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jueves, 29 de mayo de 2025

ALFONSO XII

 




El 28 de noviembre de 1857, mientras el frío barría las calles de Madrid, la reina Isabel II alumbraba en el Palacio Real al séptimo de sus hijos, un varón que recibiría el nombre de Alfonso.


Todos los partos de la reina despertaban en el pueblo de Madrid, tan cercano al palacio, la polémica. Se hacían apuestas sobre quién sería el padre de la criatura, ya que no se daba ningún crédito a que fuera el rey consorte, D. Francisco de Asís, el que hubiera engendrado al vástago real. Se aventuraban nombres de éste o aquel personaje  que poseía, a decir del vulgo, los favores de Isabel II en el momento de la concepción.


El nacimiento de Alfonso no fue una excepción y se llegó a dar por seguro que el padre de la criatura era Enric Puigmoltó Mayans un Oficial de la Guardia Real que, según se contaba, andaba en amoríos por aquel entonces con la soberana.



En los primeros años de su infancia la orientación de su educación se dejó en manos del marqués de Alcañices, padre del que, pasado el tiempo, se convertiría en el amigo más intimo de Alfonso; el duque de Sesto. 


Alfonso, que desde el momento de su nacimiento fue nombrado Príncipe de Asturias, tenía una salud frágil y tanto los médicos de la familia real como sus preceptores fueron proclives a que realizara gimnasia y deportes. El ejercicio físico, en aquellos años, estaba en boga entre la alta burguesía. 


En septiembre de 1868 se produjo en España una sublevación militar y popular que fue llamada la Revolución Gloriosa y que supuso el destronamiento y exilio de Isabel II y de su familia dando lugar a lo que fue conocido como el Sexenio Democrático. 


Alfonso no había cumplido todavía los 11 años cuando en un giro, para él inesperado, le cambió la vida. Entre gritos de! Abajo los Borbones ! la Familia Real huyó hacia Francia iniciando un exilio que para Isabel II sería permanente.



Una vez instalados en un palacio de París, al que Isabel II había rebautizado como Palacio Castilla, el príncipe fue matriculado en el Colegio Stanislas en el que cursó, parece ser que con aprovechamiento, un año de estudios. Tuvo también profesores particulares entre los que destacó Guillermo Morphy que habría de convertirse en su secretario hasta el día de su muerte.


Mientras tanto en España la  búsqueda de una nueva forma de que el país fuese gobernado había dado lugar a la formación  de un gobierno provisional y éste convocó Cortes Constituyentes. Las Cortes proclamaron la Constitución de 1869 que establecía como forma de gobierno la Monarquía Constitucional. Como no se deseaba un Borbón ocupando de nuevo el trono se empezó a buscar otra dinastía para España. Se consiguió convencer al rey de Italia para que su hijo Amadeo aceptara - parece ser que a su pesar - la oferta de ser el primer rey de España de la dinastía de Saboya.


Las presiones sobre la destronada Isabel II para que abdicara en su hijo Alfonso, si es que quería ver algún día a los Borbones ocupando de nuevo el trono de España, acabaron haciendo mella en su espíritu y la exreina claudicó.


El 20 de junio de 1870  Isabel II abdicó la Corona en favor de su hijo Alfonso. A pesar de ello el proceso iniciado en España seguía imparable y  un año después de la abdicación de la reina, Amadeo I era proclamado rey de España. Corría el año 1871.


Amadeo I

Cuando estalla la guerra franco-prusiana la  destronada familia real siente  que en París corre peligro y deciden trasladarse a Ginebra. Alfonso ingresaría en el prestigioso Colegio Theresianum de Viena y allí cursaría estudios hasta 1872. Posteriormente y, siguiendo el consejo de Cánovas del Castillo que ya iniciaba el movimiento político que conduciría a la Restauración, ingresaría en la academia Militar de Sandhurst, en Inglaterra.


Estos trasiegos, del colegio francés al  austriaco y de aquí a la academia militar inglesa, le dieron a Alfonso una formación profunda y variada, le permitieron conocer distintos sistemas políticos, distintas formas de vida y dominar varios idiomas. Era un joven inteligente, intuitivo, con una mente abierta y amplitud de miras. 


Amadeo I, el rey que vino de Italia , había presentado su renuncia al trono de España en febrero de 1973 y regresado a su tierra natal asegurando que España era una "jaula de Grillos"


Cánovas del Castillo tejía los hilos de su proyecto integrador en torno a la figura de Alfonso. Los españoles empezaron a mirar esperanzados a aquel Borbón que, a decir de todos los que le conocían, nada tenía que ver con la inculta Isabel II.


El 29 de diciembre Cánovas del Castillo realiza un pronunciamiento en la población de Sagunto en favor de la restauración de la monarquía con el acceso al trono del príncipe Alfonso de Borbón.


Cánovas del Castillo

Alfonso hizo su entrada en Madrid el 14 de Enero de 1875 y los madrileños se echaron a la calle para recibir con verdadero entusiasmo al que querían que fuera su nuevo rey. Nadie parecía recordar que siete años antes y con ese mismo entusiasmo gritaban !Abajo los Borbones! mientras la reina y su familia - entre los que se encontraba Alfonso - salían raudos hacia Francia. 


Fue proclamado en las Cortes como Alfonso XII y a  pesar de sus diecisiete años dio muestras de una gran determinación. Estaba dispuesto a  conseguir regenerar la política española con un nuevo régimen  basado en una monarquía  liberal, constitucional y  parlamentaria que estuviera a la altura de otros países europeos.  Ese era el proyecto de Cánovas y también el suyo.


Un año después de su llegada  se aprobó la nueva Constitución de 1876 y en ese mismo año, con el rey dirigiendo la ofensiva final en el norte del país, se dio por terminada la guerra carlista. 


La popularidad de Alfonso crecía día a día, poseía un gran carisma pero no era eso lo más importante, la gente lo aclamaba y lo quería porque allí donde hubiese una desgracia, fuese cual fuese el lugar de España en la que ésta ocurriera, la visita del rey Alfonso XII se recibía de inmediato.


Su popularidad aumentó todavía más cuando se supo que el rey se había enamorado perdidamente de su prima, Mª Mercedes de Orleans y Borbón, y que pretendía casarse con ella. El hecho de que su madre, la disoluta Isabel II, se negara y que el enlace tampoco fuera del agrado del gobierno ni del parlamento hacía crecer la empatía popular hacía Alfonso. Cánovas, con sutil inteligencia, empezó a ver el enlace como una ocasión de afianzar, todavía más, entre la población la recién estrenada monarquía.


Alfonso y Mercedes

El boda tuvo lugar el 23 de enero  de 1878 en la basílica de Atocha. Los españoles recibieron con agrado la noticia y por las calles de Madrid empezó a circular una canción que así lo confirmaba:


 Quieren hoy con más delirio

 A su Rey los españoles 

 Pues por amor se ha casado 

 Como se casan los pobres 


Aquel amor duró poco porque la enfermedad arrancó a Mercedes de los brazos de Alfonso. Seis meses después del enlace la reina murió víctima de una infección, acababa de  cumplir los 18 años. Alfonso quedó devastado y se aisló durante un tiempo aunque su sentido del deber y la influencia de Cánovas le devolvió de nuevo al cumplimiento de sus deberes.


Alfonso XII era un hombre enamoradizo y joven por lo que, a pesar del dolor que le produjo la muerte de Mercedes, no tardó en tener una aventura amorosa con la soprano Elena Sanz a la que retiró de los escenarios instalándola en un precioso pisito de la que hoy es la calle Goya, donde la visitaba con frecuencia.


Elena Sanz

La necesidad de otro matrimonio, que hiciera posible el nacimiento de herederos para la Corona, se imponía. Alfonso, ya que se trataba de un matrimonio de Estado, dejó en manos de Cánovas la elección de su futura esposa y la elegida por éste fue la archiduquesa austriaca Cristina de Habsburgo - Lorena, prima del emperador Francisco José I. Cristina era culta, inteligente,  muy tímida y poco agraciada lo que ocasionó que los madrileños - idealizada la figura de Mercedes - la considerarán "estirada". 


El enlace se celebró en la catedral de Atocha en noviembre de 1879 y pese a que el amor faltaba por parte de Alfonso, éste no dejó de cumplir con sus obligaciones como esposo y 10 meses después de la boda nacía su primera hija a la que, quizá con poco acierto, se le impuso el nombre de Mercedes.


El hecho de que hubiera contraído nuevas nupcias no le hicieron abandonar sus aventuras amorosas. A principios de 1880 tuvo su primer hijo con Elena Sanz al que llamaron, como no, Alfonso. El segundo, Fernando, nacería un año después. Estos dos hijos bastardos darían, algunos años después, no pocos quebraderos de cabeza al gobierno de España.


Aunque no existiera amor, al menos por parte de Alfonso XII, si existía un enorme respeto hacía su esposa y hacia su capacidad intelectual. La segunda de sus hijas,Teresa, nació en 1882.


Cristina de Habsburgo-Lorena

Su deseo de compartir siempre la suerte de los españoles no le permitía permanecer demasiado tiempo encerrado entre las paredes del palacio y a sus idas y venidas por la geografía española y a sus galanteos nocturnos con las distintas amantes, se atribuyó el contagio de la tuberculosis que sufrió.


Para los españoles la enfermedad del rey fue inesperada pues nada hacía sospechar al pueblo, dada la juventud del monarca, que padeciera tisis y además  ésta se manifestó de forma muy agresiva. Por consejo de sus  médicos, Esteban Sánchez Ocaña y Laureano García Camisón,  en el mes de octubre se  retiró al palacio del Pardo, esperando que aquellos aires  mejoraran su salud. 


Al principio  de su estancia en el Pardo pareció que el rey se reponía, pero la tarde del  23 de noviembre sufrió, de manera súbita, un empeoramiento, un ataque de disnea le provocó la perdida de conocimiento y se le trasladó al lecho del que ya no se levantaría. A partir de ese momento todo fue muy rápido. Acudieron al  palacio del Pardo la reina y demás miembros de  la familia real, el Nuncio de su Santidad, ministros y políticos. La reina, embarazada de su tercer hijo, no se aparto del lado de su esposo durante todo el tiempo que duró su agonía. A  las nueve de la mañana del día 25 de noviembre de 1885  Alfonso XII exhaló su último suspiro.


No hay ninguna duda de la popularidad del monarca. A esa popularidad habían contribuido su simpatía, su llaneza, su matrimonio por amor e incluso sus aventuras extramatrimoniales que le daban un áurea de D. Juan muy al gusto del pueblo español en aquellos años. Pero por encima de todas esas cosas estaba el hecho de que Alfonso XII era un rey valiente, liberal, constitucional y cuya dedicación al pueblo, al que siempre considero que servia, era absoluta. Cuando Murcia sufrió inundaciones allí estuvo el rey, cuando Andalucia se vio sacudida por un terremoto acudió Alfonso XII y cuando en España se desató una epidemia de cólera que diezmó al regimiento que se asentaba en los alrededores de Aranjuez el rey, con su salud ya mermada y desoyendo a todos, incluido a Cánovas, marchó hacia esa población y abrió el palacio de Aranjuez para poder albergar a los enfermos.


Alfonso XII con los soldados enfermos en Aranjuez

Su reinado fue corto, tan solo duró diez años pero en ese corto espacio de tiempo Alfonso XII dio a España mucho más de lo que de él se esperaba; pacificó el país que había estado sumido en el conflicto carlista.  Hubo un notable despegue financiero gracias al aumento de la producción agrícola,  de la industria siderúrgica y de la textil, todo lo cual llevó  a España a un periodo de prosperidad.


Fue un buen rey que murió demasiado pronto, con tan solo 28 años. En el monumento que se alzó en su honor en el Parque del Retiro los madrileños todavía dejan flores.

martes, 6 de mayo de 2025

Juana "La Beltraneja"

 






Juana nació en Madrid en1462, su madre era Juana de Avis, hermana del rey de Portugal y segunda esposa de Enrique IV de Castilla y a él le fue atribuida la paternidad de la niña.


El primer matrimonio de Enrique fue con Blanca de Navarra pero este matrimonio nunca llegó a consumarse. Tras algunos años Enrique repudió a Blanca asegurando que estaba hechizado y esa era la razón por la que no pudo consumar el matrimonio… la excusa no convenció a nadie, se empezaba a hablar  ya de la impotencia del rey.




Como hacía falta un heredero Enrique decidió casarse con la hermana del rey de Portugal, Juana de Avis, mujer de enorme belleza y atractivo y entre cuyas virtudes no parecía encontrarse el de la fidelidad a su esposo, por ello los rumores sobre la posible impotencia de Enrique se acrecentaron. 


A los siete años de celebrado el matrimonio, la reina Juana daría a luz a una niña en el Alcazar madrileño. A la pequeña, que había nacido el 28 de febrero, se le impuso el nombre de Juana como  su madre y, a instancias de Enrique IV, las Cortes reunidas en mayo de ese mismo año, juraron como heredera a la niña. 


Juana llego a este mundo no con un pan bajo el brazo como otros bebés  sino rodeada de especulaciones; se dijo que fue fruto de la primera inseminación de la historia practicada por los médicos judíos en la persona de su madre mediante una cánula de oro introducida en su vagina. Y se dijo que no era hija de Enrique. La paternidad se atribuyó a Beltrán de la Cueva, valido del rey  y "favorito" de la reina. El hecho de que Enrique IV, al poco del nacimiento de su hija, le concediera a Beltrán el condado de Ledesma  no hizo más que aumentar los rumores. Se consideraba que el rey pagaba de ese modo el "favor" que Beltrán le había hecho. A partir de entonces a la pequeña Juana se la empieza a conocer  como "La Beltraneja"




Los tiempos eran convulsos, con grandes revueltas nobiliarias contra Enrique IV y algunos de ellos, como el marqués de Villena y el arzobispo de Toledo llegaron a declarar que la pequeña Juana era ilegitima y que el verdadero sucesor a la corona era el hermanastro del rey Enrique, el pequeño Alfonso, que junto a su hermana Isabel eran los hijos del segundo matrimonio de su padre Juan II. Se desencadenó entonces una  guerra entre los partidarios de Juana y los de Alfonso.


Por si Enrique no se había acabado de enterar de las pretensiones de la nobleza en 1465 se produjo, lo que ha pasado a la Historia como "la farsa de Avila",  una ceremonia en la que simbólicamente se despoja al rey de su corona y se nombra a Alfonso nuevo rey de Castilla.


Finalmente Enrique cede y en septiembre de 1468 se firma el pacto de los Toros de Guisando. En él, Enrique desheredaba a su hija y dado que su hermanastro Alfonso había muerto dos meses antes, nombraba a su hermana Isabel - la que un día sería llamada "la Católica" - princesa de Asturias y por tanto heredera a la corona.




La razón que Enrique esgrimió para desheredar a  la Infanta Juana no era su condición de hija de otro hombre ( habría sido demasiado duro, incluso para Enrique, reconocerlo) sino la dudosa legalidad de su matrimonio con Juana de Avis ya que, según parece, la dispensa papal - que puesto que eran primos necesitaban para casarse - era falsa. Además la princesa portuguesa estaba dando manifiestas muestras de su infidelidad ya que estando recluida  en la fortaleza de Coca  había tenido una relación ilícita con el guardián y había quedado embarazada de nuevo, embarazo que en modo alguno podía ser atribuido a Enrique.




En el pacto de Guisando había dos condiciones: que su hermana Isabel casara con el rey Alfonso V de Portugal y que la desheredada Juana lo hiciera con el hijo de éste. De ese modo consideraba Enrique que también Juana llegaría a ser reina y eso, parece ser, que  tranquilizaba su conciencia.


La pobre Juana, una niña al fin y al cabo, pasó su infancia custodiada por parte de la nobleza y alejada de su madre y del que consideraba era su padre. Desde 1465 hasta 1470 estuvo custodiada por la familia Mendoza en la fortaleza de Buitrago y después, por los cambios en la política castellana, pasó a manos del marqués de Villena  en el castillo de Escalona. 


Un nuevo vaivén real altera la vida de Juana. La princesa de Asturias, Isabel, había casado en secreto con Fernando, hijo del rey de Aragón, sin haber solicitado el consentimiento del rey Enrique IV y por lo tanto rompiendo lo acordado. Enrique IV revoca entonces el Pacto de los Toros  de Guisando  y vuelve a nombrar heredera del Reino de Castilla a su hija Juana. Corría el año 1470, además y para que Juana tuviera el futuro asegurado, concedió su mano al Duque de Guyana, hermano del rey Luis XI de Francia, firmando las capitulaciones matrimoniales en Medina del Campo. El proyecto de que Juana tuviera la protección del rey de Francia no pudo llevarse a cabo porque el duque de Guyana falleció en 1472 dejando a Juana compuesta pero sin marido.




Enrique que deseaba a toda costa dejar el futuro de su hija asegurado ofreció la mano de ésta a Alfonso V de Portugal o al hijo de éste, según conviniera a los portugueses. Hizo el mismo ofrecimiento al infante de Aragón, Enrique, e incluso a Fabrique, infante de Nápoles. Cualquier matrimonio valía con tal de que pudiera suponer un apoyo para su hija. 


En diciembre de 1474 muere Enrique IV sin dejar testamento y a partir de ese momento  Isabel se proclama reina de Castilla y se inicia la guerra de Sucesión entre los partidarios de Isabel y los de Juana.


La  madre de Juana( que había sufrido las maledicencias de los nobles castellanos) deseaba fervientemente ver a su hija coronada reina, de  modo que habló con su hermano, el rey portugués, que a la sazón contaba 43 años de edad, para que desposara a Juana de tan solo 13. El objetivo de los partidarios de Juana era  conseguir que las tropas portuguesas les ayudaran a vencer a Isabel y Fernando y el objetivo del rey portugués era  poder ceñir la corona castellana. La boda se celebró pero al ser tío y sobrina se necesitaba la dispensa papal que en un primer momento fue otorgada y después anulada por el Papa Sixto IV.


A pesar de algunos éxitos iniciales de los partidarios de Juana  finalmente la guerra se decantó a favor de Isabel y Fernando. Se dio por concluida en 1479 con la firma  de "El Tratado de Alcazobas" en el que se reconocía como reyes de Castilla a Isabel y Fernando y se otorgaba a Portugal el monopolio marítimo comercial en la costa occidental africana exceptuando las islas Canarias.El tratado contentó a los portugueses y por supuesto a los castellanos.




Como algo había que hacer con Juana para evitar futuros enfrentamientos, si ésta volvía a intentar hacer prevalecer sus derechos al trono castellano, se firmó también el convenio de las "Tercerías de Moura" donde se estipulaba la sucesión dinástica a la Corona de Castilla mediante la política matrimonial.


A Juana se le otorgaron seis meses para que eligiera entre casarse con el hijo de Isabel y Fernando, cuando éste estuviera en condiciones de poder matrimoniar - el niño contaba con un año de edad - o ingresar en un convento. También se estipulaba que si llegado el momento de los esponsales el hijo de los reyes Católicos  mostraba su disconformidad éstos no se realizarían y se indemnizaría a Juana con 100.000 ducados.


Juana eligió la dignidad y se retiró inmediatamente al monasterio de Santa Clara de Coímbra, donde pronunció sus votos. A pesar de ello siguió siendo para algunos una preciosa moneda de cambio con la que se podría negociar y eso intentó el rey Luis XI de Francia que solicitó su mano para su sobrino Francisco Febo. Francisco murió y las negociaciones no pudieron concluirse. Parece que todos los pretendientes de Juana acababan bajo tierra.


También se dijo, aunque no está documentado, que a la muerte en 1504 de Isabel la Católica, su esposo, Fernando, solicitó la mano de Juana para frenar a Felipe el Hermoso cuya esposa Juana "La loca" era la legitima heredera de Isabel y por tanto reina de Castilla.


La Beltraneja no se casó y siguió hasta el final de sus días como religiosa en Coimbra, donde se la llamaba la "excelente señora" . Al final de sus días pasaba algunas temporadas en el castillo de San Jorge de Lisboa que los reyes portugueses habían puesto a su disposición y donde vivía protegida por ellos.




Murió en 1530 y fue enterrada en el Monasterio de Santa Clara de Lisboa. Tenía 68 años y hasta el final de sus días firmaba sus escritos con  "yo la reina".


Juana tuvo la desgracia de ser hija o no de un rey al que llamaban "el Impotente" y de una madre infiel a su esposo y con hijos habidos de relaciones adulteras, lo que restaba credibilidad a la afirmación de que el padre de Juana era el rey de Castilla. Vivió desde su tierna infancia custodiada y recluida por  distintos miembros de la nobleza que se iban alternando dependiendo de los vaivenes políticos del Reino. Fue un peón en manos de los poderosos y víctima permanente de sus habladurías.


Se podría decir que la desgracia de Juana se ha prolongado hasta nuestros días. En el momento actual un estudio de ADN podría haberla liberado del despectivo apodo que se suele unir a su nombre. No ha sido posible, los restos de Juana se perdieron hace más de dos siglos en el gran terremoto de Lisboa. La Historia nunca podrá dilucidar su legitimidad.