miércoles, 10 de noviembre de 2021

Enrique IV de Castilla, "El impotente"

 




La vida de este rey, nacido en 1425, no fue fácil. Se vio rodeado de intrigas casi desde el mismo momento en que vio la luz del día y tuvo que lidiar con ellas con una pobre salud y una inteligencia, según parece, bastante escasa. Tampoco la genética se lo puso muy fácil : hijo de primos carnales padecía - según Marañón que hizo, en un extraordinario trabajo, la biografía clínica del personaje - displasia eunucoide ligada a la acromegalia. 

 Enrique era un hombre alto, desgarbado, con una cabeza demasiado grande para su cuerpo, de piel blanca, de voz dulce y aflautada y con una predilección especial por los animales, los bosques y los sitios solitarios. En él se sucedían los momentos de entusiasmo con otros de abulia y desánimo. Como es lógico estas características desconcertaban a todos aquellos que le rodeaban, aunque algunos, buenos conocedores de su carácter, supieron aprovechar en su propio beneficio esas peculiaridades.

Sus padres, Juan II de Castilla y María de Aragón, presentaban una falta de entendimiento que probablemente también influyó en el pobre Enrique por lo que cabe pensar que su infancia fue cuanto menos triste. 

Enrique, cuyas hermanas habían muerto antes de que el cumpliera los cuatro años, tuvo como compañero de juegos a Juan Pacheco, un joven cinco años mayor que el príncipe, inteligente y ambicioso, que consiguió en pocos años tener una enorme ascendencia sobre el heredero. Con apenas 22 años Pacheco ya fue nombrado camarero mayor del príncipe. 



Blanca de Navarra - José Moreno Carbonero (1880)


Como era normal en la época, el matrimonio de Enrique se concertó pronto y por supuesto por razones políticas. La elegida fue Blanca de Trastámara y Evreux, infanta de Navarra y de Aragón y hermana del príncipe de Viana. El enlace se produjo en 1440, cuando Enrique tenia 15 años y su flamante esposa apenas un año más. Existe documentación fehaciente para afirmar que el matrimonio no llegó a consumarse jamás y así lo atestiguaron bajo juramento ambos contrayentes cuando años más tarde Blanca fue repudiada por Enrique IV, aunque éste aseguró estar hechizado y ser ésta la causa de no poder copular con su esposa. Empieza entonces a correr el rumor de que el príncipe era impotente. 

Mientras tanto Juan Pacheco seguía su imparable ascenso en la corte. En 1445 tras la primera batalla de Olmedo entre castellanos y los infantes de Aragón, fue nombrado marqués de Villena. A partir de entonces la obtención de títulos y prebendas se sucederían de manera continua. 

D. Juan, viudo desde hacía dos años, se casa en segundas nupcias con Isabel de Portugal. Con ella tuvo dos hijos: Isabel - que años más tarde heredaría el trono y sería llamada La Católica - y Alfonso.  Cuando nace Isabel su hermanastro, el príncipe Enrique, tenía ya 26 años.

Juan II  moriría en 1454 y Enrique sería proclamado rey. La reina viuda y sus hijos Alfonso e Isabel, que contaban, en aquel entonces  tres años la mayor y apenas uno el pequeño, fueron enviados a Arévalo donde permanecerían recluidos. A partir de ese momento Juan Pacheco tomaría las riendas del gobierno con la aquiescencia de Enrique, convirtiéndose así en el valido del nuevo rey. 

Se había concertado ya un segundo matrimonio para Enrique puesto que la sentencia de divorcio de su primera esposa, Blanca de Navarra, se había firmado en 1553 y apremiaba la llegada de herederos. La elegida, Juana de Avis, hermana del rey de Portugal, era mujer de enorme belleza y atractivo aunque, como ambos eran primos, tuvieron que solicitar la bula papal. La boda se celebró en 1555 y aunque era costumbre en Castilla que al consumarse el matrimonio estuvieran en la cámara real un notario y varios testigos del acto no fue así en esta ocasión ya que, Enrique, previamente, había derogado esta ley. Tal vez por ello los rumores sobre su impotencia crecían día a día. 


Juana de Avis


Desde 1456 hasta 1461 el gobierno del Castilla estuvo en manos del marques de Villena, cuyo poder en señoríos y rentas era enorme y en inteligencia y habilidad política muy superior al rey. El resto de los nobles, sintiéndose amenazados, formaron una Liga en contra del valido pero Pacheco haciendo gala de una enorme astucia y falta de escrúpulos hizo recaer todas las culpas en el arzobispo Alonso de Fonseca y se incorporó a la Liga con el mayor cinismo. Afianzando su posición muchos de los nobles que formaron parte de la Liga entraron en el consejo de Estado. 

En este periodo entraría también en escena Beltrán de la Cueva. Perteneciente a la nobleza,  aunque de inferior rango, ingresó como paje en el servicio real gracias a la petición que su padre le hizo al rey. El joven paje supo granjearse muy pronto las simpatías de Enrique y al poco tiempo ya ocupaba el cargo de mayordomo. El ascenso a partir de ese momento fue meteórico llegando a convertirse en el primer duque de Albuquerque. Contaba Beltrán con el apoyo de la poderosa familia de los Mendoza, por haber matrimoniado con una de las hijas de dicha familia, y con el respaldo de la reina Juana. 

El marqués de Villena y el resto de los nobles sintiéndose amenazados organizaron de nuevo La Liga dotándola de un mayor contenido político, decididos a impedir que Beltrán se convirtiera en el nuevo valido de Enrique. 


Beltrán de la Cueva


Mientras tanto, en la Corte, seguían creciendo los rumores sobre la impotencia del rey. Enrique, tal vez para acallar las habladurías o tal vez porque ese fuera su deseo, mantenía escandalosas relaciones con algunas mujeres. Como ni de su esposa ni de ellas lograba descendencia los rumores no hicieron sino aumentar. 

Vista la situación, los nobles exigieron al rey, que ante la ausencia de hijos, su hermano Alfonso, de siete años de edad, fuese nombrado heredero. Enrique, que no deseaba realizar ese nombramiento, trató de reaccionar ante la exigencia de los nobles estableciendo una alianza con Carlos, Principe de Viana - legitimo heredero del Reino de Aragón y que tenía derecho a titularse Rey de Navarra - ofreciéndole, para contar con su apoyo, a su hermana Isabel como esposa. La temprana muerte del Principe de Viana vino a cambiar el tablero político. 

Así estaban las cosas cuando la reina Dª Juana anuncia que esperaba descendencia y sería en febrero de 1462 cuando alumbraría a una niña a la que se impuso el nombre de su madre: Juana. 

Enrique IV reunió a las Cortes para que juraran a la recién nacida como Princesa de Asturias y por tanto heredera al trono. En su alegría por el nacimiento concedió a Beltrán de la Cueva el condado de Ledesma y este hecho despertó las habladurías de quienes decían que a Beltrán se le estaban pagando "otros favores". Se empezó a decir que el rey era homosexual, que la reina era una adúltera, que la hija nacida del matrimonio no era en realidad hija del rey sino de Beltrán y se terminó apodando a la niña "Juana, la Beltraneja”. 



Juana "la Beltraneja"

El marqués de Villena, instigó de nuevo a La liga para reactivarla intentando con ello contrarrestar el poder adquirido por Beltrán acusando a éste de todos los males del reino y de tener una influencia nociva sobre el rey. A la Liga se fueron uniendo cada vez más nobles. 

Finalmente el 5 de junio de 1465 los nobles siguiendo a Pacheco organizaron una representación que pasaría a la historia como "la farsa de Avila". Se colocó, junto a las murallas de la ciudad, un estrado con la figura de un pelele que representaba a Enrique IV y mientras se le iba despojando de la corona , el cetro y demás atributos reales se leía un manifiesto en el que se le acusaba de ser homosexual, de haber forzado a la reina a yacer con Beltrán de la Cueva para obtener un heredero, negándole por lo tanto a la pequeña Juana toda legitimidad. Al grito de "al suelo puto" tiraron el monigote del rey y nombraron al pequeño Infante Alfonso nuevo rey de Castilla entronizándole como Alfonso XII. 

Se desencadenó una guerra civil y durante los tres años que siguieron a la "farsa de Avila" Castilla tuvo dos reyes y una lucha fratricida. Finalmente se iniciaron las negociaciones entre el marqués de Villena, el arzobispo Fonseca y Enrique IV. El pacto de reconciliación consistió en poner sobre la mesa a los tres posibles herederos del rey y buscar en los posibles matrimonios las alianzas que contentaran a todos. Así pues, el infante Alfonso se sometería al rey Enrique pero sería nombrado heredero con la condición de que se casara con Juana (para algunos la ilegitima hija de la esposa del rey). La infanta Isabel debería casarse con el hermano del marqués de Villena - consideraba Pacheco que de ese modo tenía otras riendas de las que tirar . Afortunadamente para Isabel el "novio" murió repentinamente - parece ser que de apendicitis - cuando se dirigía a la Corte. 

A pesar de las negociaciones y su aprobación por aquellos que representaban a cada uno de los bandos las contiendas entre los partidarios de Enrique y quienes querían a Alfonso como rey continuaban. Mientras tanto la esposa de Enrique IV, la reina Juana, que había sido entregada como rehén a los Fonseca había andado en amoríos con un joven y había quedado embarazada. Este hecho agravaría aún más la situación de su hija. 

Nadie contaba con que se produjera en el verano de 1468 la inesperada muerte del infante Alfonso. Muchos dijeron que se había producido por la peste, otros que envenenado por el propio Pacheco ya que de este modo se acercaban las posturas entre Enrique y el marqués de Villena y se acababa la dualidad existente. En recientes investigaciones realizadas sobre los restos óseos del príncipe queda patente que la peste no fue la causa de su muerte y que tal vez los que opinaban que fue envenenado no andaban lejos de la realidad. 

Isabel  "la Católica"

Para evitar los conflictos bélicos desencadenados, Pacheco y Fonseca ofrecen al rey una solución: Isabel sería nombrada Princesa de Asturias como heredera al trono de Castilla y debería casarse con Alfonso V de Portugal. Juana ( la única hija de Enrique) casaría con el heredero del rey portugués asegurando así el que en el futuro también fuera reina. 

 Isabel aceptó firmar el acuerdo por el que era nombrada Princesa de Asturias haciendo que este reconocimiento se fundamentara en el derecho que ella poseía ya que el rey Enrique nunca pudo estar  legítimamente casado con Dª Juana  puesto que uno de los términos de la bula papal no se había ejecutado y por lo tanto ésta, según los términos en los que había sido concedida, quedaba sin efecto. 

 En este acuerdo conocido como El tratado de los Toros de Guisando, Isabel hizo reconocimiento de obediencia a Enrique como legítimo rey. Todo el tratado fue confirmado y legitimado en nombre del Papa por Antonio de Veneris, nuncio de Paulo II. 

Sin embargo Isabel que, en contra de lo que pensaba Pacheco,  no tenía un carácter dócil y desde luego no era persona sumisa, se negó a casarse con el rey portugués y además rechazó a todos los candidatos que le propusieron afirmando que tan solo se casaría con Fernando, el hijo y heredero del rey de Aragon, incumpliendo de este modo uno de los compromisos. El enlace matrimonial se celebró en Valladolid en 1469. 

La boda causó la indignación de Enrique IV y de Pacheco, proponiendo éste último anular el tratado de Guisando y reconocer a la pequeña Juana como hija legítima y consecuentemente nombrarla heredera del Reino Castilla. El intento del marqués de Villena y del rey fracasó y el reino sin apenas gobierno por parte de Enrique cayó en el caos y la anarquía. Mientras tanto Isabel y Fernando cosechaban cada vez más adeptos entre la nobleza y las ciudades pues se consideraba que eran los únicos que podían ofrecer estabilidad a Castilla. El nuevo Papa, Sixto IV, intervino sellando una alianza entre Isabel y Fernando y la Sede romana. Finalmente en las navidades de 1473 Enrique e Isabel se reconciliaron. Pacheco se retiraría tras este acto falleciendo poco después. 



Los Toros de Guisando

No sabemos si la enfermedad que acabaría con la vida de Enrique IV se inició un mes después de la reconciliación o había empezado mucho antes aunque los síntomas más dolorosos y graves se iniciaron entonces. Instalado en Madrid los dolores abdominales lo consumían y tan solo cuando la enfermedad se lo permitía salía a pasear por los bosques del Pardo debiendo regresar, en algunas ocasiones, tumbado en un camastro. 

Falleció durante las primeras horas del 12 de diciembre de 1474, cuando faltaban pocos días para que hubiera cumplido 50 años. Los cronistas de la época dijeron que la muerte se debió a un "flujo de sangre" aunque los síntomas que describieron apuntan a una litiasis biliar o renal o incluso a un cáncer de colon. Pero lo cierto - escribe Marañon - es que los trastornos descritos se acoplan también a los del envenenamiento; tal vez por arsénico, el más usado en aquella época y en cuya fase final hay una intensa gastroenteritis sanguinolenta. Aunque la opinión del ilustre médico no puede ser ignorada se debe advertir que no existe ningún dato documental que avale su teoría. 

Murió sin dejar testamento. Su cadáver fue colocado sobre unas viejas tablas y llevado sin pompa alguna a hombros de gente, a la que se había pagado para hacerlo, hasta el el Monasterio de Santa María del Paso. El Cardenal Mendoza tuvo a bien oficiar una postrera ceremonia antes de acudir a Segovia para colocarse al lado de Isabel. 

Triste muerte para un rey de triste vida y del que no existen datos para poder afirmar que fuera impotente, que no lo fuera o que solo lo fuera episodicamente como afirman algunos historiadores incluido el propio Marañon. Tampoco existen datos de que la acusación de homosexualidad correspondiera a la realidad o a los intereses políticos. En cualquier caso lo que si parece cierto es que su personalidad, consecuencia de las alteraciones biológicas que sufría, le convirtieron en un personaje fácilmente manejable por los demás.



Posteriormente el cadáver de Enrique IV fue trasladado al Monasterio de Guadalupe.