martes, 13 de junio de 2023

Blanca II de Navarra

 




No debía ser fácil la vida en el siglo XV ni para los hombres ni para las mujeres, ni  tan siquiera si habías nacido en un palacio y te acompañaban títulos y prebendas tenías garantizada una vida cómoda y regalada, más bien al contrario. La vida de quienes ostentaban desde el momento del nacimiento títulos nobiliarios o principescos se veía enturbiada por las envidias, los celos y la avaricia de todos aquellos que formaban parte de su círculo más cercano.


La dama que traigo hoy a esta entrada no sería una excepción ni su vida un cuento de hadas.


Blanca de Trastámara y de Evreux nació en 1424 en Olite, era la tercera de los hijos de Blanca de Navarra, heredera al trono, y de Juan de Aragón, circunstancia ésta que cambió cuando Blanca apenas contaba un año de edad y su abuelo, Carlos III “el Noble” acababa de fallecer. Su madre pasaría a ser Blanca I, reina de Navarra, su padre el rey consorte, su hermano Carlos, príncipe de Viana, el heredero al trono y ella la segunda en la linea de sucesión puesto que su hermana mayor había muerto.


Poco sabemos de su educación. Su madre era una mujer muy piadosa y enfermiza y su padre casi siempre estaba ausente defendiendo sus intereses en Castilla, por tanto, no parece que ninguno de sus progenitores se interesara mucho por hacer de ella una mujer ilustrada pero, teniendo en cuenta la esmerada educación recibida por su hermano Carlos, es probable que también a ella se le hubieran dado conocimientos de literatura, filosofía y arte.


Juan II de Aragón



La guerra castellano-aragonesa que tantos años y tantas luchas habían costado se dieron por finalizadas en 1436 con el acuerdo de la Concordia  de Toledo y como garantía del cumplimiento de lo acordado se estableció el matrimonio de Enrique, príncipe de Asturias y de Blanca, infanta de Navarra. Así pues, aquella niña de apenas 12 años que paseaba por el castillo de Olite escuchando a su hermano Carlos tocar el arpa y la vihuela, acababa de recibir como regalo una caja de sufrimientos que tarde o temprano la obligarían a abrir.


Cuatro años pasaron de estos hechos cuando Blanca es llevada a Valladolid por su madre para contraer matrimonio con el príncipe Enrique que acababa de cumplir los 15. La boda se celebró en septiembre y pocos meses después moría su madre y, aunque la relación entre ambas no había sido demasiado frecuente debido a las enfermedades y devociones de su progenitora, no por ello dejó de sentir la princesa un gran vacío.


Blanca se encontraba en Castilla inmersa en un matrimonio que no tenía nada de feliz ni de matrimonio puesto que la infanta seguía siendo tan virgen como el día de su desposorio y además las noticias que llegaban de Navarra la tenían más que inquieta. Su padre, que había vuelto a casarse una vez murió su madre, no aceptaba dejar de ser rey de Navarra - aunque tan solo lo había sido como consorte -  en favor de su hijo Carlos, legítimo heredero del Reino, y Blanca temía por su hermano pues era consciente de que la ambición de su padre no tenía limites.


Enrique IV de Castilla


Corrían los años y Blanca continuaba virgen. Enrique deseaba la nulidad matrimonial y alegó que algún maleficio le impedía las relaciones sexuales con su esposa a pesar de que lo había intentado repetidamente durante más de tres años - periodo mínimo exigido por la iglesia - pero que jamás lo había conseguido y para demostrar que el maleficio era tan solo con Blanca presento como testigos a algunas prostitutas que, imaginamos que bien pagadas, declararon que  con ellas si había existido cópula.


En mayo de 1453 Luis Vázquez de Acuña, obispo de Segovia declara nulo el matrimonio de Blanca y Enrique y la infanta, repudiada, regresa a Navarra sin los bienes acordados en las capitulaciones matrimoniales. 


Lo que encuentra Blanca al llegar a Olite es un ambiente hostil, su padre tiene ya un nuevo hijo al que ella , de momento, no considera un enemigo. La mujer de su padre, Juana Enriquez, odia a todo aquel que suponga una amenaza para las ambiciones que tiene para su hijo, el pequeño Fernando, y su hermana Leonor, más joven que ella y casada ya con el conde de Foix tampoco siente simpatía alguna por ella.


Juana Enriquez



La única persona con la que siente afinidad y a cuyo lado se posiciona es su hermano Carlos. Este acababa de salir ese mismo año de la prisión en la que le había mantenido su padre que además, había desheredado a ambos alegando que eran "inhábiles e indignos de la sucesión". El príncipe de Viana en un intento de arreglar los conflictos con su progenitor por la vía diplomática  marcha a Nápoles a la corte de su tío Alfonso el Magnánimo a fin de conseguir la intercesión de éste con su padre. Alfonso que era el autentico rey de Aragón, escribe a su hermano y le obliga a anular el "deshederamiento". No sabemos si el hecho de que  hubiera nombrado a D.Juan Lugarteniente de Aragón y Cataluña mientras él permanecía en el reino de Nápoles influyó en el hecho de que éste se aviniera a la anulación.


El Príncipe de Viana - J. Moreno Carbonero. Museo del Prado



Blanca permanecerá en Olite esperando el regreso de su hermano Carlos que sigue en Sicilia. Se siente apoyada por los beamonteses que son partidarios del príncipe de Viana pero teme a su padre ya que éste había empezaba a dar títulos a su hijo Fernando. También temería a la esposa de su padre e incluso a su hermana Leonor.


El siguiente de los sinsabores que la vida le ofreció fue la muerte de su hermano Carlos. El príncipe de Viana fallecía en Barcelona en septiembre de 1461, no sin antes dictar testamento en favor de Blanca que pasaría a ser Blanca II reina de Navarra. 


Encerrada en Olite por orden de su padre, Juan II - ya rey de Aragón puesto que D. Alfonso había muerto sin descendencia - permanecería prisionera mientras los beamonteses, posicionados a su favor, intentaban que fuera liberada. Su padre con el objeto de alejarla de Navarra le propone el casamiento con el duque de Berry, hermano de Luis XI de Francia pero, Blanca, sospechando que la intención de su padre es alejarla de sus partidarios se niega. Juan II monta en cólera.


Dª Blanca II de Navarra en Olite - J. Moreno Carbonero. Museo del Prado


Entra entonces en escena su cuñado, el duque Gastón de Foix casado con su hermana Leonor y que será decisivo en el destino de Blanca II de Navarra.


Gastón, de manera sibilina, había llegado ya a un acuerdo con el rey de Francia Luis XI, según el cual, el francés reconocía a Juan II como rey de Navarra y a Leonor como heredera al trono. En el acuerdo estaba el casamiento de Blanca con el duque de Berry pero, dado que ella ya se había negado a semejante pretensión, su padre autoriza a Gastón de Foix a que conduzca a la reina, lo quiera ella o no, a Béarn en Francia, territorio que era hostil para Blanca.


De nada sirvieron sus protestas ni el hecho de que al llegar a  Roncesvalles anunciara que se la estaba obligando a marchar y que como consecuencia de esta  anómala situación no debería  tomarse en cuenta ninguna renuncia que hiciese a sus derechos, como no fuera a favor de su exesposo, el rey de Castilla, pues de lo contrario todos debían saber que estaba siendo forzada en contra de su voluntad. Al llegar a Béarn, Blanca es encarcelada en la Torre Moncada, en Orthez.


Las protestas efectuadas desde su cautiverio fueron inútiles. Del mismo modo que también fue inútil la cesión de sus derechos realizada a favor de su antiguo esposo, Enrique IV de Castilla el 26 de abril de 1462. Blanca consideraba que puesto que Enrique había estado a favor de su hermano, el príncipe de Viana, defendería también su reino y a quienes la habían dado a ella su apoyo. 


Doña Blanca de Navarra entregada al captal de Buch - Eduardo Rosales, Museo del Prado


No obstante, en 1464 y para poner fin a la guerra civil de Navarra, se firma la Concordia de Tarragona en la que se establece que Blanca regresará a Navarra y que allí se convocarían a los Tres Estados para que, ante la presencia del propio Rey de Aragón, de sus lugartenientes, y de los jefes beaumonteses que defendían los intereses de Blanca, se discutiera el tema de su libertad, su estado, vivienda y lo más complicado, la sucesión.


Nada de esto fue necesario puesto que Blanca murió apenas un mes después, el 2 de diciembre de 1464 en Orthez y en extrañas circunstancias. Puesto que nada se conoce de las causas de la muerte ni de las enfermedades previas que pudieran ocasionarla y dado que solo contaba con 40 años de edad cuando ésta se produjo, se empezó a especular con el envenenamiento como causa de la misma. Un envenenamiento que según la leyenda - propiciada en el siglo XIX por Francisco Navarro Villoslada que escribió una novela sobre la misma - habría sido ejecutado por su propia hermana Leonor a instancias de su esposo Gastón de Foix. Nada sabemos y seguramente nada llegará a saberse.


Lo que si sabemos es que la desgracia, las envidias y las ambiciones ajenas la acompañaron desde la adolescencia. Sin cariño, sin amor, sola, prisionera de aquellos que deberían haberla querido o al menos respetado y soportando el miedo continuo de no saber por donde y de quien le podía llegar el golpe mortal. Blanca II pasó por la vida nadando  a contracorriente, intentando ser fiel a su hermano, el príncipe de Viana, y a su abuelo, Carlos III “El Noble” y sacando fuerzas de la propia desesperanza.


En contra de lo que Blanca había dispuesto su padre, Juan II de Aragón, siguió siendo rey de Navarra hasta el día de su muerte y Leonor fue su sucesora.


Blanca II de Navarra fue sepultada en el panteón de la iglesia catedral de Lescar.