lunes, 10 de octubre de 2022

Astrid de Suecia, reina de Bélgica

 





Muchos fueron los calificativos con los que se designó a ésta princesa. Todos los que la conocieron e incluso aquellos que sólo la conocieron por sus acciones y por las fotografías que de ella se publicaban le pusieron algún apelativo. El primero, tal vez, fue el de su tío, el rey Oscar II de Suecia , que decía de ella que era"el regalo del cielo". Después le seguirían otros.


Astrid nació en 1905, era la tercera de las hijas del príncipe Carlos, hijo del rey de Suecia , y de la princesa Ingeborg de Dinamarca. Como no ocupaba un lugar prominente en la linea de sucesión, tuvo una educación muy liberal, más propia de una familia burguesa que de alguien perteneciente a la realeza.


Le gustaban mucho los niños y llegó a realizar un curso de puericultura en la Universidad de Uppsala. Le encantaba el deporte, sobre todo la natación y el golf y paseaba con asiduidad por las calles de Estocolmo.


Su belleza traspasó fronteras y no fueron pocos los príncipes herederos que se fijaron en ella, desde Noruega a Gran Bretaña. Finalmente la partida la ganó Leopoldo de Bélgica, cuya madre, acompañada de su retoño, se personó en Estocolmo, de incógnito lógicamente, y propició el que ambos jóvenes se conocieran. No tuvo que hacer nada más puesto que, según parece, ambos príncipes se enamoraron al instante.




La boda se celebró en noviembre de 1926 en  la Catedral de San Miguel y Santa Gúdula de Bruselas, en un ambiente festivo y alegre.


Los belgas quedaron prendados de la princesa desde el primer instante. Emanaba dulzura, era cercana y representaba un soplo de aire en aquella corte gris sobre la que todavía planeaba el dolor de la “Gran Guerra”.


Los príncipes no tardaron en tener hijos, a fin de cuentas era lo que se esperaba de ellos para dar continuación a la dinastía. Los belgas, que sabían el amor que se profesaba la real pareja, consideraron que  este hecho no debió constituir un penoso deber para ninguno de los dos . Los habitantes de Bruselas  veían a menudo a la princesa Astrid paseando por sus calles o comprando en las tiendas de la ciudad, para desesperación de sus escoltas. Con esta actitud tan cercana Astrid consiguió no sólo aumentar su popularidad sino también la de toda la familia real.


En 1934,  y como consecuencia de la muerte, tras un desgraciado accidente, del rey Alberto, Leopoldo y Astrid ascienden al trono. Probablemente fue en ese momento cuando su vida - que  tanto se parecía un cuento de hadas - cambió porque, a pesar de lo que todo el mundo creía, no se sentía satisfecha con ese papel de "dolce fare niente" que se le había asignado. Astrid tenía un espíritu solidario y un deseo de servicio al país que con tanto cariño la había acogido y por tanto puso todo su empeño en mejorar, en la medida de sus posibilidades, la vida de los belgas más desfavorecidos.





La Gran Depresión americana provocada por el crack del 29 se expandió, como una mancha de aceite, por el viejo continente. Muchas empresas estadounidenses que operaban en Europa se repatriaron, otras no pudieron hacer frente a sus pagos, se retiraron las inversiones y, además, el aumento de los aranceles  hizo disminuir las exportaciones hacia los mercados  norteamericanos . El paro aumentó considerablemente  y  por tanto disminuyó la capacidad adquisitiva de los ciudadanos. Como consecuencia creció la desigualdad social y las protestas de los obreros aumentaron.


La nueva reina tenía muy claro que nada podía hacer a nivel político por mejorar la vida de los belgas pero sabía que a nivel social podía ayudar a que así fuera. Con esa idea en la mente se implicó en la creación de guarderías para los hijos de madres trabajadoras. También lanzó una campaña conocida como: "l’appel de la Reine" en la que pedía la colaboración para recolectar fondos y bienes de primera necesidad a todos aquellos que , bien porque tenían trabajo o bien porque gozaban de una buena posición,estaban en disposición  de poder aliviar, mediante su ayuda, la difícil situación por la que pasaban muchas familias belgas. 





Seguramente tenía más ideas para ayudar a los demás y es probable que hubiera continuado con la labor social emprendida pero la desgracia acabó con la "belleza del norte" como la llamaban sus compatriotas.


En agosto de 1935 Leopoldo y Astrid se encuentran en Suiza en un viaje privado. Es un día soleado y Leopoldo decide conducir él mismo su coche. El chofer se sitúa en la parte de atrás y la reina ocupa el lugar del copiloto. En un momento determinado, parece ser que debido a una distracción del rey, el coche choca frontalmente contra un árbol. La reina salió despedida y murió prácticamente en el acto por una fractura de craneo. El rey y su chofer tuvieron tan solo heridas de carácter leve. Todavía no había cumplido los 30 años.


La noticia convulsionó al país. Dicen que más de dos millones de personas desfilaron ante la capilla ardiente que durante cuatro días  estuvo abierta en el Palacio  Real de Bruselas. Las calles se llenaron de gente al paso de la comitiva fúnebre, las caras tristes, los ojos llorosos. El rey solitario y a pie caminó tras el coche que portaba los restos mortales de su esposa.





Está enterrada en la cripta real de la Iglesia de Notre Dame de Laeken. Cerca del lugar del desgraciado accidente, en Küssnacht, se erige una capilla en su recuerdo.

8 comentarios:

  1. Para una persona de nobles sentimientos que se compromete con el bienestar del pueblo, ya es mala suerte su triste destino.

    Gracias por regresar ;)

    ResponderEliminar
  2. Qué manera más tonta de morir, pobre chica.
    Muy ameno tu relato, como siempre.
    Celebro verte de nuevo por aquí.
    Besos.

    ResponderEliminar
  3. Bienvenida. La verdad es que al rey se le había de pedir responsabilidad ante un caso como el que cuentas pero seguro que nadie lo hizo privando así a Bélgica de una gran persona comprometida con su país.
    Un beso.

    ResponderEliminar
  4. Antes de nada, decirte que echaba de menos tus entradas siempre tan interesantes como la que nos traes hoy Ambar, que desgraciado accidente fue a acabar con una persona que tanto aportaba a los mas necesitados.

    Abrazos.

    ResponderEliminar
  5. Hola Ambar:

    Una dama comprometida con su país. Lástima que una vida así, se fuese tan violentamente.

    Besos. Welcome home

    ResponderEliminar
  6. Para una vez que leo algo bueno de una reina sencilla y comprometida con los más desfavorecidos, tuvieron la mala suerte de perderla tan joven, por lo que no es de extrañar esos dos millones de personas que pasaron por su capilla ardiente.
    Me alegro mucho de que hayas retomado tus publicaciones, porque se te echa de menos.
    Un fuerte abrazo, amiga.

    ResponderEliminar
  7. Para eso tiene choferes los reyes. ¡En mala hora a este se le ocurrió manejar!. Una pena que una reina de tan buen corazón y tan comprometida con el pueblo, acabe así en un estúpido e evitable accidente. Besos y abrazos, mi querida Ambar. Como ves, estoy de regreso, y ¡mañana mi blog cumple 14 años!

    ResponderEliminar