domingo, 26 de abril de 2015

Luisa Isabel de Orleáns



Luisa Isabel de Orleáns. Anónimo. Museo del Prado


Tras un parto de cuarenta horas nacía el 11 de diciembre de 1709, la quinta hija del matrimonio formado por el duque de Orleáns y María Francisca de Borbón, hija "legitimada" de Luis XIV y de Madame de Montespan. No es de extrañar por tanto que se dijera " Luisa Isabel de Orleáns empezó a ser desagradable en el mismo momento de su venida al mundo". Tal vez por la duración excesiva del parto las condiciones vitales de la neonata no eran buenas, por lo que se decidiría aplicarle las aguas del socorro bautismal en la misma cámara de su madre. Se la inscribió después y también con prisas en el registro de la Casa Real, con el título de Mademoiselle de Montpensier y ya nadie se acordó de bautizarla debidamente ni de ponerle un nombre propio. No fue una niña querida y su propia abuela llegó a decir de ella "No puede decirse que Mademoiselle de Montpensier sea fea…Sin embargo es la persona más desagradable que he visto en mi vida"

A los cuatro años fue llevada a un convento de las cercanías de Paris para ser educada, pero fue devuelta a los pocos meses de su llegada porque parece ser que con su comportamiento tenía alborotado a todo el cenobio. A partir de ese momento se la instala en el Palais-Royal y allí se le impartiría la poca educación que recibió.

Cuando la niña contaba doce años y el duque de Osuna iniciaba en Versalles los trámites para las capitulaciones matrimoniales de la pequeña princesa con el príncipe Luis, primogénito de Felipe V, es cuando se dan cuenta de que la niña no tiene nombre y se la bautiza, se le da la comunión y se la confirma a toda prisa. 

Físicamente, Luisa Isabel, recordaba bastante a su abuela materna, la célebre Madame de Montespan y el retrato que de ella se envió a Madrid parece ser que gusto mucho al Príncipe de Asturias, tanto que Felipe V se vio obligado a ordenar que se sacase el cuadro del dormitorio de su hijo puesto que " alteraba el reposo de Su Alteza".

 En enero de 1722 llega a España Luisa Isabel. Su prometido, el Príncipe de Asturias, acude a recibirla a Cogollos y desde allí parten hacia Lerma donde esperaban los Reyes y la corte. Es en Lerma y en su palacio ducal donde se oficia la ceremonia del matrimonio y después y tras un baile de gala, se procede a cumplir con el protocolo. Balansó lo cuenta así: " …siguiendo a sus Majestades, los cortesanos y embajadores extranjeros penetraron en la cámara nupcial. Las cortinas del lecho se descorren y aparecen acostados los príncipes…La exhibición dura pocos minutos…Por fín el Rey ordena cerrar los cortinajes y el desfile se reproduce a la inversa…Mientras tanto el mayordomo y la camarera mayor se han apresurado a separar a los cónyuges." Dado que Luisa Isabel no era núbil, el Rey había ordenado que el matrimonio no se consumara todavía.

Luis I. Jean Ranc. Museo del Prado

Concluido todo el ceremonial de Lerma, los Reyes y los Príncipes de Asturias acompañados por su séquito se dirigen a Madrid. Los habitantes de la Villa, habían preparado gran cantidad de festejos con los que homenajear a Luisa Isabel pero, todos ellos serian suspendidos por causa de una erisipela que sufrió la Princesa y que la tuvo postrada en el lecho. Según Junceda, la salud de Luisa Isabel no era buena y Felipe V refiere que "tenía dos tumores bastante grandes en el cuello, detrás de la oreja". Por ello se llama a consulta al Dr Higgins, médico de cámara de su Majestad y al Dr Chirac,que había atendido a su Alteza en Francia. El tratamiento que se le prescribió fueron sangrías.

Ya desde su llegada a España empieza a dar muestras Luisa Isabel de una personalidad intratable. Se negaba a hablar y andaba por los pasillos eructando y ventoseando. Al principio los españoles pensaron si esta conducta no sería una moda imperante en Versalles y de ahí la razón de su comportamiento pero, conforme pasaban los meses la conducta de Luisa Isabel se tornaba cada vez más estrafalaria.

La corte estaba escandalizada, la Reina, Isabel de Farnesio, repetía una y otra vez a su esposo que se habían equivocado en la elección de esposa para el Príncipe de Asturias. A Felipe V se le ocurrió que tal vez la conducta de Luisa Isabel mejoraría si se alejase de la corte una temporada y con tal fin, en junio, dejaron a los Príncipes solos en el palacio del Buen Retiro y se instalaron ellos en la Granja. La situación empeoró, la Princesa, se negaba a comer en la mesa y lo hacía a escondidas y de manera compulsiva. Aparecía sucia y maloliente, se negaba a utilizar ropa interior y disfrutaba exhibiéndose apenas cubierta con una fina enagua ante todos.

Pensaban los Reyes que tal vez cuando el matrimonio se consumará y vinieran los hijos las extravagancias de Luisa Isabel finalizarían y dado que ya se había manifestado en la Princesa la menárquia, deciden que ha llegado el momento de la consumación. Como si de un regalo de cumpleaños se tratara, el día que el príncipe celebra los dieciséis años, Felipe V da su autorización para la unión conyugal de los jóvenes esposos. Un diplomático francés escribe al cardenal Dubois" los Príncipes esperan con impaciencia la llegada de sus Majestades para ejecutar lo que ya se les había permitido". Sin embargo no parece que la relación sexual fuera satisfactoria, así al menos queda de manifiesto en cartas originales, pero no firmadas, que se conservan en el Archivo Histórico Nacional y en las que el príncipe de Asturias da cuenta de estos hechos a su padre.

En enero de 1724, Felipe V abdica la Corona. El marqués de Grimaldi será el encargado de llevar el acta al monasterio del Escorial donde se encuentran los Príncipes de Asturias. De inmediato éstos emprenden camino hacía Madrid. En febrero tiene lugar la solemne proclamación de Luis I en la iglesia de San Jerónimo. Luisa Isabel ya es reina de España.

Poco después de que haya sido proclamada, el marqués de Santa Cruz escribía "Esta mañana la Reina se fue al jardín y por segunda vez volvió a almorzar con las criadas…después anduvo paseando en ropa interior por todas las galerías de palacio dando locas carreras….A continuación se hizo guisar un pichón y esta tarde se ha hinchado de rábanos con vinagre, que no sé como no revienta, pues por comer se zamparía hasta el lacre de los sobres". Pero no sólo los abusos estaban en la comida, también la Reina bebía en exceso vino, cerveza y aguardiente. En ocasiones se desprendía del vestido y limpiaba con él los cristales frotándolos enérgicamente para asombro de sus damas.

Luisa Isabel de Orleáns. Jean Ranc. Museo del Prado

La situación era cada vez más preocupante y entonces ocurrió un escándalo que conmovió a la corte por sus consecuencias: Luisa Isabel estaba en la huerta de palacio sin ropa interior, con un vestido muy ligero, subida en una escalera y cogiendo fruta, es probable que tuviera miedo de caerse y quizá esa sea la razón de que pidiera ayuda a grandes gritos. El que tenía el deber de ayudarla era el marqués de Magny, que en esos momentos desempeñaba el cargo de mayordomo de semana. El marqués no pudo evitar apartar la vista de las interioridades que Luisa Isabel le mostraba y ésta se estuvo vanagloriando del incidente durante bastantes días.

Esa fue la gota que colmo la paciencia de Luis, quien harto ya de reprender a su esposa decidió recluirla en el Alcázar y allí permaneció Luisa Isabel por espacio de seis días. Cuando se la autorizó a salir estaba mucho más calmada y se mostraba sumisa y muy unida a su esposo. La aparente felicidad duraría poco, en agosto Luis I enferma de viruelas y moriría el último día de ese mismo mes. Durante las dos semanas que duró su enfermedad Luisa Isabel no se separó del lado de su esposo y lo cuidó tan solícitamente que acabó contagiándose de la enfermedad, aunque en ella la evolución fue más benigna.

Felipe V vuelve a ocupar el trono de España y decide que lo mejor es devolver a la viuda de su hijo a Francia. En Marzo de 1725 Luisa Isabel abandona el territorio español con todos los honores que correspondían a una Reina viuda.

Cuando llega a Francia, pasa unos meses en Vincennes y posteriormente Luis XV determina alojarla en el palacio de Luxemburgo. Allí permaneció, sin que existan referencias de vida escandalosa durante esos años, hasta su muerte.

Palacio de Luxemburgo

Según Vallejo-Najera, Luisa Isabel sufría un trastorno límite de la personalidad, consecuencia, probablemente, de los desordenes genéticos provocados por la endogamia - ya que desde tiempo inmemorial sus antepasados se habían casado entre sí- unidos a la carencia afectiva y al ambiente excéntrico en el que vivió sus primeros años. A estos pacientes la situación de orfandad emocional, de sentirse abandonados por aquellos de quienes dependen afectivamente los lleva habitualmente a cometer actos de autodestrucción y a sentirse en estado de permanente confusión y descontrol. 

Luisa Isabel murió el 16 de junio de 1742 a consecuencia, según el Dr Junceda de un coma diabético. Tenía 32 años. Sus restos fueron inhumados en la iglesia de San Sulpicio de París

domingo, 19 de abril de 2015

Charlotte de Prusia



Charlotte de Prusia. Laszló



El 24 de julio de 1860 nacía en Postdam la princesa Charlotte. Era hija del príncipe Federico, heredero de Prusia, y de Victoria del Reino Unido. Cuando nació Charlotte, a la que toda la familia llamaría Charly, su hermano Guillermo tenía ya año y medio. Todo el mundo esperaba tras el parto que la princesa Victoria se sintiera contenta con su nuevo retoño ya que la niña había nacido en perfecto estado y no presentaba ninguna “tara física” como sí le ocurriera a su hermano pero, lo cierto es que tampoco con esta hija se sintió satisfecha Victoria. La niña no era agraciada y eso era suficiente para que la perfeccionista princesa se sintiera decepcionada. 

Conforme iba creciendo la princesita, el disgusto de su madre aumentaba, no solo no era una niña bonita sino que, además, tenía un carácter endemoniado. Era muy nerviosa, por cualquier motivo montaba una “pataleta”, se mordía las uñas y hasta los bajos de los vestidos se los metía en la boca. Su madre, consideraba que los castigos eran la mejor manera de conseguir que la niña no perdiera el control y se equilibrara, así que, la niña pasaba los días continuamente castigada.

El desarrollo emocional de Charly, como el de su hermano Guillermo, no debió ser el adecuado. La princesa Victoria había sido un dechado de perfección, una niña prodigio y además guapa y esperaba que sus hijos también lo fueran. Fue una decepción para ella encontrarse con que su hijo mayor presentaba un brazo inerte y que su hija ni era inteligente ni guapa y además parecía tener los brazos y las piernas cortos en relación a su estatura. Los niños, por poco inteligentes que sean, perciben el afecto o la falta de él de los mayores y probablemente y como consecuencia de la percepción de que no eran los hijos modélicos que su madre hubiera deseado y de que no conseguirían ganarse su cariño, ninguno de los dos tuvo una buena relación con su progenitora.

La calidez que estos niños no encontraban en su madre la hallaron en sus abuelos paternos y, tal vez, esa fuera la razón de que ambos, al madurar, se sintieran conservadores como sus abuelos y no liberales como sus padres. Además, y a pesar de sentir un enorme respeto por su abuela materna, la reina Victoria I, no mostraban ninguna simpatía por el Reino Unido y los dos se sentían enormemente prusianos y muy orgullosos de su origen.

La situación de incomodidad que Charlotte sentía en su casa hicieron que se comprometiera muy pronto, no porque se hubiera enamorado de una forma arrolladora sino porque el matrimonio le facilitaba la salida del hogar paterno. Así que en 1876 y con tan solo dieciséis años se comprometió con el príncipe Bernhard de Sajonia-Meiningen que tenía entonces veinticinco años, era heredero del Ducado y oficial en un regimiento de Postdam. 


Bernhard de Sajonia-Meiningen


Se casaron dos años después en una pomposa ceremonia, como correspondía a una princesa prusiana. Bernhard era todo lo contrario a su esposa, tenía buen carácter, no se metía en nada y era un gran estudioso, tanto, que llegó a convertirse en un erudito de la Grecia Clásica. 

Debido al trabajo de Bernhard se tuvieron que instalar en Postdam, cosa que no gustaba a Charly que deseaba una mayor lejanía de su familia. Un año después de la boda, en 1879, nació su hija Feodora. El embarazo no fue fácil ni el parto tampoco. Es posible que ésta fuera la causa de la displicencia con la que  Charlotte trató a la recién nacida no observándose en ella ningún instinto maternal. Le gustaba decir a quien quisiera escucharla que Feodora había sido su primera hija pero que también sería la última. La niña fue criada por amas, institutrices y por su abuela Victoria. 

A partir del momento en que nace su hija, Charlotte, considera que no está dispuesta a seguir viviendo cerca de sus padres y, una vez conseguido el traslado de regimiento de Bernhard, la familia se marcha a Berlín. Ya instalada en la capital, la princesa, iniciaría el periodo de su vida más rutilante, más lleno de fiestas y compromisos, más alegre. La vida social ocupaba todas sus horas y Charly se desenvolvía en ella como pez en el agua.

Recientemente, en 2010, se publicó en el periódico alemán "Dier Spiegel" un artículo que recoge una investigación realizada por el historiador Wolfgang Wippermann, según el cual, la princesa Charlotte habría promovido, en enero de 1891, una  fiesta de tipo sexual en la que participaron quince miembros de la corte de Guillermo II entre los que se encontraban familiares y amigos íntimos del Kaiser. Wippermann asegura haber encontrado más de doscientas cartas anónimas, algunas de ellas ilustradas con fotografías, que revelan prácticas sexuales prohibidas incluso por la ley de la puritana Prusia de aquellos años. Las cartas sobre la orgía desencadenaron una serie de duelos, promovidos - algunos de ellos - por el propio Emperador empeñado en salvaguardar el honor de la familia. Wippermann sugiere que las cartas podrían haber sido enviadas por la propia Charlotte, a quien gustaban las intrigas y a quien su propia madre calificaba de "malvada".



Charlotte había estado siempre muy unida a su hermano. Durante la enfermedad y muerte de su padre, que enfrentó a Guillermo con su madre, Charly se posicionó en todo momento del lado de su hermano  y cuando éste ascendió al trono convirtiéndose en Guillermo II aprobó todas las medidas de exclusión y vigilancia que su hermano adoptó respecto a su madre. Algún tiempo después las relaciones se enfriarían, debido probablemente al carácter intrigante de Charlotte y a la orgía que había organizado. Tal vez por ello, el Kaiser ordenaría el traslado de Bernhard a un Regimiento de Silesia. Así pues, Charly se vió alejada de Berlín y  como el nuevo destino le  resultaba sumamente tedioso, se dedicó a viajar y a visitar a todos sus parientes europeos.

En 1914 muere el padre de Bernhard y éste se convierte en duque de Sajonia-Meiningen pero, poco le duraría a Charly el título de duquesa, ya que, al final de la Primera Guerra Mundial, Bernhard se ve obligado a abdicar. 

Además de su carácter caprichoso e irritable, la salud de Charlotte nunca había sido buena. Tenía problemas gastrointestinales, cefaleas y dolores articulares. Sufría insomnio y las crisis nerviosas eran frecuentes. Con los años los problemas se fueron agravando y aparecieron las complicaciones renales. Acudía a distintos balnearios que le recomendaban sus médicos que, por otra parte y por no encontrar un diagnóstico, tan solo podían aliviar sus síntomas. Finalmente, la muerte la sorprendió en Baden-Baden el 13 de enero de 1919. Tenía cincuenta y nueve años. 

Algunos historiadores sostienen que la enfermedad de la princesa Charlotte era una porfiria que le habría sido trasmitida por su tatarabuelo, Jorge III, a través de su madre. En el libro “Purple secret”, John Rohl, Martin Warren y David Hunt se decantan por esta causa. Las conclusiones a las que llegan estos autores se basan tan sólo en el estudio de los síntomas. Además y, de momento, tampoco esta demostrado, que Jorge III sufriera porfiria.



Charlotte fue enterrada en el parque del Palacio de Altenstein (residencia de verano de los Duques de Sajonia-Meiningen) en Bad Liebenstein

jueves, 9 de abril de 2015

Juana I "La Loca"




Juana de Castilla - Juan de Flandes


Fue la tercera de los hijos de los Reyes Católicos y por lo tanto Infanta de Castilla y de Aragón desde su nacimiento. Vino al mundo en Toledo un 6 de noviembre de 1479. A pesar de que la corte de sus padres era itinerante, su educación, como la de sus hermanos, fue muy estricta, muy severa y llena de prácticas piadosas. 

Ya desde pequeña dio muestras de exacerbación al hacer las cosas. Se flagelaba con frecuencia para purificarse ante Dios o dormía en el suelo para hacer un mayor sacrificio. No era hermosa pero si atractiva, tenía el cabello castaño, los ojos verdes un rostro ovalado, una figura esbelta y un generoso busto.

A los dieciséis años se la promete con Felipe de Austria. Su compromiso, como no podía ser de otra manera tratándose de una hija de los Reyes Católicos, fue por motivos políticos. El novio era Felipe de Austria, al que la Historia bautizó como Felipe “ El Hermoso”. Acompañada de un nutrido séquito Juana fue llevada a los estados de su prometido para celebrar el casamiento. 

Los prometidos se reunieron en Lier, aunque Juana hubo de esperar a Felipe durante más de 20 días pero, parece ser, que se gustaron desde el primer momento. Tal fue la atracción que aunque la ceremonia nupcial estaba prevista para cuatro días después, llamaron a un sacerdote para que los casara de inmediato, pues, según parece, a ambos les urgía consumar el matrimonio.

Felipe era un hombre muy vanidoso, amigo de recibir adulaciones y acostumbrado a que las damas de su corte cayeran rendidas a sus pies. No estaba dispuesto a cambiar sus costumbres licenciosas por el simple hecho de haber contraído matrimonio. Para Juana las cosas eran distintas, ella se había enamorado y exagerada como era en todas sus manifestaciones en el amor lo fue doblemente. El amor que sentía por su esposo rayaba en la adoración, era pueril, empalagosa y sus celos, en la mayoría de los casos fundados, eran extremos y la llevaban a provocar escenas y situaciones extravagantes. 

Felipe "El hermoso" - Juan de Flandes

Felipe estaba harto de aguantarla, necesitaba aire y libertad y se sentía asfixiado por Juana pero, para calmar sus celos, no veía otra solución que cumplir con sus deberes maritales y lo hacía con acierto puesto que tuvieron seis hijos.

Juana empezó a dar muestras de su enfermedad mental en su primer embarazo. Sus más allegados empezaron a notar cambios en su conducta impropias de una Infanta de Castilla. Quince meses después da a luz a su segundo hijo y, según nos cuentan, lo parió en las letrinas del palacio de Gante al no querer dejar solo a Felipe durante una fiesta y viéndose de pronto acuciada por el inminente parto.

Juana se había convertido ya en heredera del trono de Castilla al morir su hermano Juan y su sobrino Miguel. Los Reyes Católicos, a pesar de que no les gustaba su yerno y de que ya sabían de los trastornos de Juana, les piden que regresen para ser jurados como herederos por las Cortes. No llegaran a España hasta 1502, tras haberse recuperado Juana del parto del tercero de sus hijos. Pocos meses después de realizado el juramento, Felipe decide abandonar Castilla y regresar a sus tierras donde se lo pasaba mejor pero, como había dejado de nuevo embarazada a la Infanta acuerda, a petición de los Reyes Católicos, que Juana permanezca al lado de sus padres hasta que el parto se produzca y se haya recuperado. 

Felipe inicia el viaje contento al verse libre de su empalagosa esposa. No ocurre lo mismo con Dª. Juana. Según Gonzalez-Doría la Infanta "cae en un estado de desesperación al ver partir a su esposo". Pensó de pronto la Infanta que podría, tal vez , alcanzar todavía a D. Felipe y tal y como lo pensó lo hizo. Salió de la cama, descalza y sin ropa de abrigo y echó a andar por los corredores del castillo hasta llegar a la plaza de armas, donde la detuvo el obispo de Córdoba, forcejeó con él y ni sus damas ni el obispo lograron que volviera a sus habitaciones, pasando la noche al raso y dando golpes a los barrotes que le impedían salir. 

Juana y Felipe - Joseph Sequence. Museo de Bellas Artes. Bruselas

Pasó ese verano de 1503 reponiéndose del parto en el Castillo de la Mota y los doctores de cámara, Soto y Gutiérrez de Toledo, que la acompañaban, escriben a la Reina Isabel sobre el estado de su hija : "Algunas veces no quiere hablar, otras da muestras de estar "trasportada"....días y noches recostada en un almohadón con la vista fija en el vacío". Isabel intentaba retener a su hija en Castilla hasta que su estado mental mejorara pero, tan tensas se volvieron las relaciones entre ellas que, al final, la Reina Isabel, aconsejada por Cisneros, la deja partir hacia Flandes. 

En noviembre de 1504 fallece la Reina Isabel. El Rey Fernando proclama de inmediato a su hija como Reina de Castilla. El viaje de la real pareja a Castilla debe posponerse pues Dª. Juana queda de nuevo embarazada y el parto no se producirá hasta septiembre, por tanto, hasta la primavera de 1506 no llegan a su nuevo reino iniciándose entonces, ante el deterioro mental de Juana, las luchas por el poder entre Felipe y Fernando "El Católico". 

Juana está en el quinto mes de una nueva gestación cuando, en septiembre de ese mismo año de 1506, D. Felipe fallece tras una enfermedad que duró pocos días. Según testigos presenciales, cuando se produjo el óbito, Dª. Juana quedó como petrificada, sin derramar lágrimas y sin querer apartarse del lecho. Dio órdenes de que ninguna mujer tocase el cuerpo de su esposo. Mandó que lo embalsamaran y dio su permiso para que lo trasladaran a la Cartuja de Miraflores pero sin enterrarlo. En diciembre decide que D. Felipe debe ser enterrado en Granada y, traspasado ya el umbral de la cordura, inicia el viaje. Escoltaban al féretro frailes y soldados portando antorchas, ya que los caminos solo se recorrían durante la noche, y D.ª Juana cerraba el cortejo tras el ataúd. Lejos del difunto iban algunas de las damas de la Reina. Se descansaba durante el día al cobijo de alguna iglesia del lugar donde parasen. En Torquemada la Reina inicia los dolores del parto y allí mismo alumbrará a la última de sus hijas. No había partera en el pueblo y una de sus damas, Dª María de Ulloa, hubo de ayudarla. 

Juana "La Loca" - Francisco de Padilla.

Salió el Rey D. Fernando, que había regresado ya de Italia, al encuentro de su hija y con engaños y tiempo logró conducirla a Tordesillas. Allí fue alojada en una fortaleza que en su día había sido el palacio de Pedro I de Castilla y el féretro de su esposo se depositó en el convento de Santa Clara.

Las cosas en Castilla estaban revueltas pero, Dª. Juana permanecía ajena a los vaivenes de su Reino. Cuando los Comuneros penetraron en el castillo y quisieron liberarla argumentando que estaba prisionera y en su sano juicio ni siquiera se inmutó, permaneció ajena a todo, mirándolos sin verlos y sin escucharlos. 

Allí encerrada, Juana sufre arrebatos de violencia, golpea a las criadas, rompe las vajillas, esparce los alimentos por el suelo y en ocasiones pasa días sin dormir. Hoy sabemos que tenía una enfermedad mental grave, un síndrome esquizoafectivo con ideas delirantes que se había ido agravando con cada una de sus gestaciones.

Pasaron los años. Llevaba ya algunos de ellos sin querer lavarse ni cambiarse de ropa. El cuerpo se le iba ulcerando, las ulceras se le infectaron y aparecieron la fiebre y los vómitos. Quienes la cuidaban, le arrancan las ropas del cuerpo en un intento de mejorar su estado, los gritos desgarradores se llegaron a escuchar fuera del palacio. Fue inútil. 

Juana "La Loca" recluida en Tordesillas - Francisco de Padilla

Falleció el 12 de abril de 1555. Previamente había tenido un momento de lucidez en el que pidió confesión. Tenía setenta y cinco años y durante cuarenta y seis había vivido recluida.