cometidos y dio nada menos que seis hijos a la corona.


No había amor en aquel matrimonio pero - según nos cuenta en sus memorias la propia María - con los años ambos consiguieron  complementarse y tener una relación de amistad y compañerismo que duraría durante el resto de su vida en común. 


Tres años después de la boda la pareja se trasladó al Palacio Cotroceni  y fue por esa época cuando Missy conoce al teniente Gheorghe Cantacuzène que no era guapo pero tenía mucho sentido del humor y sabía conversar incluso de moda. No tardaron nada en iniciar un romance que terminó en el momento se hizo pública la relación. María marchó a casa de sus padres en Coburgo, según parece embarazada, y allí según la historiadora Julia Gelardi daría a luz a un niño que o bien fue dado en adopción o bien nació muerto.


Los rumores sobre sus infidelidades acompañaron a Missy durante los siguientes años. Se la vinculó sentimentalmente con Gran Duque Boris Vladimirovich de Rusia, con Waldorf Astor, con Joe Boyle  y con Barbu Știrbey de quien se llegó a decir que era el padre de sus dos hijos menores.


María se enteró de la revuelta de los campesinos rumanos de 1907 - cuyo numero exacto de víctimas se desconoce - una vez que había pasado pero quedó hondamente impresionada por la miseria en la que vivían gran parte de la población. La revuelta fue un toque de atención a las clases poderosas de la nación que ante el temor de una revolución y el consiguiente cambio social iniciaron reformas agrarias aunque éstas que no pudieron llevarse a cabo hasta después de la Primera Guerra Mundial. 


La distribución del maíz - Stefan Luchian


El punto de inflexión en la vida de Missy se produciría poco después en  la Segunda Guerra de los Balcanes en 1913, cuando Rumanía entró en la contienda al lado de Grecia. La guerra, que apenas duró un mes, se vio agravada con una epidemia de cólera y María, ayudando al Dr. Ioan Cantacuzino y a una enfermera de la Cruz Roja, se desplazó entre Rumanía y Bulgaria ayudando en los hospitales. Como consecuencia su popularidad entre los rumanos se vio incrementada.


El 28 de julio de 1914, y en palabras de la propia Missy "la paz del mundo se hizo trizas", acababa de empezar la Primera Guerra Mundial. Apenas tres meses después moría el rey Carol I y Fernando y María eran proclamados reyes de Rumanía.


María siempre había ejercido una cierta influencia sobre su marido y esa influencia también se extendía a la política, hasta tal punto que el historiador Al Easterman llegó ha escribir que "fue María y no Fernando quien gobernó en Rumanía" y parece ser que así fue. Missy, ya como reina y partidaria como era de entrar en guerra al lado de la Triple Entente se puso en contacto con varias de las casas reinantes para conseguir las mejores condiciones para su país en caso de que se decidieran a entrar en guerra. Convenció a Fernando y finalmente éste firmó un tratado con la Entente en agosto de 1916.




La muerte del menor de sus hijos a consecuencia de fiebre tifoidea se produjo a finales de ese mismo año y María encontró, tal vez, consuelo a la desgracia familiar volcándose como enfermera en la atención a los soldado heridos.


El momento culminante para María llego en 1919 cuando acudió a la Conferencia de Paz de París en representación de Rumanía. El resultado de su labor diplomática fue un éxito y poco después se firmaba el Tratado del Trianón por el cual Rumanía veía aumentado su territorio con la anexión de Transilvania.


En 1927 moría Fernando y al hacerlo dejaba a María viuda y a Rumanía en manos de un niño de poco mas de cinco años, su nieto Miguel. El padre de Miguel, Carlos, legitimo sucesor de Fernando I, había renunciado al trono en favor de su hijo Miguel y había abandonado el país para continuar la vida al lado de  su amante Elena Lupescu. Rumanía quedaba en manos de una Regencia de la que María no formaba parte.


Funeral de Fernando I de Rumanía


Missy se dedico durante ese periodo a viajar por Europa hasta que Carlos regreso a Rumanía, declaró nula el acta de abdicación y se convirtió en el rey Carol II. 


Las relaciones entre María y el mayor de sus hijos habían sido siempre difíciles y se tornaron prácticamente imposibles cuando Carol tomó las riendas del país. El nuevo monarca  no sólo ignoró a su madre sino que también se dedicó a desprestigiarla.


Sintiéndose sola María se volcó en la religión inclinándose por un espíritu de unidad que la condujo al Bahaísmo. Se retiró de la vida pública y pasó los años recluida primero en el Castillo de Bran y  después en el Palacio de Balchik. 


En 1937  Missy cae enferma, su médico personal, el Dr. Castellani, diagnosticó cáncer de páncreas, aunque el diagnostico oficial fue cirrosis hepática. El tratamiento aplicado era totalmente ineficaz y ante la debilidad que presentaba la enferma  se la envió a un sanatorio en Italia con la esperanza de que se recuperase. No fue así y al poco tiempo y sintiéndose morir rogó para que se la llevase de nuevo a su país, donde quería reposar para siempre.


Murió el 18 de julio de 1938, a los 63 años de edad, y miles de personas visitaron su capilla ardiente. Fue enterrada en el Monasterio de Curtea de Argeș  y su corazón, colocado en un pequeño cofre se encuentra hoy en el Palacio Pelisor, el mismo lugar en el que murió.





María fue considerada una de las princesas más hermosas y una de las reinas más  diplomáticas e inteligentes. Fue admirada y querida por los rumanos, sobre todo por su valentía y su trabajo durante la Primera Guerra Mundial, hasta el punto de que se le puso el sobrenombre de la "Madre de los Heridos". No obstante, durante los años que Rumanía estuvo bajo el régimen comunista su figura fue objeto de distintas campañas difamatorias. El historiador Alexandru Gârneață  la calificó de promiscua  y afirmó también que había sido una alcohólica. Los funcionarios comunistas llegaron a destrozar la capilla que albergaba su corazón.


Por otro lado Constantin Argetoianu, una de las personalidades más conocidas e importantes de la política rumana  dijo de ella que fue "una de las más grandes figuras de la historia de Rumania". 


Sobre la figura de María de Edimburgo, Reina de Rumanía, no ha faltado la polémica, ni durante su reinado ni después de él.





martes, 13 de junio de 2023

Blanca II de Navarra

 




No debía ser fácil la vida en el siglo XV ni para los hombres ni para las mujeres, ni  tan siquiera si habías nacido en un palacio y te acompañaban títulos y prebendas tenías garantizada una vida cómoda y regalada, más bien al contrario. La vida de quienes ostentaban desde el momento del nacimiento títulos nobiliarios o principescos se veía enturbiada por las envidias, los celos y la avaricia de todos aquellos que formaban parte de su círculo más cercano.


La dama que traigo hoy a esta entrada no sería una excepción ni su vida un cuento de hadas.


Blanca de Trastámara y de Evreux nació en 1424 en Olite, era la tercera de los hijos de Blanca de Navarra, heredera al trono, y de Juan de Aragón, circunstancia ésta que cambió cuando Blanca apenas contaba un año de edad y su abuelo, Carlos III “el Noble” acababa de fallecer. Su madre pasaría a ser Blanca I, reina de Navarra, su padre el rey consorte, su hermano Carlos, príncipe de Viana, el heredero al trono y ella la segunda en la linea de sucesión puesto que su hermana mayor había muerto.


Poco sabemos de su educación. Su madre era una mujer muy piadosa y enfermiza y su padre casi siempre estaba ausente defendiendo sus intereses en Castilla, por tanto, no parece que ninguno de sus progenitores se interesara mucho por hacer de ella una mujer ilustrada pero, teniendo en cuenta la esmerada educación recibida por su hermano Carlos, es probable que también a ella se le hubieran dado conocimientos de literatura, filosofía y arte.


Juan II de Aragón



La guerra castellano-aragonesa que tantos años y tantas luchas habían costado se dieron por finalizadas en 1436 con el acuerdo de la Concordia  de Toledo y como garantía del cumplimiento de lo acordado se estableció el matrimonio de Enrique, príncipe de Asturias y de Blanca, infanta de Navarra. Así pues, aquella niña de apenas 12 años que paseaba por el castillo de Olite escuchando a su hermano Carlos tocar el arpa y la vihuela, acababa de recibir como regalo una caja de sufrimientos que tarde o temprano la obligarían a abrir.


Cuatro años pasaron de estos hechos cuando Blanca es llevada a Valladolid por su madre para contraer matrimonio con el príncipe Enrique que acababa de cumplir los 15. La boda se celebró en septiembre y pocos meses después moría su madre y, aunque la relación entre ambas no había sido demasiado frecuente debido a las enfermedades y devociones de su progenitora, no por ello dejó de sentir la princesa un gran vacío.


Blanca se encontraba en Castilla inmersa en un matrimonio que no tenía nada de feliz ni de matrimonio puesto que la infanta seguía siendo tan virgen como el día de su desposorio y además las noticias que llegaban de Navarra la tenían más que inquieta. Su padre, que había vuelto a casarse una vez murió su madre, no aceptaba dejar de ser rey de Navarra - aunque tan solo lo había sido como consorte -  en favor de su hijo Carlos, legítimo heredero del Reino, y Blanca temía por su hermano pues era consciente de que la ambición de su padre no tenía limites.


Enrique IV de Castilla


Corrían los años y Blanca continuaba virgen. Enrique deseaba la nulidad matrimonial y alegó que algún maleficio le impedía las relaciones sexuales con su esposa a pesar de que lo había intentado repetidamente durante más de tres años - periodo mínimo exigido por la iglesia - pero que jamás lo había conseguido y para demostrar que el maleficio era tan solo con Blanca presento como testigos a algunas prostitutas que, imaginamos que bien pagadas, declararon que  con ellas si había existido cópula.


En mayo de 1453 Luis Vázquez de Acuña, obispo de Segovia declara nulo el matrimonio de Blanca y Enrique y la infanta, repudiada, regresa a Navarra sin los bienes acordados en las capitulaciones matrimoniales. 


Lo que encuentra Blanca al llegar a Olite es un ambiente hostil, su padre tiene ya un nuevo hijo al que ella , de momento, no considera un enemigo. La mujer de su padre, Juana Enriquez, odia a todo aquel que suponga una amenaza para las ambiciones que tiene para su hijo, el pequeño Fernando, y su hermana Leonor, más joven que ella y casada ya con el conde de Foix tampoco siente simpatía alguna por ella.


Juana Enriquez



La única persona con la que siente afinidad y a cuyo lado se posiciona es su hermano Carlos. Este acababa de salir ese mismo año de la prisión en la que le había mantenido su padre que además, había desheredado a ambos alegando que eran "inhábiles e indignos de la sucesión". El príncipe de Viana en un intento de arreglar los conflictos con su progenitor por la vía diplomática  marcha a Nápoles a la corte de su tío Alfonso el Magnánimo a fin de conseguir la intercesión de éste con su padre. Alfonso que era el autentico rey de Aragón, escribe a su hermano y le obliga a anular el "deshederamiento". No sabemos si el hecho de que  hubiera nombrado a D.Juan Lugarteniente de Aragón y Cataluña mientras él permanecía en el reino de Nápoles influyó en el hecho de que éste se aviniera a la anulación.


El Príncipe de Viana - J. Moreno Carbonero. Museo del Prado



Blanca permanecerá en Olite esperando el regreso de su hermano Carlos que sigue en Sicilia. Se siente apoyada por los beamonteses que son partidarios del príncipe de Viana pero teme a su padre ya que éste había empezaba a dar títulos a su hijo Fernando. También temería a la esposa de su padre e incluso a su hermana Leonor.


El siguiente de los sinsabores que la vida le ofreció fue la muerte de su hermano Carlos. El príncipe de Viana fallecía en Barcelona en septiembre de 1461, no sin antes dictar testamento en favor de Blanca que pasaría a ser Blanca II reina de Navarra. 


Encerrada en Olite por orden de su padre, Juan II - ya rey de Aragón puesto que D. Alfonso había muerto sin descendencia - permanecería prisionera mientras los beamonteses, posicionados a su favor, intentaban que fuera liberada. Su padre con el objeto de alejarla de Navarra le propone el casamiento con el duque de Berry, hermano de Luis XI de Francia pero, Blanca, sospechando que la intención de su padre es alejarla de sus partidarios se niega. Juan II monta en cólera.


Dª Blanca II de Navarra en Olite - J. Moreno Carbonero. Museo del Prado


Entra entonces en escena su cuñado, el duque Gastón de Foix casado con su hermana Leonor y que será decisivo en el destino de Blanca II de Navarra.


Gastón, de manera sibilina, había llegado ya a un acuerdo con el rey de Francia Luis XI, según el cual, el francés reconocía a Juan II como rey de Navarra y a Leonor como heredera al trono. En el acuerdo estaba el casamiento de Blanca con el duque de Berry pero, dado que ella ya se había negado a semejante pretensión, su padre autoriza a Gastón de Foix a que conduzca a la reina, lo quiera ella o no, a Béarn en Francia, territorio que era hostil para Blanca.


De nada sirvieron sus protestas ni el hecho de que al llegar a  Roncesvalles anunciara que se la estaba obligando a marchar y que como consecuencia de esta  anómala situación no debería  tomarse en cuenta ninguna renuncia que hiciese a sus derechos, como no fuera a favor de su exesposo, el rey de Castilla, pues de lo contrario todos debían saber que estaba siendo forzada en contra de su voluntad. Al llegar a Béarn, Blanca es encarcelada en la Torre Moncada, en Orthez.


Las protestas efectuadas desde su cautiverio fueron inútiles. Del mismo modo que también fue inútil la cesión de sus derechos realizada a favor de su antiguo esposo, Enrique IV de Castilla el 26 de abril de 1462. Blanca consideraba que puesto que Enrique había estado a favor de su hermano, el príncipe de Viana, defendería también su reino y a quienes la habían dado a ella su apoyo. 


Doña Blanca de Navarra entregada al captal de Buch - Eduardo Rosales, Museo del Prado


No obstante, en 1464 y para poner fin a la guerra civil de Navarra, se firma la Concordia de Tarragona en la que se establece que Blanca regresará a Navarra y que allí se convocarían a los Tres Estados para que, ante la presencia del propio Rey de Aragón, de sus lugartenientes, y de los jefes beaumonteses que defendían los intereses de Blanca, se discutiera el tema de su libertad, su estado, vivienda y lo más complicado, la sucesión.


Nada de esto fue necesario puesto que Blanca murió apenas un mes después, el 2 de diciembre de 1464 en Orthez y en extrañas circunstancias. Puesto que nada se conoce de las causas de la muerte ni de las enfermedades previas que pudieran ocasionarla y dado que solo contaba con 40 años de edad cuando ésta se produjo, se empezó a especular con el envenenamiento como causa de la misma. Un envenenamiento que según la leyenda - propiciada en el siglo XIX por Francisco Navarro Villoslada que escribió una novela sobre la misma - habría sido ejecutado por su propia hermana Leonor a instancias de su esposo Gastón de Foix. Nada sabemos y seguramente nada llegará a saberse.


Lo que si sabemos es que la desgracia, las envidias y las ambiciones ajenas la acompañaron desde la adolescencia. Sin cariño, sin amor, sola, prisionera de aquellos que deberían haberla querido o al menos respetado y soportando el miedo continuo de no saber por donde y de quien le podía llegar el golpe mortal. Blanca II pasó por la vida nadando  a contracorriente, intentando ser fiel a su hermano, el príncipe de Viana, y a su abuelo, Carlos III “El Noble” y sacando fuerzas de la propia desesperanza.


En contra de lo que Blanca había dispuesto su padre, Juan II de Aragón, siguió siendo rey de Navarra hasta el día de su muerte y Leonor fue su sucesora.


Blanca II de Navarra fue sepultada en el panteón de la iglesia catedral de Lescar.




miércoles, 24 de mayo de 2023

Felipe de Edimburgo





Nació en Grecia, en el palacio de Mon Repós,  en la isla de Corfú. Era el año 1921 y todo parecía indicar que para sus padres, Andrés de Grecia y Alicia de Battenberg, y para el resto de la familia real griega la vida empezaba a ser más tranquila. Fue solo un espejismo, las aguas no sólo no habían vuelto a su cauce sino que estaban más turbulentas que nunca. Su padre fue acusado de alta traición y obligado a exiliarse junto a su familia  para salvar su vida. Tan dura fue la situación que el pequeño Felipe  abandonó el país metido en una caja de frutas hasta llegar al HMS Calypso, el barco de la Armada británica que los sacó del país.



D. Felipe junto a sus padres y hermanas


No fueron mejores los años que siguieron, vivieron de la caridad de sus familiares en una pequeña casa  a las afueras de Paris que les fue cedida por Marie Bonaparte, cuñada de sus padres y fue en Paris donde Felipe recibiría su primera educación. 


Todavía se complicaría más la vida del pequeño Felipe. Su madre, que había sufrido una fuerte crisis nerviosa por la que fue ingresada en una clínica de Suiza, no estaba en condiciones de cuidar de él. Su padre no presentaba las condiciones emocionales que requería una paternidad cuanto menos responsable y se apresuró a deshacerse de sus vástagos para vivir la disoluta vida que  deseaba y que consideraba que le correspondía. Sus hermanas, mucho mayores que él, se fueron casando con nobles alemanes que, además, eran cercanos al nazismo y Felipe fue enviado a Inglaterra para que sus parientes maternos se hicieran cargo de él.

 


Su abuela materna, Victoria de Hesse-Darmstadt, era nieta de la reina Victoria I del Reino Unido y vivía en el Palacio de Kensington desde que quedara viuda del príncipe Luis de Battenberg. El príncipe Luis había obtenido la nacionalidad británica, había servido en  la Marina Real, había  sido nombrado marqués de Milford Haven y  había cambiado su apellido por el de Mountbatten que, aunque era la traducción al ingles de Battenberg, no tenía un sonido germánico y hay que tener en cuenta que en la Inglaterra de aquellos años se había desatado una autentica animadversión hacia todo lo alemán. Fue en el  palacio de Kensington y junto a su abuela  - que suplió a la figura materna - y sus tíos Jorge y Louis - que intentaron suplir la paterna - donde Felipe pasó unos años tranquilos hasta que fue enviado, cuando cumplió los 12  años,a la Gordonstoun School para su formación.




A pesar de la austeridad y de la férrea disciplina del internado Felipe se encontró bien allí y siempre ha defendido que gracias a la exigencia del centro consiguió tener la formación adecuada para poderse enfrentarse a los retos que le depararía la vida.


La prematura muerte de su tío Jorge hizo que el menor de sus tíos, Lord Louis Mountbatten, se convirtiera en su mentor y en una de las figuras más importantes de su vida. Al cumplir los 18 años ingresó, con el apoyo de su tío, en la  Marina Real británica, graduándose un año después como el mejor cadete de su promoción. En 1942 fue ascendido a teniente de navío y al terminar la 2ª Guerra Mundial fue designado instructor de la Escuela de Suboficiales en Corsham. 


Felipe era alto, atlético y guapo y eso es lo que vio Isabel - la que un día sería reina del Imperio británico -  cuando a la edad de 13 años le fue presentado este pariente lejano que por aquel entonces acababa de cumplir los dieciocho. Dicen que Isabel se enamoró en aquel instante, si también lo hizo Felipe no lo sabemos pero no hay que olvidar que ella no era más que una niña de 13 años por más que también fuera Princesa Real.




Dicen sus biógrafos que fue Isabel la primera en escribir una carta a aquel joven rubio que le había impresionado tan vivamente. Faltaba apenas un año para que se iniciara la Guerra y según nos cuentan durante el tiempo que ésta duró los jóvenes mantuvieron una relación epistolar constante que hizo surgir el amor en ambos.


El idilio no fue recibido con entusiasmo por la Familia Real a pesar de los antepasados en común que tenían y de los títulos que a él le adornaban. Felipe era, tal vez, demasiado guapo, demasiado nórdico y además sus progenitores eran un auténtico desastre. No era, pues, una carta de presentación aceptable para el rey Jorge. El hecho de que Felipe fuera  sobrino de Lord Louis Mountbatten no parecía atenuar las reticencias del monarca. Isabel no claudicó y finalmente consiguió lo que, desde que tenía 13 años, deseaba.


La boda tuvo lugar en 1947, en la Abadía de Westminster. Previamente Felipe había tenido que cambiar su apellido por el de Mountbatten como ya hizo su abuelo y renunciar a sus posibles derechos al trono danés y al griego, acordándose también que los hijos de la pareja llevarían el apellido Windsor que era el que correspondía a la dinastía reinante en el Imperio británico. El día anterior a la celebración del matrimonio le fue concedido por Jorge VI el tratamiento de Alteza Real y los títulos de duque de Edimburgo, conde de Merioneth y barón Greenwich. 





Tras la boda se instalaron en una residencia cercana al palacio de Windsor hasta que tres años después pasaron a residir de forma definitiva, o eso creía el duque, al palacio de Clarence House. De manera intercalada y en varias ocasiones, se trasladaron durante algunos meses a Malta donde el duque había sido destinado por la Marina. En 1948 nació su primer hijo, Carlos, dos años después lo haría su hermana Ana. 


En 1952 la pareja, cumpliendo con sus deberes partieron para realizar una gira por Australia, Nueva Zelanda y Kenia. Fue  durante este viaje cuando se produce la muerte del rey Jorge VI. De inmediato iniciaron el regreso a Londres y ya todos los miembros de la comitiva rendirían a Isabel la pleitesía que le correspondía como nueva reina.


A partir de ese momento empezarían algunos problemas. Felipe, probablemente influido por su tío Louis Mountbatten, deseaba que una nueva dinastía ocupara el trono británico: “la dinastía Mountbatten” y dado el amor que Isabel le profesaba pensó que sería fácil conseguirlo. Ejerció una fuerte presión sobre ella, argumentando que sería el único hombre en el país cuyos hijos no llevaran su apellido, también decía que no se le consideraba  que era poco menos que una “ameba” y provocó tal distanciamiento en las relaciones matrimoniales que Isabel empezó a flaquear y a pensar que tal vez su esposo tuviera razón. No contaba Felipe con la férrea oposición de dos personas que no estaban dispuestas a permitir que la debilidad de la reina relegara el apellido Windsor. Esas dos personas eran:  su abuela, la reina Mary y Winston Churchill, el Primer Ministro. 


  

Coronación de Isabel II



Algo cambió a partir de entonces porque a la enérgica personalidad de Felipe le costaba digerir que tenía que ocupar un segundo plano, que  tenía que caminar dos pasos por detrás de su esposa  y, además, parece probable que no contara con la firmeza de Isabel a la hora de considerar  que su deber como reina estaba encima de cualquier otra cosa.


Las salidas nocturnas de Felipe frecuentando un club del Soho fueron cada vez más frecuentes y los rumores de infidelidad no tardaron en salir a la luz publica, rumores que se vieron avivados cuando, en 1956, Felipe emprendió una gira en solitario por la Commonwealth que lo mantuvo alejado de Londres durante seis meses. Para acallar los rumores Buckingham tuvo que emitir un comunicado en el que se negaba el supuesto distanciamiento de la pareja. La reina Isabel posiblemente por la misma razón o tal vez para contentar a su esposo concedió a Felipe el titulo de "Príncipe del Reino Unido". Corría el año 1957. 


A pesar de todo la fama de mujeriego le acompañaría siempre. La lista de amantes que se le atribuyó era larga pero de ninguna de estas relaciones hubo pruebas. En cualquier caso parece ser que la reina perdonó todos y cada uno de sus escarceos. Si existió, no obstante, una dama que se convirtió en su íntima amiga y compañera: Lady Penny. Ella, 30 años más joven que él, era la esposa del nieto de Lord Louis Mountbatten, el tío de Felipe que tanta influencia había tenido en su vida y fue el dolor lo que hizo que su amistad floreciera. Lady Penny perdió en 1991 a la mayor de sus hijas cuando apenas contaba cinco años y a consecuencia de un cáncer.  El intento del duque de Edimburgo por mitigar el dolor de ella hizo crecer gran amistad entre ambos y Penny se convirtió en la confidente del marido de la reina Isabel II hasta el día de su muerte.


 

D. Felipe y Lady Penny



La relación con sus hijos no fue la deseada si exceptuamos la que mantuvo con la princesa Ana, su única hija. Cuando nació Carlos, el primogénito, su padre intentó educarle con la severidad y el rigor que, según creía, le darían la dureza necesaria para afrontar los retos que  le esperaban teniendo en cuenta que estaba destinado a ser el futuro rey del Reino Unido. Se equivocó y su relación fue conflictiva y en algunas ocasiones incluso tormentosa. Padre e hijo tenían un carácter diametralmente opuesto y esto supuso una decepción para D. Felipe que había soñado con tener, al menos,  un papel predominante en la educación de los hijos. Con su segunda hija, Ana, la relación fue completamente distinta. La personalidad, gusto y aficiones de ambos eran mucho más cercanos y cariñosos. Con sus otros hijos, Andrés y Eduardo, fue mucho menos severo e incisivo que con Carlos. De sus nueras y de su relación con ellas se ha escrito mucho, tal vez demasiado.

 




Lo que tal vez se conozca menos es su faceta de mecenas y coleccionista. Mantuvo una larga amistad con el pintor Edward Seago quien, tal vez, influyó en los gustos estéticos del duque. Adquirió para la Royal Collection Trust muchas obras de artistas contemporáneos sobre todo británicos y de la Commonwealt como Sidney Nolan, Barbara Hepworth y Mary Fedden entre otros. También  el príncipe Felipe era aficionado a pintar y de su obra el cuadro más conocido es uno pintado en 1965 : "La reina en el desayuno".




La salud de D. Felipe, duque de Edimburgo siempre fue buena o al menos no trascendió otra cosa que no fuera su buena forma física, su deportividad y su energía. No obstante, quince años antes de su muerte ya arrastraba algunos problemas cardiacos, según parece, de origen coronario puesto que en el 2011  tuvo que someterse a una angioplastia. En 2012 fue ingresado unos días por una infección urinaria y un año después ingresó de nuevo por un problema abdominal.

 

En mayo de 2017 el palacio de Buckingham anunció que le príncipe Felipe se retiraría de la vida pública en otoño de ese mismo año. Un mes después fue ingresado en el hospital Rey Eduardo VII, como consecuencia de una infección no especificada y  ese mismo año también se le realizó una intervención quirúrgica de cadera. Dos años después logró salir ileso de un aparatoso accidente de tráfico y parece ser que, después del mismo, el duque entregó voluntariamente su carnet de conducir.


En 2021 su salud se complicaría ingresando de nuevo en el hospital Eduardo VII por consejo de su medico personal pero una vez allí sería trasladado al  hospital San Bartolomé, especializado en cardiología. Tras ser intervenido quirúrgicamente era trasladado nuevamente al hospital de procedencia donde en marzo recibiría el alta médica.


D.Felipe se trasladaría para completar su convalecencia al castillo de Windsor donde, finalmente, falleció el 9 de abril a los 99 años de edad.


Según consta en el certificado de defunción el príncipe Felipe murió a causa de “su avanzada edad” y el jefe del servicio médico de la casa real, Sir Huw Thomas, así lo certifica.


No sabemos si el príncipe Felipe puede ser considerado el mejor de los maridos tampoco sabemos si fue un esposo ocasionalmente infiel pero lo que si parece claro es que Isabel II  tuvo en él a un leal vasallo. 





El duque de Edimburgo era un hombre enérgico, fuerte, atractivo y a veces poco diplomático. Su infancia - siempre determinante en cualquier persona - había sido dura porque había estado impregnada de un sentimiento de  desamparo emocional, una sensación de no ser querido por nadie, ni por su madre, presa de una crisis nerviosa en aquel momento, ni por su padre inmerso en una vorágine de de fiestas y eventos en la que no cabían las responsabilidades de la paternidad. Probablemente la primera vez que el príncipe Felipe sintió que se le quería fue durante el tiempo que pasó con su abuela y con sus tíos en Londres y tal vez por ello también se encontró bien al llegar a la Gordonstoun School, porque, a pesar de la dureza de los  métodos empleados para la educación de los alumnos, Felipe de Battenberg  sentía que su persona era importante para todos aquellos que querían hacer de él un hombre capacitado para hacer frente a cualquier avatar que se le presentara en la vida.


Cabe suponer que al final de su existencia le habría gustado tener menos escándalos, sobre todo teniendo en cuenta los protagonizados por su nieto Harry y su hijo Andrés, pero había aprendido a lidiar con lo que la vida le había ofrecido en cada momento. Como él dijo en cierta ocasión siempre fue "un pragmático".




Sus restos descansan en la Capilla de San Jorge del Castillo de Windsor.