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lunes, 28 de diciembre de 2015

Margarita Teresa de Austria




Infanta Margarita en azul. Diego Velazquez


El primer parto de Dª Mariana de Austria, esposa de Felipe IV se produjo el 12 de junio de 1651. Fue una niña y por lo tanto fue inevitable la decepción de todos los que esperaban al ansiado heredero varón. A la niña se le impuso el nombre de Margarita Teresa y a pesar de la decepción causada por el hecho de pertenecer al sexo femenino, se llegaron a entrevistar a treinta y dos mujeres para que fuera amamantada, encomendándose su crianza a once de ellas y no se la destetó hasta 1654, según nos cuenta Junceda.

Prácticamente desde su nacimiento se la prometió al emperador Leopoldo I de Austria, hermano de su madre y por lo tanto su tío carnal. Por ello y desde que tenía dos años Velásquez la retrata y los retratos son enviados a la corte austriaca para que el futuro esposo conociera la evolución de su prometida pero, tras la muerte en 1661 de su hermano Felipe Próspero, que era el heredero de la Corona, el matrimonio de Margarita se convierte en un asunto de capital importancia para el futuro de la Monarquía y por lo tanto los esponsales son demorados. El pobre estado de salud del recién nacido príncipe Carlos inquietaba a Felipe IV quien probablemente consideraría que debía ser Margarita la heredera del trono.

Estas demoras en la celebración de los esponsales no convenían a Leopoldo I. El emperador necesitaba un heredero y además si moría el príncipe Carlos – como todo el mundo creía- la Infanta Margarita era una de las candidatas a heredar la Monarquía española. Por lo tanto, Margarita era un preciosa pieza que deseaba obtener a toda costa. Para ayudar a su embajador, el conde Potting, que defendía los intereses de Leopoldo en España, el Emperador enviaría a Madrid al barón Lisola, pero  a pesar de ello las dilaciones continuaban.

Margarita Teresa. Martinez del Mazo

En 1665 muere Felipe IV y en su testamento no aparece ninguna referencia al compromiso matrimonial de Margarita Teresa y se piensa por ello que el Monarca deseaba evitar este matrimonio a fin de asegurar los derechos sucesorios de su hija en el caso de que el príncipe Carlos muriera sin descendencia. Como Carlos era menor de edad, la Reina viuda Mariana debe ocupar la Regencia. El emperador Leopoldo I pensó que siendo su hermana la que ocupaba la Regencia los tramites para los desposorios se agilizarían pero no fue así y se dieron nuevas excusas al conde Potting para postergar el matrimonio.

Finalmente la Reina Mariana consintió que se celebrasen los esponsales por poderes el 25 de abril de 1666, representando al Emperador el duque de Medinaceli y con la presencia, como no, del conde Potting. Tres días después la comitiva salía de Madrid camino de Denia acompañada por el duque de Albuquerque que había sido nombrado Camarero Mayor. En Denia esperaba la Armada Real de España y la ya Emperatriz embarcó rumbo a Barcelona. Al llegar a la ciudad fue recibida con salvas y grandes festejos que se habían organizado para agasajar a la comitiva pero, según nos cuenta Fernandez Duro "no sentaron bien a la comitiva los aires de la costa, y la Infanta adoleció de tercianas, sufriéndolas también el duque de Albuquerque, por lo que el viaje hubo de demorarse". 

Margarita Teresa. Martinez del Mazo

Tras el ajetreado viaje, la Emperatriz hizo su entrada oficial en Viena el 5 de Diciembre de 1666. Conseguido el propósito de desposar a la Infanta española, Leopoldo se sentía feliz y para demostrarlo organizaría fiestas y saraos de tal magnificencia para celebrar los esponsales, que parece ser, que fueron los más espléndidos de la época, superiores incluso a los que acostumbraba a organizar Luis XIV. No cabe duda de que el Emperador se había propuesto ensombrecer Versalles. Ballets ecuestres, óperas, representaciones teatrales y música se fueron alternando en el patio central del palacio de Hofburg para dar la bienvenida a la Emperatriz y su séquito. Además el palacio había sido reformado y dotado de nuevos adornos y tapices y de un lugar donde pudieran representarse todas aquellas funciones a las que tan aficionada era la emperatriz. 

Desde su llegada a la corte imperial Margarita se sitúa al margen de los asuntos de gobierno, intentando demostrar así que sus intereses estaban en satisfacer al Emperador y a sus súbditos. Se centra pues, en aquellas aficiones que siempre había tenido y que además compartía con su esposo. Le gustaba el teatro y con la mente en España promueve la representación de obras de autores españoles en Viena. Pero por lo que ambos sentían autentica pasión era por la ópera y así, y para inaugurar el magnifico teatro que Leopoldo había hecho construir se estrenó la ópera “ La manzana de oro” de Antonio Cesti, que fue considerado uno de los mejores espectáculos del siglo.

Otro de los intereses que compartían ambos esposos era la religión, tanto Margarita como su esposo eran profundamente católicos. Es posible por tanto que, aunque de forma involuntaria y tal vez influenciada por su confesor, P. Juan de Molino, contribuyera a la expulsión en 1669 de los judíos de Viena. 

Margarita Teresa. Gerard du Chateau

Lo que si tenía claro la Emperatriz era que su gran misión consistía en dar hijos a la Corona. El embajador español en Viena, conde de Castellar, anuncia la primera gestación de la Emperatriz en la primavera de 1667. A partir de entonces, Leopoldo no se separará del lado de su esposa. El 28 de diciembre nace Fernando Wenceslao. Como es lógico pensar, la devoción de Leopoldo por su esposa aumentó con el nacimiento del primer varón pero, el 13 de enero, el pequeño Wenceslao moría sumiendo a los Emperadores en la tristeza. Un año después, en enero de 1669, la Emperatriz alumbraba a su segundo hijo, una niña que recibiría el nombre de María Antonia y que sería la única de sus hijos que llegaría a la edad adulta, ya que, el tercero de ellos al que se impuso el nombre de Juan moriría al poco de nacer.

En 1673 Margarita se hallaba de nuevo encinta y seria éste, su cuarto parto, el que habría de llevarla a la tumba. El emperador había mandado venir una nueva partera desde Italia, Lucia Panesi, que debía ayudar a la Emperatriz  pero el parto se complicaría y Margarita Teresa moriría como consecuencia  de las complicaciones. Consciente de que el final se acercaba, la Emperatriz hizó testamento y se despidió de su familia. 

Espiró entre las 2 y las 3 de la mañana del día 12 de marzo, tenía 21 años. Sus restos mortales reposan en la Cripta de los Capuchinos de Viena.

martes, 8 de diciembre de 2015

Eduardo VII del Reino Unido




Eduardo VII.- Luke Fildes. National Portrait Gallery. Londres



Fue el segundo de los hijos de la Reina Victoria I del Reino Unido y del Príncipe Alberto. Nació el 9 de noviembre de 1841 y se le bautizó con los nombres de Alberto Eduardo, aunque todo el mundo le llamaba Bertie. Su padre, el príncipe Alberto, tenía muy clara la educación que debían recibir sus hijos. Con el fin de facilitar la tarea a profesores y cuidadores escribió un memorando en el que se especificaban, horarios, materias, tiempo de estudio y tiempo de asueto. El sistema funcionó muy bien con su hija mayor, Victoria, pero no con su segundo hijo. Bertie no estaba interesado en los estudios y se distraía con facilidad. Intentaba no defraudar a su progenitor pero, nunca lograba tenerle contento.

A pesar de todo fue a la universidad de Edimburgo, después a Oxford y por último cursó estudios en el Trinity College de Cambridge. Lógicamente, también debía dársele una formación militar y con este fin estuvo sirviendo en el 16º Regimiento de Húsares. 

Con tan sólo diecinueve años realizó su primer viaje oficial como heredero del trono británico. Si bien Bertie no había destacado por sus dotes intelectuales, si lo haría por su capacidad de atracción y empatía. Tenía una personalidad arrolladora, era extremadamente simpático y sabía ganarse el cariño de la gente. El viaje por América del Norte fue todo un éxito.

Una de las cosas que más preocupaban a sus padres era la gran afición que Bertie demostraba por las mujeres, así que empezaron a buscar una princesa que le hiciera sentar la cabeza y encontraron que la más idónea parecía ser la princesa Alejandra de Dinamarca. Con la complicidad de su hija mayor, la princesa Victoria, que estaba casada con el heredero de Prusia y residía en Berlín, Bertie es enviado a Alemania con la excusa de asistir a unas maniobras militares. Allí le fue presentada la princesa Alejandra. Era el mes de septiembre de 1861 y parece ser que ambos jóvenes simpatizaron de inmediato.

Alejandra de Dinamarca

Bertie regresó a Londres y a sus mundanas costumbres. El escándalo provocado, mientras estaba en Irlanda, por los amoríos que mantenía con una actriz, sin ningún recato y comedimiento, llevaron a su padre a emprender viaje para cortar de raíz aquella situación. La reina Victoria estaba indignada y se oponía al viaje de su esposo, aunque finalmente accedió. Tras poner orden en la vida de su hijo, el príncipe Alberto regresó a Londres pero, la enfermedad ya había hecho presa en él y murió dos semanas después. La reina Victoria siempre culpó a su hijo de la muerte de su amado esposo. Nunca le perdonó y siempre le trató con un desdén manifiesto, excluyéndole de todos los asuntos de Estado. 

Poco después de la muerte de su padre, y en un íntimo deseo de la reina Victoria por apartarle de su vista, Bertie emprendió un viaje oficial por Oriente. A su regreso se formalizaría el compromiso con Alejandra. La ceremonia nupcial tendría lugar en la capilla de San Jorge en el castillo de Windsor el 10 de marzo de 1863.

Ni el matrimonio ni la mala relación con su madre hicieron cambiar el estilo de vida del príncipe de Gales. Condenado como estaba, por su madre, al ostracismo político, se dedico a la vida social. Bertie y su esposa establecieron su residencia en Marlborough House y allí, reunían a los representantes más importantes de la sociedad inglesa y mundial, (escritores, poetas, políticos, banqueros, jefes de estado, príncipes y arstócratas) mientras en Buckingham Palace, la reina Victoria, de riguroso luto, vivía recluida y de espaldas a la sociedad. Bertie era un hombre cosmopolita y, a pesar de su obesidad, pronto se convirtió en el referente de la elegancia masculina. Todo el mundo imitaba su estilo, su ropa y sus exquisitas maneras.

Las amantes se sucedían sin que Bertie hiciera demasiado por ocultarlas. La princesa Alejandra no parecía inmutarse, sabía lo que podía esperar de su esposo y lo respetaba. La mayoría de sus biógrafos coinciden en afirmar que su matrimonio fue feliz aunque la princesa Alejandra – Alix, para la familia- iba apartándose poco a poco de la vida mundana de su marido y centrándose más en actividades públicas, evitando de ese modo a su suegra, la Reina, el trabajo de asistir a inauguraciones o conciertos o visitas a hospitales. La alta sociedad londinense solía invitar a las amantes oficiales de Bertie a cualquier cena o fiesta a la que acudiera el príncipe. Primero fue Lille Langtry, después Agnes Keyser y por último Alice Keppel. Aunque éstas eran las amantes a las que permaneció más “fiel” no fueron las únicas, desde Sara Bernhardt a Lady Churchill pasaron más de cincuenta mujeres por sus brazos.

Alice Keppel

Eduardo creía y mucho en el valor de las relaciones directas con otros países y realizó numerosos viajes. Creía también firmemente en la grandeza de su país y por ello se dedicó a recorrer todos los territorios del Imperio. Consideraba que era uno de sus deberes como Príncipe de Gales. No obstante, todas sus visitas al extranjero fueron duramente criticadas por la reina Victoria, a pesar de los éxitos diplomáticos conseguidos por el príncipe. Ni siquiera el atentado que sufrió en Bélgica cuando le dispararon un tiro como protesta por la guerra de los Boeres, logró conmoverla. 

En 1901 fallece la reina Victoria. Bertie tiene ya sesenta años cuando accede al trono. Dos días antes de la Coronación, Eduardo sufre un cuadro de apendicitis aguda. Su médico personal Francis Laking solicita la intervención de Sir Frederick Teves y Joseph Lister siendo operado con éxito por ambos cirujanos.

En la coronación quedó claro, por el entusiasmo mostrado por el pueblo, que el Rey se había ganado el afecto de la gente. Sus principales intereses estuvieron centrados en los asuntos militares y sobre todo en la modernización de la flota inglesa. Pero, las labores diplomáticas seguían siendo la gran contribución de Eduardo VII a la política de su país. En la mayoría de los tronos de Europa se sentaban parientes suyos y mediante la cordialidad y la confraternización el Monarca consiguió estrechar las relaciones bilaterales con muchos países. No sentía simpatía por Alemania y conocía muy bien las ambiciones del Kaiser Guillermo II, su sobrino, así pues, contribuyó de forma decisiva a la firma de un pacto ( la Entente Cordiale) de no agresión entre Francia y Reino Unido.

Coronación de Eduardo VII

Le gustaba la buena mesa y era un fumador empedernido, unos 12 cigarros al día y gran cantidad de cigarrillos. Aparte de su enfisema no había tenido grandes problemas de salud. A finales de abril de 1910 enferma gravemente. A causa de la disnea, permanece en un sillón o sentado en la cama. Su terrier César no se separa de su lado. Le asisten el Dr Laking y también los doctores Broadbent y Reid que advierten de la gravedad a los familiares. La reina Alejandra se encontraba navegando hacia Corfú. Un telegrama de su hijo Jorge hace que regrese apresuradamente.

Eduardo VII murió el 6 de Mayo a consecuencia de un infarto cardiaco. Lo sufrió al mediodía y no murió hasta la noche. Pudo despedirse de toda su familia, incluso de Alicia Keppel, a quien Alejandra había hecho llamar con este fin, demostrando una generosidad y un amor ilimitados. 

Su funeral fue un acto multitudinario. Acompañando el cortejo fúnebre estaba su terrier César.