Luisa Isabel de Orleáns. Anónimo. Museo del Prado
Tras un parto de cuarenta horas nacía el 11 de diciembre de 1709, la quinta hija del matrimonio formado por el duque de Orleáns y María Francisca de Borbón, hija "legitimada" de Luis XIV y de Madame de Montespan. No es de extrañar por tanto que se dijera " Luisa Isabel de Orleáns empezó a ser desagradable en el mismo momento de su venida al mundo". Tal vez por la duración excesiva del parto las condiciones vitales de la neonata no eran buenas, por lo que se decidiría aplicarle las aguas del socorro bautismal en la misma cámara de su madre. Se la inscribió después y también con prisas en el registro de la Casa Real, con el título de Mademoiselle de Montpensier y ya nadie se acordó de bautizarla debidamente ni de ponerle un nombre propio. No fue una niña querida y su propia abuela llegó a decir de ella "No puede decirse que Mademoiselle de Montpensier sea fea…Sin embargo es la persona más desagradable que he visto en mi vida"
A los cuatro años fue llevada a un convento de las cercanías de Paris para ser educada, pero fue devuelta a los pocos meses de su llegada porque parece ser que con su comportamiento tenía alborotado a todo el cenobio. A partir de ese momento se la instala en el Palais-Royal y allí se le impartiría la poca educación que recibió.
Cuando la niña contaba doce años y el duque de Osuna iniciaba en Versalles los trámites para las capitulaciones matrimoniales de la pequeña princesa con el príncipe Luis, primogénito de Felipe V, es cuando se dan cuenta de que la niña no tiene nombre y se la bautiza, se le da la comunión y se la confirma a toda prisa.
Físicamente, Luisa Isabel, recordaba bastante a su abuela materna, la célebre Madame de Montespan y el retrato que de ella se envió a Madrid parece ser que gusto mucho al Príncipe de Asturias, tanto que Felipe V se vio obligado a ordenar que se sacase el cuadro del dormitorio de su hijo puesto que " alteraba el reposo de Su Alteza".
En enero de 1722 llega a España Luisa Isabel. Su prometido, el Príncipe de Asturias, acude a recibirla a Cogollos y desde allí parten hacia Lerma donde esperaban los Reyes y la corte. Es en Lerma y en su palacio ducal donde se oficia la ceremonia del matrimonio y después y tras un baile de gala, se procede a cumplir con el protocolo. Balansó lo cuenta así: " …siguiendo a sus Majestades, los cortesanos y embajadores extranjeros penetraron en la cámara nupcial. Las cortinas del lecho se descorren y aparecen acostados los príncipes…La exhibición dura pocos minutos…Por fín el Rey ordena cerrar los cortinajes y el desfile se reproduce a la inversa…Mientras tanto el mayordomo y la camarera mayor se han apresurado a separar a los cónyuges." Dado que Luisa Isabel no era núbil, el Rey había ordenado que el matrimonio no se consumara todavía.
Luis I. Jean Ranc. Museo del Prado
Concluido todo el ceremonial de Lerma, los Reyes y los Príncipes de Asturias acompañados por su séquito se dirigen a Madrid. Los habitantes de la Villa, habían preparado gran cantidad de festejos con los que homenajear a Luisa Isabel pero, todos ellos serian suspendidos por causa de una erisipela que sufrió la Princesa y que la tuvo postrada en el lecho. Según Junceda, la salud de Luisa Isabel no era buena y Felipe V refiere que "tenía dos tumores bastante grandes en el cuello, detrás de la oreja". Por ello se llama a consulta al Dr Higgins, médico de cámara de su Majestad y al Dr Chirac,que había atendido a su Alteza en Francia. El tratamiento que se le prescribió fueron sangrías.
Ya desde su llegada a España empieza a dar muestras Luisa Isabel de una personalidad intratable. Se negaba a hablar y andaba por los pasillos eructando y ventoseando. Al principio los españoles pensaron si esta conducta no sería una moda imperante en Versalles y de ahí la razón de su comportamiento pero, conforme pasaban los meses la conducta de Luisa Isabel se tornaba cada vez más estrafalaria.
La corte estaba escandalizada, la Reina, Isabel de Farnesio, repetía una y otra vez a su esposo que se habían equivocado en la elección de esposa para el Príncipe de Asturias. A Felipe V se le ocurrió que tal vez la conducta de Luisa Isabel mejoraría si se alejase de la corte una temporada y con tal fin, en junio, dejaron a los Príncipes solos en el palacio del Buen Retiro y se instalaron ellos en la Granja. La situación empeoró, la Princesa, se negaba a comer en la mesa y lo hacía a escondidas y de manera compulsiva. Aparecía sucia y maloliente, se negaba a utilizar ropa interior y disfrutaba exhibiéndose apenas cubierta con una fina enagua ante todos.
Pensaban los Reyes que tal vez cuando el matrimonio se consumará y vinieran los hijos las extravagancias de Luisa Isabel finalizarían y dado que ya se había manifestado en la Princesa la menárquia, deciden que ha llegado el momento de la consumación. Como si de un regalo de cumpleaños se tratara, el día que el príncipe celebra los dieciséis años, Felipe V da su autorización para la unión conyugal de los jóvenes esposos. Un diplomático francés escribe al cardenal Dubois" los Príncipes esperan con impaciencia la llegada de sus Majestades para ejecutar lo que ya se les había permitido". Sin embargo no parece que la relación sexual fuera satisfactoria, así al menos queda de manifiesto en cartas originales, pero no firmadas, que se conservan en el Archivo Histórico Nacional y en las que el príncipe de Asturias da cuenta de estos hechos a su padre.
En enero de 1724, Felipe V abdica la Corona. El marqués de Grimaldi será el encargado de llevar el acta al monasterio del Escorial donde se encuentran los Príncipes de Asturias. De inmediato éstos emprenden camino hacía Madrid. En febrero tiene lugar la solemne proclamación de Luis I en la iglesia de San Jerónimo. Luisa Isabel ya es reina de España.
Poco después de que haya sido proclamada, el marqués de Santa Cruz escribía "Esta mañana la Reina se fue al jardín y por segunda vez volvió a almorzar con las criadas…después anduvo paseando en ropa interior por todas las galerías de palacio dando locas carreras….A continuación se hizo guisar un pichón y esta tarde se ha hinchado de rábanos con vinagre, que no sé como no revienta, pues por comer se zamparía hasta el lacre de los sobres". Pero no sólo los abusos estaban en la comida, también la Reina bebía en exceso vino, cerveza y aguardiente. En ocasiones se desprendía del vestido y limpiaba con él los cristales frotándolos enérgicamente para asombro de sus damas.
Luisa Isabel de Orleáns. Jean Ranc. Museo del Prado
La situación era cada vez más preocupante y entonces ocurrió un escándalo que conmovió a la corte por sus consecuencias: Luisa Isabel estaba en la huerta de palacio sin ropa interior, con un vestido muy ligero, subida en una escalera y cogiendo fruta, es probable que tuviera miedo de caerse y quizá esa sea la razón de que pidiera ayuda a grandes gritos. El que tenía el deber de ayudarla era el marqués de Magny, que en esos momentos desempeñaba el cargo de mayordomo de semana. El marqués no pudo evitar apartar la vista de las interioridades que Luisa Isabel le mostraba y ésta se estuvo vanagloriando del incidente durante bastantes días.
Esa fue la gota que colmo la paciencia de Luis, quien harto ya de reprender a su esposa decidió recluirla en el Alcázar y allí permaneció Luisa Isabel por espacio de seis días. Cuando se la autorizó a salir estaba mucho más calmada y se mostraba sumisa y muy unida a su esposo. La aparente felicidad duraría poco, en agosto Luis I enferma de viruelas y moriría el último día de ese mismo mes. Durante las dos semanas que duró su enfermedad Luisa Isabel no se separó del lado de su esposo y lo cuidó tan solícitamente que acabó contagiándose de la enfermedad, aunque en ella la evolución fue más benigna.
Felipe V vuelve a ocupar el trono de España y decide que lo mejor es devolver a la viuda de su hijo a Francia. En Marzo de 1725 Luisa Isabel abandona el territorio español con todos los honores que correspondían a una Reina viuda.
Cuando llega a Francia, pasa unos meses en Vincennes y posteriormente Luis XV determina alojarla en el palacio de Luxemburgo. Allí permaneció, sin que existan referencias de vida escandalosa durante esos años, hasta su muerte.
Palacio de Luxemburgo
Según Vallejo-Najera, Luisa Isabel sufría un trastorno límite de la personalidad, consecuencia, probablemente, de los desordenes genéticos provocados por la endogamia - ya que desde tiempo inmemorial sus antepasados se habían casado entre sí- unidos a la carencia afectiva y al ambiente excéntrico en el que vivió sus primeros años. A estos pacientes la situación de orfandad emocional, de sentirse abandonados por aquellos de quienes dependen afectivamente los lleva habitualmente a cometer actos de autodestrucción y a sentirse en estado de permanente confusión y descontrol.
Luisa Isabel murió el 16 de junio de 1742 a consecuencia, según el Dr Junceda de un coma diabético. Tenía 32 años. Sus restos fueron inhumados en la iglesia de San Sulpicio de París