María nació en el Palacio de St. James de Londres en 1662, dos años después de que su tío, Carlos II Estuardo, regresara a Inglaterra para volver a ceñir la corona que Cromwell había arrebatado a su padre, Carlos I, tras ordenar que fuera decapitado. Junto al nuevo rey regresaba también el padre de María, Jacobo, duque de York, que aunque en aquel momento era el heredero de la corona nada hacía presagiar que llegaría a ocupar el trono puesto que Carlos II era joven y, por tanto, cabía esperar que procreara un montón de niños.
La madre de María era Ana Hyde, hija del conde de Clarendon, primer ministro del nuevo rey, y aunque la pareja tuvo ocho hijos tan solo María y su hermana menor Ana llegarían a la edad adulta.
El rey Carlos II no lograba que su esposa, la católica Catalina de Portugal, engendrara un hijo y aunque había conseguido dejar embarazadas a la mayoría de sus numerosas amantes el esperado heredero no llegaba. El rey terminó por considerar que, probablemente, su hermano Jacobo, que en aquel momento era su heredero, acabaría por reinar en Inglaterra cuando él muriera y teniendo en cuenta que el duque de York y su esposa se habían convertido al catolicismo y que sus súbditos no estarían dispuestos a consentir que un católico ciñera la corona decidió que sus sobrinas, sobre todo María que era la mayor, fueran educadas en la fe anglicana y bajo su supervisión.
Jacobo II junto a su esposa e hijas
Para alejar a las niñas de la influencia católica de sus progenitores se las trasladó a Richmond Palace, quedando al cuidado de la institutriz Lady Frances Villiers aunque, como es lógico, hacían visitas esporádicas a sus padres. La educación de María fue un poco más estricta que la de su hermana, con tutores privados que le enseñaron francés y religión además de danza, música , dibujo y todas aquellas materias que una dama debía saber. Ignoramos si la instruyeron en política, economía, relaciones internacionales y todos los conocimientos que podrían llegar a ser necesarios a una heredera al trono.
Cuando apenas contaba quince años, María, que se había convertido en una agraciada joven pues era alta, de grácil figura, larga melena y piel blanca y suave recibió una proposición de matrimonio. Su primo Guillermo, Príncipe de Orange y Estatúder de Holanda, que era hijo de la hermana de su padre y doce años mayor que ella, había puesto los ojos en su persona, probablemente, no tanto por su hermosura como por intereses políticos. La protestante Holanda con Guillermo a la cabeza había firmado la paz con Inglaterra tras años de guerra e interesaba a Guillermo consolidar esta posición, sobre todo teniendo en cuenta que el rey de Inglaterra, Carlos II, continuaba sin hijos legítimos a los que dejar el reino.
La boda se celebró en noviembre de 1677 y parece ser que María lloró desconsoladamente durante los días previos a su celebración e incluso el mismo día. No es de extrañar si pensamos en la poca edad de la princesa y en el aspecto del que iba a ser su esposo: de baja estatura ( María le sacaba 12 cm), encorvado, con dientes negros, nariz aguileña y además para que nada faltase a su natural atractivo, era de carácter malhumorado y taciturno. No era el príncipe azul con el que soñaba cualquier niña sino más bien una rana que no iba a cambiar de aspecto por muchos besos que ella intentara darle. Es de suponer que a la pobre María le costaría contener las lágrimas durante la "ceremonia del lecho" - aquella terrible costumbre de demostrar públicamente que el matrimonio se había consumado - a la que asistió toda la familia real incluido su tío el rey.
María se trasladó con su esposo a los Países Bajos y, para que no le faltaran motivos a la recién casada para sentirse desgraciada, la travesía fue espantosa. Un agitado mar la tuvo mareada durante todo el trayecto y además Rotterdam estaba cubierto de hielo y por lo tanto inaccesible. Tuvieron que desembarcar en un pequeño pueblo desde donde, y a través de los helados campos, fueron llevados hasta el palacio de Huis Honselaarsdijk. La entrada oficial en La Haya la hicieron días después procesionando por la ciudad para ser vistos por todos los ciudadanos que estuvieran dispuestos a desafiar al frío para conocer a la nueva princesa.
María era animada por naturaleza y también amable por lo que se ganó el afecto de los neerlandeses. No ocurrió lo mismo con su esposo que se mostraba hosco, frío y distante. Guillermo, como era de esperar, cumplió con sus obligaciones maritales y dejó embarazada a su esposa en varias ocasiones. Por desgracia las gestaciones acabaron en abortos y la ausencia de hijos fue la mayor fuente de dolor para María.
Cuando en 1685 muere Carlos II, el padre de María se convierte en rey de Inglaterra e Irlanda como Jacobo II y en rey de Escocia como Jacobo VII. Dado que Jacobo no había tenido hijos varones y que María era la mayor, quedaba claro para todos que solo ella era la legítima heredera, algo que tenía a su esposo muy contento. Guillermo se veía ya como rey de Inglaterra: estaba casado con María, era nieto de Carlos I y además era protestante.
Los católicos no eran bien tolerados en la Inglaterra del siglo XVII y como consecuencia tampoco Jacobo contaba con la simpatía y el cariño de sus súbditos ingleses. Cuando en 1688 la pareja real tuvo un hijo varón, Jacobo Francisco Eduardo, la consternación hizo temblar al Parlamento de Londres. Los rumores de que el pequeño príncipe sería educado como católico y de que Jacobo II planeaba volver a convertir Inglaterra en un país de esa religión corrían de boca en boca, y las sospechas de que tal plan fuera a llevarse a cabo se veían incrementadas cada vez que el rey nombraba a católicos para ocupar puestos clave del poder. El descontento aumentó cuando Jacobo II, que era un rey autoritario, suspendió al obispo de Londres - anticatólico declarado - y promovió la " Declaración de indulgencia" como primer paso para restablecer la libertad de culto en Inglaterra.
Tras el nacimiento del hijo varón del rey los ingleses ya no estuvieron dispuestos a esperar a que Jacobo muriera tranquilamente en su cama y un grupo de siete protestantes se dirigieron al extranjero en busca de soluciones. Así empezaría la llamada Revolución Gloriosa.
Guillermo de Orange, el esposo de María, la heredera hasta el nacimiento de su hermano, era la opción más lógica para sustituir a Jacobo II. Guillermo aceptó la invitación de los protestantes y se lanzó a la invasión desembarcando en Devon en noviembre de 1688. Sin aliados que le ayudaran Jacobo intento huir pero fue apresado. Guillermo, sintiéndose magnánimo, permitió que su suegro abandonara Inglaterra para refugiarse en Francia con su familia. El Parlamento registró la huida de Jacobo como una efectiva abdicación del rey.
La transición no fue fácil, la Cámara de los Comunes quería un gobierno conjunto de Guillermo y María y la Cámara de los Lores deseaba que María gobernara en solitario para preservar la sucesión. A esta opción se negó Guillermo que, dado su espíritu ambicioso, amenazó con marcharse y sembrar el caos. Finalmente el Parlamento decretó que ambos gobernarían conjuntamente. En abril fueron coronados en la Abadía de Westminster como Guillermo III y María II de Inglaterra.
Esta Revolución Gloriosa - llamada así porque la violencia había sido mínima - supuso una autentica revolución política. En 1689 el Parlamento aprobó la "Declaración de derechos" que tuvo como consecuencia que el sistema de gobierno pasaría a ser el de una monarquía constitucional. El Parlamento, a partir de ese momento, se constituiría en la máxima autoridad tanto en la aprobación de leyes como en la recaudación de impuestos. En el documento también se especificaba la linea de sucesión que quedaría de la siguiente manera : tras la muerte de Guillermo o de María el sobreviviente seguiría reinando y serían herederos del Reino los hijos de ambos. En ausencia de los mismos lo sería Ana, la hermana de María, y después los hijos que ésta tuviere. Así pues en el ultimo lugar de la sucesión estarían los hijos que Guillermo hubiera podido tener de un matrimonio posterior a su viudez, caso de que ésta se produjera.
Ese mismo año Guillermo y María compraron una mansión a un comerciante en una de las zonas suburbiales de Londres : Notting Hill. La reconstruyeron y la transformaron en el Palacio de Kensington. María supervisó personalmente los jardines alrededor del palacio y además añadió huertos e hizo plantar naranjos en ellos. Esta residencia se convirtió en la favorita de la real pareja.
Guillermo estaba muy a menudo ausente de Inglaterra, bien luchando contra los jacobitas ( partidarios de Jacobo II) en Irlanda, bien en los Países Bajos luchando contra la católica Francia. Durante los periodos en los que su esposo estaba en Inglaterra María se dedicaba a las cosas que parecían interesarle, como la jardinería, el coleccionismo y sobre todo a intentar mejorar el estado moral de sus súbditos. Apoyó la creación de la Sociedad para la Reforma de las Costumbres pretendiendo de ese modo que disminuyera la embriaguez, la prostitución y que se respetaran los domingos. También se involucró en los nombramientos de Obispos y Arzobispos de la Iglesia Anglicana. La fundación del enorme Hospital Real de Greenwich en 1692, creado para atender a los marineros heridos en las batallas, fue otro de sus logros. Esta humanitaria y piadosa faceta de María gustaba mucho a sus súbditos protestantes que, tras tres reinas extranjeras y católicas, celebraban el hecho de que su actual monarca fuera inglesa y protestante.
Durante las ausencias de Guillermo María se trasformaba ya que era a ella a quien correspondía ejercer el poder real y parece ser que era una gobernante firme a la que no le temblaba el pulso aunque tuviera que enfrentarse a su propia familia.
La real pareja consiguió que la ausencia de amor se trasformara en una amistad firme y duradera a pesar de las notorias infidelidades de Guillermo, a quien se le contabilizaron algunas amantes. Si bien no había romanticismo en el matrimonio, los reyes lograron formar un buen equipo en lo político. Hasta el punto de que Guillermo llegó a decir que " Él debía conquistar enemigos y ella debía ganar amigos" (Starkey). La ausencia de hijos fue, tal vez , la mayor frustración que sufrieron ambos.
En 1694 una epidemia de viruela sembró de luto Inglaterra, se contabilizaron mas de 1300 víctimas reconocidas y entre esas víctimas estaba María. A pesar de su juventud, de su aspecto saludable, de sus frecuentes caminatas entre los palacios de Whitehall y Kensington y de los cuidados del eminente médico real John Radcliffe, la enfermedad se cebó en ella con especial virulencia hasta causarle la muerte.
María II murió en la mañana del 28 de diciembre de 1694, un día tan gélido que hasta el Támesis apareció congelado. Tenía 32 años.
María reino durante poco más de cinco años. Durante éste tiempo consiguió el cariño y el respeto de la mayoría de los protestantes pero no sucedió lo mismo con los católicos y los jacobitas que la consideraron una usurpadora que había ido contra la voluntad de su padre y por lo tanto había pecado contra el quinto mandamiento. Algunos llegaron a decir que la ausencia de hijos era en realidad un castigo de Dios.
Es difícil llegar a comprender los sentimientos de una adolescente que con apenas quince años es obligada a casarse en contra de su voluntad, a dejar todos sus vínculos familiares, a adquirir nuevas costumbres y hábitos, a tener que aprender a explorar los gestos y las miradas de quienes la rodean para poder analizar y encontrar a sus enemigos, a encallecer sus sentimientos en pro de lo que en su día le dijeron que era su deber.
María II fue embalsamada y enterrada en marzo de 1695 en la Abadía de Westminster. A su funeral acudieron todos los miembros de ambas Cámaras del Parlamento. Durante la ceremonia se pudo escuchar "Música para el funeral de la reina María", compuesta por Henry Purcell, organista de la Capilla Real y uno de los mejores compositores ingleses.