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miércoles, 24 de mayo de 2023

Felipe de Edimburgo





Nació en Grecia, en el palacio de Mon Repós,  en la isla de Corfú. Era el año 1921 y todo parecía indicar que para sus padres, Andrés de Grecia y Alicia de Battenberg, y para el resto de la familia real griega la vida empezaba a ser más tranquila. Fue solo un espejismo, las aguas no sólo no habían vuelto a su cauce sino que estaban más turbulentas que nunca. Su padre fue acusado de alta traición y obligado a exiliarse junto a su familia  para salvar su vida. Tan dura fue la situación que el pequeño Felipe  abandonó el país metido en una caja de frutas hasta llegar al HMS Calypso, el barco de la Armada británica que los sacó del país.



D. Felipe junto a sus padres y hermanas


No fueron mejores los años que siguieron, vivieron de la caridad de sus familiares en una pequeña casa  a las afueras de Paris que les fue cedida por Marie Bonaparte, cuñada de sus padres y fue en Paris donde Felipe recibiría su primera educación. 


Todavía se complicaría más la vida del pequeño Felipe. Su madre, que había sufrido una fuerte crisis nerviosa por la que fue ingresada en una clínica de Suiza, no estaba en condiciones de cuidar de él. Su padre no presentaba las condiciones emocionales que requería una paternidad cuanto menos responsable y se apresuró a deshacerse de sus vástagos para vivir la disoluta vida que  deseaba y que consideraba que le correspondía. Sus hermanas, mucho mayores que él, se fueron casando con nobles alemanes que, además, eran cercanos al nazismo y Felipe fue enviado a Inglaterra para que sus parientes maternos se hicieran cargo de él.

 


Su abuela materna, Victoria de Hesse-Darmstadt, era nieta de la reina Victoria I del Reino Unido y vivía en el Palacio de Kensington desde que quedara viuda del príncipe Luis de Battenberg. El príncipe Luis había obtenido la nacionalidad británica, había servido en  la Marina Real, había  sido nombrado marqués de Milford Haven y  había cambiado su apellido por el de Mountbatten que, aunque era la traducción al ingles de Battenberg, no tenía un sonido germánico y hay que tener en cuenta que en la Inglaterra de aquellos años se había desatado una autentica animadversión hacia todo lo alemán. Fue en el  palacio de Kensington y junto a su abuela  - que suplió a la figura materna - y sus tíos Jorge y Louis - que intentaron suplir la paterna - donde Felipe pasó unos años tranquilos hasta que fue enviado, cuando cumplió los 12  años,a la Gordonstoun School para su formación.




A pesar de la austeridad y de la férrea disciplina del internado Felipe se encontró bien allí y siempre ha defendido que gracias a la exigencia del centro consiguió tener la formación adecuada para poderse enfrentarse a los retos que le depararía la vida.


La prematura muerte de su tío Jorge hizo que el menor de sus tíos, Lord Louis Mountbatten, se convirtiera en su mentor y en una de las figuras más importantes de su vida. Al cumplir los 18 años ingresó, con el apoyo de su tío, en la  Marina Real británica, graduándose un año después como el mejor cadete de su promoción. En 1942 fue ascendido a teniente de navío y al terminar la 2ª Guerra Mundial fue designado instructor de la Escuela de Suboficiales en Corsham. 


Felipe era alto, atlético y guapo y eso es lo que vio Isabel - la que un día sería reina del Imperio británico -  cuando a la edad de 13 años le fue presentado este pariente lejano que por aquel entonces acababa de cumplir los dieciocho. Dicen que Isabel se enamoró en aquel instante, si también lo hizo Felipe no lo sabemos pero no hay que olvidar que ella no era más que una niña de 13 años por más que también fuera Princesa Real.




Dicen sus biógrafos que fue Isabel la primera en escribir una carta a aquel joven rubio que le había impresionado tan vivamente. Faltaba apenas un año para que se iniciara la Guerra y según nos cuentan durante el tiempo que ésta duró los jóvenes mantuvieron una relación epistolar constante que hizo surgir el amor en ambos.


El idilio no fue recibido con entusiasmo por la Familia Real a pesar de los antepasados en común que tenían y de los títulos que a él le adornaban. Felipe era, tal vez, demasiado guapo, demasiado nórdico y además sus progenitores eran un auténtico desastre. No era, pues, una carta de presentación aceptable para el rey Jorge. El hecho de que Felipe fuera  sobrino de Lord Louis Mountbatten no parecía atenuar las reticencias del monarca. Isabel no claudicó y finalmente consiguió lo que, desde que tenía 13 años, deseaba.


La boda tuvo lugar en 1947, en la Abadía de Westminster. Previamente Felipe había tenido que cambiar su apellido por el de Mountbatten como ya hizo su abuelo y renunciar a sus posibles derechos al trono danés y al griego, acordándose también que los hijos de la pareja llevarían el apellido Windsor que era el que correspondía a la dinastía reinante en el Imperio británico. El día anterior a la celebración del matrimonio le fue concedido por Jorge VI el tratamiento de Alteza Real y los títulos de duque de Edimburgo, conde de Merioneth y barón Greenwich. 





Tras la boda se instalaron en una residencia cercana al palacio de Windsor hasta que tres años después pasaron a residir de forma definitiva, o eso creía el duque, al palacio de Clarence House. De manera intercalada y en varias ocasiones, se trasladaron durante algunos meses a Malta donde el duque había sido destinado por la Marina. En 1948 nació su primer hijo, Carlos, dos años después lo haría su hermana Ana. 


En 1952 la pareja, cumpliendo con sus deberes partieron para realizar una gira por Australia, Nueva Zelanda y Kenia. Fue  durante este viaje cuando se produce la muerte del rey Jorge VI. De inmediato iniciaron el regreso a Londres y ya todos los miembros de la comitiva rendirían a Isabel la pleitesía que le correspondía como nueva reina.


A partir de ese momento empezarían algunos problemas. Felipe, probablemente influido por su tío Louis Mountbatten, deseaba que una nueva dinastía ocupara el trono británico: “la dinastía Mountbatten” y dado el amor que Isabel le profesaba pensó que sería fácil conseguirlo. Ejerció una fuerte presión sobre ella, argumentando que sería el único hombre en el país cuyos hijos no llevaran su apellido, también decía que no se le consideraba  que era poco menos que una “ameba” y provocó tal distanciamiento en las relaciones matrimoniales que Isabel empezó a flaquear y a pensar que tal vez su esposo tuviera razón. No contaba Felipe con la férrea oposición de dos personas que no estaban dispuestas a permitir que la debilidad de la reina relegara el apellido Windsor. Esas dos personas eran:  su abuela, la reina Mary y Winston Churchill, el Primer Ministro. 


  

Coronación de Isabel II



Algo cambió a partir de entonces porque a la enérgica personalidad de Felipe le costaba digerir que tenía que ocupar un segundo plano, que  tenía que caminar dos pasos por detrás de su esposa  y, además, parece probable que no contara con la firmeza de Isabel a la hora de considerar  que su deber como reina estaba encima de cualquier otra cosa.


Las salidas nocturnas de Felipe frecuentando un club del Soho fueron cada vez más frecuentes y los rumores de infidelidad no tardaron en salir a la luz publica, rumores que se vieron avivados cuando, en 1956, Felipe emprendió una gira en solitario por la Commonwealth que lo mantuvo alejado de Londres durante seis meses. Para acallar los rumores Buckingham tuvo que emitir un comunicado en el que se negaba el supuesto distanciamiento de la pareja. La reina Isabel posiblemente por la misma razón o tal vez para contentar a su esposo concedió a Felipe el titulo de "Príncipe del Reino Unido". Corría el año 1957. 


A pesar de todo la fama de mujeriego le acompañaría siempre. La lista de amantes que se le atribuyó era larga pero de ninguna de estas relaciones hubo pruebas. En cualquier caso parece ser que la reina perdonó todos y cada uno de sus escarceos. Si existió, no obstante, una dama que se convirtió en su íntima amiga y compañera: Lady Penny. Ella, 30 años más joven que él, era la esposa del nieto de Lord Louis Mountbatten, el tío de Felipe que tanta influencia había tenido en su vida y fue el dolor lo que hizo que su amistad floreciera. Lady Penny perdió en 1991 a la mayor de sus hijas cuando apenas contaba cinco años y a consecuencia de un cáncer.  El intento del duque de Edimburgo por mitigar el dolor de ella hizo crecer gran amistad entre ambos y Penny se convirtió en la confidente del marido de la reina Isabel II hasta el día de su muerte.


 

D. Felipe y Lady Penny



La relación con sus hijos no fue la deseada si exceptuamos la que mantuvo con la princesa Ana, su única hija. Cuando nació Carlos, el primogénito, su padre intentó educarle con la severidad y el rigor que, según creía, le darían la dureza necesaria para afrontar los retos que  le esperaban teniendo en cuenta que estaba destinado a ser el futuro rey del Reino Unido. Se equivocó y su relación fue conflictiva y en algunas ocasiones incluso tormentosa. Padre e hijo tenían un carácter diametralmente opuesto y esto supuso una decepción para D. Felipe que había soñado con tener, al menos,  un papel predominante en la educación de los hijos. Con su segunda hija, Ana, la relación fue completamente distinta. La personalidad, gusto y aficiones de ambos eran mucho más cercanos y cariñosos. Con sus otros hijos, Andrés y Eduardo, fue mucho menos severo e incisivo que con Carlos. De sus nueras y de su relación con ellas se ha escrito mucho, tal vez demasiado.

 




Lo que tal vez se conozca menos es su faceta de mecenas y coleccionista. Mantuvo una larga amistad con el pintor Edward Seago quien, tal vez, influyó en los gustos estéticos del duque. Adquirió para la Royal Collection Trust muchas obras de artistas contemporáneos sobre todo británicos y de la Commonwealt como Sidney Nolan, Barbara Hepworth y Mary Fedden entre otros. También  el príncipe Felipe era aficionado a pintar y de su obra el cuadro más conocido es uno pintado en 1965 : "La reina en el desayuno".




La salud de D. Felipe, duque de Edimburgo siempre fue buena o al menos no trascendió otra cosa que no fuera su buena forma física, su deportividad y su energía. No obstante, quince años antes de su muerte ya arrastraba algunos problemas cardiacos, según parece, de origen coronario puesto que en el 2011  tuvo que someterse a una angioplastia. En 2012 fue ingresado unos días por una infección urinaria y un año después ingresó de nuevo por un problema abdominal.

 

En mayo de 2017 el palacio de Buckingham anunció que le príncipe Felipe se retiraría de la vida pública en otoño de ese mismo año. Un mes después fue ingresado en el hospital Rey Eduardo VII, como consecuencia de una infección no especificada y  ese mismo año también se le realizó una intervención quirúrgica de cadera. Dos años después logró salir ileso de un aparatoso accidente de tráfico y parece ser que, después del mismo, el duque entregó voluntariamente su carnet de conducir.


En 2021 su salud se complicaría ingresando de nuevo en el hospital Eduardo VII por consejo de su medico personal pero una vez allí sería trasladado al  hospital San Bartolomé, especializado en cardiología. Tras ser intervenido quirúrgicamente era trasladado nuevamente al hospital de procedencia donde en marzo recibiría el alta médica.


D.Felipe se trasladaría para completar su convalecencia al castillo de Windsor donde, finalmente, falleció el 9 de abril a los 99 años de edad.


Según consta en el certificado de defunción el príncipe Felipe murió a causa de “su avanzada edad” y el jefe del servicio médico de la casa real, Sir Huw Thomas, así lo certifica.


No sabemos si el príncipe Felipe puede ser considerado el mejor de los maridos tampoco sabemos si fue un esposo ocasionalmente infiel pero lo que si parece claro es que Isabel II  tuvo en él a un leal vasallo. 





El duque de Edimburgo era un hombre enérgico, fuerte, atractivo y a veces poco diplomático. Su infancia - siempre determinante en cualquier persona - había sido dura porque había estado impregnada de un sentimiento de  desamparo emocional, una sensación de no ser querido por nadie, ni por su madre, presa de una crisis nerviosa en aquel momento, ni por su padre inmerso en una vorágine de de fiestas y eventos en la que no cabían las responsabilidades de la paternidad. Probablemente la primera vez que el príncipe Felipe sintió que se le quería fue durante el tiempo que pasó con su abuela y con sus tíos en Londres y tal vez por ello también se encontró bien al llegar a la Gordonstoun School, porque, a pesar de la dureza de los  métodos empleados para la educación de los alumnos, Felipe de Battenberg  sentía que su persona era importante para todos aquellos que querían hacer de él un hombre capacitado para hacer frente a cualquier avatar que se le presentara en la vida.


Cabe suponer que al final de su existencia le habría gustado tener menos escándalos, sobre todo teniendo en cuenta los protagonizados por su nieto Harry y su hijo Andrés, pero había aprendido a lidiar con lo que la vida le había ofrecido en cada momento. Como él dijo en cierta ocasión siempre fue "un pragmático".




Sus restos descansan en la Capilla de San Jorge del Castillo de Windsor.