Catalina de Aragón. Juan de Flandes
La última hija de los Reyes Católicos nació en Alcalá deHenares en 1485. Al igual que sus hermanas, creció en una corte itinerante y en medio del ajetreo de las guerras.
El mecenazgo de su madre, Isabel I de Castilla había estimulado en España un Renacimiento precoz, como consecuencia, la educación de Catalina fue muy completa y muy superior a la de los príncipes y princesas de la época. Hablaba con fluidez latín, francés, ingles y flamenco. Además, los Reyes Católicos viajaban siempre con sus hijas por lo que Catalina había vivido la toma de Granada y aprendido de primera mano el arte de gobernar. Aprendió también que Francia era el principal enemigo de su Casa en Europa y todos estos avatares fueron lecciones que jamás olvidó.
La política matrimonial de los Reyes Católicos ya estaba en marcha: unidos a los Habsburgos por el matrimonio de Juana, a Portugal por el de Isabel y después por el de María, sólo faltaba Inglaterra para asegurarse el cerco a Francia. Así pues, a Catalina le correspondía esa alianza y se la prometió al príncipe Arturo, heredero de la Corona inglesa. Fue duro para Isabel de Castilla separarse de su hija, ambas se parecían, el mismo porte, similar inteligencia, la misma dignidad y firmeza.
Cuando Catalina embarca rumbo a Inglaterra tenía tan sólo quince años. La flota llegó a Plymounth el dos de octubre de 1501, la recibieron el volteo de todas las campanas de las iglesias dándole la bienvenida y un intenso clamor de las gentes que abarrotaban el puerto. Catalina empezaba a ganarse ya el favor del pueblo ingles. En Dogmersfield se produjo el encuentro de los novios. Catalina simpatizó al momento con su prometido, un joven rubio, mas bajo que ella de aspecto frágil y que aparentaba menos de los quince años que tenía.
Arturo Tudor
Tras la fastuosa boda y algún que otro problema diplomático por la dote de Catalina, los Príncipes partieron hacia Gales. Residirían en un inhóspito y siniestro castillo, el de Ludlow. Se sabe poco de cómo pasaron sus días allí, aunque éstos serían escasos, ya que, Arturo enfermó gravemente y murió cuando apenas llevaban seis meses casados. Se cree que la causa de la muerte de Arturo fue la enfermedad del “sudor ingles”, Catalina también enfermó, pero ella logró sobrevivir.
Tras las pompas fúnebres, Catalina fue instalada en el palacio de Durham House situado en el Strand. Allí, rodeada de su corte de españoles esperaba que se decidiera su destino. Tanto su suegro como su padre, ambos hábiles políticos, buscaban su propio interés y Catalina no es más que una ficha a mover en el tablero. Se la había prometido ya al nuevo Príncipe de Gales, Enrique, pero seguirá recluida en Dirham hasta que se llegue a un acuerdo beneficioso para ambos países.
En 1509 fallece su suegro y el Príncipe de Gales asciende al trono con el nombre de Enrique VIII. Era un hombre guapo, atlético, alegre, un gran deportista y un gran bailarín y además estaba deseando casarse con Catalina. Así que, en el momento en que ella juró que el matrimonio con Arturo no había sido consumado y se obtuvo la dispensa papal, contrajeron matrimonio. Fueron coronados ese mismo año.
Catalina de Aragón. Michel Sittow. Kunsthistorisches Museum
Enrique disfrutaba viéndose admirado por su esposa en los torneos y justas y siempre buscaba su aprobación. Por otra parte podría afirmarse que Catalina fue la mejor embajadora con la que contó Fernando el Católico en Inglaterra, y así quedó demostrado con la firma de un tratado entre los dos países.
Sólo faltaba la llegada de un hijo para que la dicha de Catalina fuera completa. Su primera gestación finalizó en aborto pero la segunda supuso una gran alegría para todo el pueblo inglés. Había nacido el tan ansiado varón. El pueblo estallaba en júbilo y la alegría de Enrique era inmensa. Consideraba Enrique que la dinastía Tudor no estaba suficientemente consolidada y que el nacimiento de un hijo era necesario para perpetuar su estirpe en el trono de Inglaterra. La alegría se tornó tristeza cuando a los 52 días de su nacimiento moría el pequeño príncipe.
Cuatro años después de su boda Enrique VIII nombra regente a Catalina mientras él marcha a combatir a Francia. La Reina demuestra que tiene verdaderas dotes para el gobierno de la nación. Al regreso del Rey la alegría del reencuentro se ve empañada por un nuevo aborto de Catalina. Además, la estancia en Francia había cambiado a Enrique que ya no buscaba el consejo de su esposa. El cardenal Wosley ( un arribista ambicioso y carismático que llego a ser Lord Canciller) era ahora su consejero y otras mujeres ocupaban su corazón y su cama. No obstante en 1516 Catalina alumbra a la única de sus hijas que sobrevivirá: María.
Enrique VIII. Hans Holbein. Colección privada
Apareció entonces en la vida de Enrique, Ana Bolena, mujer hermosa, joven e inteligente que supo jugar muy bien sus cartas y consiguió obsesionar al rey hasta el extremo de desear la nulidad de su matrimonio con Catalina, argumentando que según el Levítico era un pecado haber desposado a la esposa de su hermano cuyo matrimonio si había sido consumado y este pecado es lo que le impedía procrear hijos varones con Catalina.
En 1529 se inició un proceso presidido por un representante del Papa. Durante el mismo Catalina se postró a los pies de su marido y pronunció un discurso valiente y conmovedor, después abandono la sala con gran dignidad. El Papa prohibió a Enrique que volviera a casarse antes de que la Iglesia de Roma se hubiera pronunciado. Catalina fue desterrada de la corte y se la instalaría en el castillo del More. La decisión del Papa no llegaba y finalmente en 1533, el arzobispo de Canterbury, Thomas Cranmer, declara nulo el matrimonio del rey con Catalina. Enrique y Ana Bolena se casan. Al separarse de este modo de la Iglesia de Roma , Enrique se hace nombrar jefe supremo de la nueva iglesia de Inglaterra.
Dos años después Catalina es trasladada al castillo de Kimbolton, una fortaleza oscura, rodeada de un foso y cuyo puente levadizo se alzó tras ella dejándola recluida. Se le prohibió a su hija María el acceso y éste sería uno de los peores castigos para Catalina. Sólo tras una enfermedad de María y para evitar murmuraciones, Enrique consintió que se vieran. Toda visita debía contar antes con la aprobación del Rey.
Catalina de Aragón. Nacional Gallery
En la navidad de 1535 se le acentúa a Catalina una enfermedad que ya venía sufriendo, sus pies y sus manos se hinchaban y le venía un cólico detrás de otro.Su médico Miguel de Sá lo calificaba de hidropesía. En los primeros días de enero de 1536 Catalina se siente morir, tiene un intenso dolor de estomago y vomita lo que come, además los ahogos le impiden dormir en la cama y dormita sentada en un sillón.
Solicita la visita de su hija para despedirse de ella pero el Rey se niega y solo permite la presencia del embajador español, Chapuys, que acudió a Kimbolton. Parece que la visita del embajador la animó y logró comer e incluso dormir. Una noche, una llamada impetuosa despierta a todos. La amiga de la Reina, la más querida de sus damas, María de Salinas, insiste en verla al saber de su enfermedad y a pesar de no tener permiso del Rey se le franquea el paso.
El embajador se marcharía el seis de enero dejando a Catalina muy restablecida charlando con María de Salinas. Esa noche, el dolor y las nauseas reaparecieron con mayor virulencia, Catalina sintiéndose morir llama a su confesor y dicta dos cartas, una para su marido Enrique y otra para su sobrino, el Emperador Carlos V, al que ruega vele por su hija. Catalina muere a las dos de la tarde del siete de enero.
Castillo de Kimbolton
Por orden del Rey su cuerpo fue abierto a las ocho horas del fallecimiento para ser embalsamado. El embalsamador dijo al capellán que los órganos se veían bien excepto el corazón que se veía negro y con una excrecencia adherida. El rumor que se extendió es que la Reina había sido envenenada por orden de Ana Bolena. Estos rumores se acrecentaron cuando se impidió la salida del país a todos los que habían permanecido con la Reina cuando ésta falleció. Hoy se considera que su muerte se debió, probablemente, a un cáncer, un tumor cardiáco, a tenor de la descripción realizada por el embalsamador.
Catalina de Aragón, la que fuera definida por Shakespeare como "La Reina de todas las Reinas y modelo al mundo de la majestad femenina", fue sepultada en la catedral de Peterborough. Sólo se le rindieron honores como Princesa Viuda de Gales. Sin embargo, hoy sobre su tumba puede leerse la siguiente inscripción : Katherine, Queen of England.