Nacida el 19 de noviembre de 1902, era hija de los reyes de Italia, Victor Manuel III y Elena de Montenegro. Mafalda, como el resto de sus hermanos, fue educada por institutrices en el mismo palacio del Quirinal donde residían hasta que algunos años después de su nacimiento su padre adquiere la “Villa Ada”que se convierte en la residencia real. Pasan los años y, como todas las princesas de la época, recibe clases de literatura, arte y aprende perfectamente alemán, inglés y francés.
Es en Roma donde Mafalda conocerá al príncipe Felipe de Hesse- Kassel , sobrino del Kaiser Guillermo II. El príncipe Felipe había asistido a una academia militar como parte de su educación y durante la primera guerra mundial se había alistado en el regimiento de Hesse alcanzando el grado de teniente. Tras la guerra estudió en la universidad de Darmstadt historia del arte y arquitectura y, aunque todavía no había concluido sus estudios, se trasladó a vivir a Roma. Allí y gracias a sus conexiones con la aristocracia, se establece como decorador de interiores. Era un hombre rubio, atractivo, de modales refinados y con fama de bisexual, condición esta última que no parece haber importado mucho a la familia real italiana.
Se casaron el 23 de septiembre de 1925 en el castillo de Racconigi, cerca de Turín. Muchos fueron los que dijeron que la boda se celebraba por motivos políticos. Eran los tiempos en los que se iniciaban los movimientos fascistas en Italia y en Alemania y la unión de ambos príncipes podría ser conveniente en un futuro. El padre de la novia, el rey Victor Manuel, les regaló una casa dentro de los terrenos propios de la residencia de los reyes. La “ Villa Polissena “, que fue decorada en su totalidad por Felipe, se convirtió en la residencia de la pareja. En Italia nacieron sus cuatro hijos y en Italia también surgió la atracción de Felipe por el fascismo.
Boda de Mafalda de Saboya y Felipe de Hesse
Felipe, que era un gran admirador de Mussolini, se afiliará en 1930 al Partido Nacional Socialista alemán y posteriormente a las SA. En 1933, Hitler se convierte en el canciller alemán y Felipe es nombrado gobernador del estado de Hesse-Nassau. Mafalda, que no comulgaba con las ideas políticas de su marido, no quería dejar Italia. Los desencuentros de la pareja se acentúan.
Felipe, que había trabado amistad con Goering, pasa a formar parte, en 1939, del equipo personal de Hitler con una misión diplomática muy concreta, ser el intermediario entre Adolf Hitler, Victor Manuel III y Mussolini.
El cambio de alianzas producido en Italia en 1943 y la destitución de Mussolini firmada por Victor Manuel III y su posterior arresto enfurecen al Führer y convoca a Felipe a una reunión. A la salida de la misma es arrestado por traición, al no haber informado de las intenciones del Rey de Italia, y conducido al campo de concentración de Sachsenhausen. Hitler ordena la detención de la princesa Mafalda, “lo más negro de la casa Saboya” -según decía- y de toda la familia real italiana. Los Reyes de Italia abandonan precipitadamente Roma y se instalan en zona ocupada por los aliados.
Cuando estos hechos ocurrían Mafalda se encontraba en la ciudad de Sofía acompañando a su hermana, reina de Bulgaria, en el entierro de su marido, el rey Boris III. Estaba tranquila, consideraba que el hecho de que su marido fuera uno de los colaboradores de Hitler la mantenía a salvo. Ignoraba que éste había sido detenido y que su familia había tenido que huir.
La princesa Mafalda regresa a Roma el 21 de septiembre de 1943. Se entera entonces de que sus hijos se encuentran en el Vaticano, allí habían sido encomendados al cuidado de Monseñor Montini (el que con el paso de los años se convertiría en Pablo VI). La alegría por el encuentro es grande aunque su hijo mayor se impresiona al verla. Esta mucho más delgada y viste todavía ropas negras por el funeral de su cuñado. Pasean juntos por los jardines del Vaticano, ella les cuenta historias, los llena de atenciones y de ternura, toda la ternura que una madre angustiada por la seguridad y el bienestar de sus hijos es capaz de demostrar. Cuando cae la noche se despide de ellos, les dice que debe volver a casa a recibir noticias de su padre y que ellos deben quedar allí, que estarán más seguros y que volverá a la mañana siguiente.
La princesa Mafalda con sus hijos
Pasa la noche en villa Polissena. Por la mañana recibe una llamada de la embajada alemana, la voz al teléfono pertenecía a Herbert Kappler, el ojo de Himmler en Italia. Dice a la princesa que debe acudir a la embajada alemana, que su esposo va a comunicarse con ella por teléfono. Cansada y aturdida como estaba por los últimos acontecimientos, a Mafalda no se le ocurrió preguntarse por qué no la telefoneaba a villa Polissena, pensó simplemente que la comunicación sería más fácil a través de la embajada.
Acompañada del Dr Nicholas Marchito, Mafalda se dirigió a la villa Volkonsky, lugar donde se ubicaba la embajada alemana. Nada más llegar un oficial de alto rango se dirigió a su encuentro. La princesa empezó a explicarle las razones por las que estaba allí, no la dejó terminar, de manera brusca y hostil la sujetó por el brazo y la introdujo en un coche que puso rumbo, a toda velocidad, al aeropuerto de Ciampino. De un salto Nicholas Marchito también se introdujo en el coche. Cuando llegaron al aeropuerto un avión militar ya estaba esperando en la pista. Agarraron a Mafalda por el brazo conminándola a caminar para introducirla en el avión, impidiendo al doctor Marchino que la siguiera.
Fue trasladada primero a Munich y luego a Berlín. Tras tres semanas de duros interrogatorios fue llevada al campo de concentración de Buchenwald. Era el mes de octubre de 1943. A su llegada al campo fue internada en el barracón nº 15, destinado a “reclusos especiales”.
El barracón tenía 50 metros de largo por 9 de ancho y estaba dividido en 16 celdas, además de las letrinas y la cocina. Mafalda de Hesse y las 50 personalidades allí retenidas vivían de forma privilegiada en comparación con las condiciones infrahumanas del resto de los presos del campo de concentración. La princesa compartía celda con el ministro socialdemócrata Breitscheid y su esposa y con María Ruhnau. La comida a pesar, de ser escasa y pobre era un autentico lujo respecto a lo que comían el resto de los presos. En el barracón nº 15 se tomaba pan negro, margarina, sopa de cebada y carne y un sustituto del café.
María Ruhnau -cuyo único delito consistía en ser testigo de Jehová- y Mafalda compartían confidencias, ansiedades por la suerte que habían corrido los suyos y sufrimientos y su relación fue siendo cada vez más estrecha. A pesar de que a Mafalda se le había prohibido revelar su identidad, y era conocida como la señora Von Weber la noticia se filtró. Los prisioneros italianos quedaron muy impresionados al saber que la hija del rey Victor Manuel III estaba recluida entre ellos.
Campo de concentración de Buchenwald
El 24 de agosto de 1944 la aviación aliada bombardea el campo de concentración. Mafalda es encontrada bajo los escombros por María Ruhnau que ha resultado ilesa, tiene parte del rostro ensangrentado, el pelo quemado y un brazo cuelga desde el hombro convertido en un amasijo sanguinolento. La enfermería se llena con los heridos y faltan manos y camas para atenderlos. María se ofrecería a cuidar de la princesa permaneciendo con ella en una caseta a la que llamaban el “prostíbulo” porque en ella se recibía la visita de algunas mujeres que atendían las “necesidades” de los oficiales. Los sanitarios también requeririan la ayuda del Dr Witzelav Horm, del doctor Thomas George y de otros médicos prisioneros en el campo de concentración.
Al mando de todo el equipo médico estaba el Dr Schidlawsky que, tras la primera cura, decidió esperar la evolución de la paciente. A las 48 horas los signos de alarma son evidentes y el Dr Horm insta al Dr Schidlawsky para que la amputación se realice cuanto antes pero, enterado Schidlwsky de la verdadera identidad de la Sra Von Weber, decide esperar un día más y solicitar instrucciones a Berlín. El día 28 se realiza la intervención quirúrgica y le es amputado el brazo, después se la vuelve a instalar en el “prostíbulo” quedando a su cuidado María Ruhnau. Ningún médico la visita durante la noche, y tampoco se le administra ninguna medicación. Sin haber recuperado el conocimiento la princesa Mafalda de Saboya muere al día siguiente. Era el 29 de Agosto de 1945.
Fue enterrada en el cementerio de Weimar, en la fosa 262 como mujer desconocida. Tenía 42 años. En 1951 su esposo obtuvo la autorización para que su cuerpo fuera exhumado y trasladado al castillo de Kronberg ( Hesse)
En 1995 Italia le rindió homenaje emitiendo un sello con su imagen.
Hola Ambar: Conocía la historia de la princesa y su triste final. La IIda guerra mundial es un tema apasionante para mi y sus millones de historia siempre me asombran.
ResponderEliminarOtra Mafalda me gusta mucho: La de Quino :D
Besos
También a mi me gusta mucho la Mafalda de Quino.
EliminarBesos
A quién se le ocurre tener afinidades con monstruos sin escrúpulos. Me imagino que por lo que tuvo que sufrir, el viudo se arrepentiría el resto de su vida de haber sido colaborador de semejante genocida.
ResponderEliminarMafalda, Felipe, Manuel comentando... solo nos falta Susanita.
Un saludo, Ambar.
Imagino que se arrepentiría pero, el daño ya estaba hecho.
EliminarSaludos Cayetano
Que triste historia la de Mafalda y que mal final tuvo después de haber pasado por el campo de concentración.
ResponderEliminarAl empezar a leer tu escrito me ha venido a la mente que hoy en día, la nueva generación quien más o menos habla por lo menos dos lenguas o más, con lo cual se pueden sentir como príncipes.
Un abrazo.
No sé si se sentirán como príncipes pero, sin duda, es bueno que hablen varios idiomas. Como seguro haces tú.
EliminarBesos
Estupenda tu narración que, a pesar de lo sintetizada, nos describe perfectamente los pasajes claves de su vida y de su muerte.
ResponderEliminarUn saludo.
Muchas gracias Presley.
EliminarSaludos
La ingenuidad de atender aquella llamada en la embajada alemana fue el comienzo de un final fatal y desgraciado. Una conmovedora narración, como corresponde a vida tan desgraciada.
ResponderEliminarUn saludo.
Se le ofreció quedarse en El Vaticano cuando acudió a visitar a sus hijos. Rechazarse esa oferta le costo la vida.
EliminarSaludos
Duros tiempos para emparentar con gente políticamente trastornada. Lamentable historia la de “lo más negro de la casa Saboya”, calificativo con el que que no sé como se atrevía a insultar a alguien el que fue el diablo en persona.
ResponderEliminar¡Salud!
Seguramente consideró que Mafalda fue una influencia muy perniciosa para su marido.
EliminarSaludos dissortat
Muchas historias, muchas vidas y entre ellas la de esta señora, Mafalda es un nombre que siempre me gusto y leyendo sobre señora que llevaban este nombre muchas eran de armas tomar, lastima que a ella el error de ir a la embajada de Alemania le trajera tal triste final. un saludo Ambar y gracias.
ResponderEliminarProbablemente la traicionaron los nervios y la seguridad en la posición de su marido junto a Hitler.
EliminarGracias a ti, Leonor.
Besos
La Monarquía de los Saboya se equivocó de manera trágica. ¿Qué pintaba la sangre real, la herencia de siglos, al lado de los totalitarismos?. Un desastre.
ResponderEliminarSaludos.
¿ Tal vez asegurarse el sillón?. Como usted dice fue un desastre.
EliminarSaludos
Impresionante historia. No se andaban con chiquitas los nazis.
ResponderEliminarUn abrazo.
Los nazis nunca se andaron con chiquitas. Se estaba con ellos o contra ellos.
EliminarUn abrazo
Una historia escalofriante que desconocía por completo. Mafalda tuvo una vida primero feliz, en la infancia y adolescencia, después un tanto desdichada por la introducción de su marido en asuntos políticos y luego triste y desgraciada. Asombra pensar que una princesa italiana acabara sus días en un campo de concentración por las heridas recibidas en un bombardeo y enterrada en una fosa común como cualquier otro prisionero.
ResponderEliminarUn beso
La de Mafalda es una de tantas historias que conforman el holocausto, todas ellas escalofriantes. Sorprende, tal vez, por la cercanía de la familia real a Mussolini y al propio Hitler a través de su esposo.
ResponderEliminarUn beso Carmen
Otra triste historia para la historia!
ResponderEliminarUn saludo
Gracias por tu comentario.
EliminarSaludos
Conocía la historia a medias porque estuve en el visitando Sachsenhausen. Pero de todas formas todo lo relacionado con la segunda guerra mundial me angustia, soy hija de ella. Tremendo que te traten de esta manera y mucho más si no eres complice de nada. Triste historia. Bss
ResponderEliminarTodas las guerras son angustiosas, terribles e incomprensibles.
EliminarBesos katy
Que triste historia la de esta mujer, hay veces, que por muy elevado que sea tu estatus en la sociedad, no te salvas de pasar por por estas penurias y desgracias. Muy interesante, querida Ambar y muy bien documentado, me encantó leerlo.
ResponderEliminarBesos
Fueron años duros. Me alegra que te gustara.
ResponderEliminarBesos
Siempre tarde pero siempre a tiempo de empaparme de estas maravillas historias del pasado y algunas como estas más reciente, la vida es como es, pero la mayor parte del tiempo por no decir siempre, el odio, rencor y hambre de poder, la hace muy cruel.
ResponderEliminarUn buen fin de seman y un abrazo.
Ambar
¡Qué historia más triste (y dolorosa) la de Mafalda de Saboya!
ResponderEliminarBesos, Ambar
Me ha impresionado mucho esta historia. Morir tan joven y sin posible explicación. Bss
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